CRÍTICA DE CINE
'A Stormy Night' (David Moragas. España, 2020. 76 minutos)
A medio camino entre una comedia sentimental neoyorkina y una película indie de los 90, David Moraga ha estrenado on line en la plataforma Filmin su primera película que ha servido como clausura del festival D´A Fiilm Festival.
Marcos, interpretado por el propio David Moragas, es el director de un documental de temática gay que viaja desde España a San Francisco para presentar su trabajo en un festival. Sin embargo se ve atrapado en Nueva York a causa de una tormenta que hace que se suspendan todos los vuelos. Por suerte tiene una antigua amiga viviendo en la ciudad, por desgracia, o no, su amiga está de viaje de trabajo en Miami y se ve en la situación de compartir la noche en la casa de su amiga con su compañero de piso, Alan, que tiene un trabajo absorbente en una starup innovadora de citas para homosexuales y que tiene entendido que lo que Marcos hace son películas porno.
Moragas hace de la necesidad una virtud y logra que un bajo presupuesto y unos medios técnicos limitados, la mayoría del equipo ha sido tirando de amistades, se conviertan en una película sencilla, íntima y cercana. Todo a través de una magnífica fotografía en blanco y negro que dota de una calidez al interior de la casa frente a la amenazante tormenta que está por venir.
Rodada casi en su totalidad en el interior de la casa, “A Stormy Night” pone a sus protagonistas a dialogar sobre el amor, el sexo, el compromiso, las diferentes posibilidades de relaciones, la dificultad de mostrar abiertamente la condición sexual y la responsabilidad para con los demás de hacerla pública, de las ansiedades o de qué manera se paga uno las facturas. Y aunque evidentemente va a ser colocada bajo el “tag” de cine gay en cualquier plataforma de cine, trasciende esta temática pero sin renunciar a una cierta militancia.
Se huye de las grandes y sublimes frases, tampoco hay momentos poéticos y ni imágenes que busquen una belleza que se quede en la retina del espectador. No hay tampoco intensas emociones ni pasiones, solo dos personas que se acaban de conocer y que tienen que pasar una noche juntos porque tienen nada más que una amiga en común y que, quizás por eso precisamente, logran una intimidad y una complicidad que les permite abrirse y mostrarse frágiles hasta que pase la tormenta y vuelvan a sus vidas al día siguiente con una vaga promesa de volver a verse.
El trabajo actoral redunda en esa dirección, con unas interpretaciones que buscan, y aportan, naturalidad sin buscar más allá ni explorar mayores posibilidades, contribuyendo más a esa cotidianidad que impregna toda la película, que la hace ideal para esta cuarentena en la que a veces necesitamos de montajes sencillos, amables y con calidad.
BENJAMÍN JIMÉNEZ DE LA HOZ
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