'MUJER DE FRONTERA'. La línea de la que nadie sale indemne


CRÍTICA DE LIBRO


'Mujer de frontera'
Autora: Helena Maleno
Editorial: Península
Páginas: 224
Año: 2020


Dentro del activismo y la defensa de los Derechos Humanos, Helena Maleno ha adquirido los últimos años una especial relevancia. El nombre de esta investigadora social afincada en Tánger desde 2002 suele hacer acto de presencia durante las denominadas crisis migratorias, otra muestra de la perversidad del lenguaje en los medios de comunicación en este ámbito. La aparición de Maleno en estas noticias va unida habitualmente a su teléfono móvil. Una llamada procedente de una embarcación a la deriva en su intento de llegar a la costa española activa el protocolo. Alguna persona tiene el número de la activista almeriense y lo teclea en medio de la tensión del momento, como último recurso al que aferrarse. Tras esa llamada y la localización por GPS, si se consigue, Maleno y el organismo en el que trabaja se ponen en contacto con Salvamento Marítimo para activar el rescate, hay vidas en juego y se debe actuar con rapidez.

No se puede cuantificar el número de vidas salvadas que hay detrás de estas pautas. Sí se sabe que por acciones como estas Maleno fue acusada en noviembre de 2017 por el Gobierno de España de tráfico de migrantes y favorecimiento de la inmigración irregular a través de llamadas a Salvamento Marítimo. Maleno reconoce que la pregunta más difícil de responder es por qué le conocen y saben su número las personas que llaman desde el mar. “Ni yo misma soy capaz de verbalizarlo”. Ha sobrepasado su dimensión de activista por su continua exposición en medios de comunicación (ha recibido decenas de prestigiosos galardones) como en redes sociales, y lo asume. “Te has convertido en africana y eso los blancos no te lo van perdonar”, le dijo una vez una mujer en una charla informal en uno de los asentamientos fronterizos, tal y como relata en ‘Mujer de frontera’ (Editorial Península). Otro día, se puede leer, estando en la parroquia de San Carlos Borromeo de Madrid, se le acercó un joven al que no conocía. El chico le abrazó, le dio las gracias y le dijo: “Me salvaste la vida”. Se llamaba Arona, con ese perfil que describe en su obra de muchacho trabajador que pone en riesgo su vida en el cruce de frontera por un compromiso de desarrollo de su comunidad.

Estamos ante un libro que desprende cierta urgencia, ansiedad por hacer pública la dura historia que relata, lo que le quita la posibilidad de un contexto más preciso para el lector con un escaso bagaje previo de conocimiento sobre la temática y la protagonista. El texto se articula sobre el juicio sumario al que fue sometida Maleno en Marruecos tras ser denunciada por las autoridades españolas. Es un retrato del largo calvario de una mujer que descubrió que llevaba tiempo siendo investigada, que vio cómo su privacidad quedaba al descubierto y su trabajo puesto en duda. ‘Mujer  de frontera’ es el testimonio de esa lucha judicial, con la excepcionalidad de que la resolución de la denuncia estaba en manos de la justicia de otro país, puesto que el caso había sido archivado previamente en los juzgados españoles. La causa contra Maleno también fue  desestimada al final en Marruecos, se demostró que no había lucro económico en su proceder y no había pruebas que sostuvieran ese “cúmulo de acusaciones machistas misóginas, homófobas y racistas”. Pese a todo, y como nadie sale indemne de su relación con la frontera, todavía hoy afirma sentirse señalada. “Noto que me siguen”, pensamiento que enmarca dentro de lo que considera una estrategia global de acoso y criminalización a activistas que denuncian violaciones de Derechos Humanos.

El juicio, las diferentes comparecencias ante los tribunales marroquíes y los tiempos de espera se relatan cronológicamente en el libro. Alrededor van brotando pinceladas de la biografía de la protagonista, marcada por la fuerza de las figuras femeninas familiares, y anécdotas vividas con muchas de las personas con las que ha coincidido. La tristeza del desarraigo y del rechazo se expande sobre la mayoría. La frontera es cruel y deja cicatriz perpetua en quien la frecuenta. Hay otra cara más amable y Maleno se detiene en ella, como cuando sube a los bosques donde las comunidades migrantes aguardan el momento de cruzar al otro lado de la valla. Los define como lugares de socialización y de protección colectiva frente a la violencia, un territorio donde se convive a diario con la incertidumbre, el miedo, la dignidad y la esperanza. “En el bosque te sentimos como nuestra”, le llegan a decir.  

La denuncia es otro factor importante de ‘Mujer de frontera’. Maleno llegó a Marruecos en 2002 para realizar un trabajo de investigación y se quedó para documentar las expulsiones sucedidas a diario sin garantías ni protección a las víctimas, denunciar la progresiva externalización del servicio en las fronteras y el negocio que supone y visibilizar así las violaciones de los Derechos Humanos. Su relato se agría en determinados pasajes, como lo sucedido en 2005, cuando en un salto de valla masivo tanto en Ceuta como en Melilla se usaron balas reales desde el lado marroquí y español, con los gobiernos de Rabat y Madrid acusándose mutuamente sobre la responsabilidad. Maleno también estuvo en el Tarajal, febrero de 2014, el día que “se traspasaron todos los límites”. Fallecieron 14 personas, muertes que califica de “evitables”. El dolor se incrementó al descubrir que nadie activó los servicios de emergencia a pesar de haber personas ahogándose.

A la distancia de 14 kilómetros que separa Europa y África la denomina “fosa común”. Territorio de corrientes extremas, fuertes vientos e intensa vigilancia,  se cobra miles de víctimas al año. Lugar de dos caras, la cruel la representa ese mar que termina borrando el rostro de las personas fallecidas. La parte brillante la constituyen esas leyes marítimas que igualan y ponen en el mismo nivel a los que viajan en un yate que a aquellos que lo hacen en patera, el rescate y la urgencia no hace distinción en sus derechos. 

En un tiempo en el que el racismo y la xenofobia ya no se esconden, en los que el delirio y el rechazo a lo diferente envenenan discursos políticos y redes sociales, voces como la de Helena Maleno dan una perspectiva real de la situación por encima de bulo, el prejuicio y el análisis desde el confort de la lejanía. Ponen rostro a las cifras, proporcionan visibilidad a las personas por encima de contextos y precisan con datos realidades a las que la ignorancia o el miedo recubren de odio. Una voz la suya que contribuye, en definitiva, a zarandear la burbuja desde la que tantos opinan sobre una realidad, la del proceso migratorio, que está aquí y es indisoluble a la hora de encauzar el presente y encarar el futuro.

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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