'CHARITÉ'. Pandemias de antes


CRÍTICA DE SERIE

'Charité' ('Sönke Wortmann. Alemania, 2017)

Ahora que conceptos como pandemias, vacunas, tratamientos o síntomas están en boca de todos, cuestionados y analizados por expertos que reconocen no tener las respuestas exigidas y por virólogos de nuevo cuño de aparición repentina, ‘Charité’ viene a poner un contexto histórico necesario entre tantos decibelios, la mayoría innecesarios. 

Miniserie alemana de 2017 de seis capítulos (disponible en Filmin), se inmiscuye en la rutina a finales de siglo XIX del hospital Charité, todavía hoy abierto en Berlín y una institución por la que han pasado varios galardonados con el Nobel en diferentes ámbitos. El momento histórico es muy determinado, la Alemania que asistió estupefacta al encadenamiento de emperadores en unos pocos meses ante los fallecimientos sucesivos de Guillermo I y Federico III en 1888, un país que mientras lideraba los avances médicos hacía gala de una sociedad manifiestamente antisemita y que incluso mantenía abiertos zoológicos humanos, como se observa a lo largo de la serie. En esa distancia se movían también otros aspectos como la separación abismal entre doctores y enfermeras, la imposibilidad de acceso a estudios superiores de las mujeres o el determinismo social que empujaba a una muerte segura a los desheredados en medio de pandemias mucho más letales que las actuales.

‘Charité’ demuestra rigor histórico y pone de relieve una época deslumbrante de descubrimientos médicos en la lucha contra las bacterias que amenazaban a la especie humana en aquella época. Los protagonistas principales existieron y por pantalla pasan celebridades como Robert Koch, considerado el fundador de la bacteriología, Paul Ehrlich, iniciador de la quimioterapia o  Von Behring, descubridor del tratamiento contra la difteria o la sífilis, uno de esos personajes que se quedarán incrustados en la memoria del espectador largo tiempo. La bisagra la ejerce el principal aporte de ficción, una enfermera llamada Ida Lenzen, mujer adelantada a su época y que desde su no asimilado segundo plano pelea cada fotograma por hacerse valer. Es un personaje simbólico que pone los ojos y el sentimiento entre operaciones, amoríos, probetas y partículas microscópicas. Ahora es el coronavirus, entonces las batallas médicas eran contra la tuberculosis, la difteria o el cólera. Se operaba sin anestesia y la tasa de mortalidad antes de entrar en quirófano era elevadísima. Aunque el paralelismo con ‘The Knick’ (Steven Soberbergh, 2014), salte como un resorte,  en ‘Charité’ se relega la emoción de la norteamericana, su entraña, por un contexto más preciso, la frialdad de la puesta en escena y una lentitud y algún cliché sentimental que puede exasperar a más de uno.

Pero, sin duda, lo más apreciable de ‘Charité’ es como enlaza siglo XIX con esta actualidad determinada por una pandemia internacional. El enemigo es similar por mucho tiempo que haya pasado, apenas perceptible desde el microscopio, tan desconocido como peligroso, y ya se le combatía con otros métodos y misma finalidad. El  bisturí a veces de pulso frágil del cirujano John Thackery en ‘The Knick’ deriva en ‘Charité’ a la pelea contra la bacteria y las pugnas entre los expertos por ser los primeros en descubrir las vacunas correspondientes, y como perfecto reflejo la mesiánica actitud de Von Behring, capaz de inyectar suero de un conejo en una enferma de difteria y curarla al instante sin puntos intermedios de prueba, error y corrección. Pasado y presente de esta realidad confluyen en una serie que vuelve a poner de manifiesto que, aunque se les olvide o menosprecie, los virus y bacterias vivían, viven y seguirán en el futuro estando cerca para poner en riesgo al ser humano y que, por ello y a modo de lección, no hay que bajar en ningún momento la guardia. 

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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