LA EUROPA DE LA ULTRADERECHA


Aunque es ahora cuando confluyen multitud de ensayos, documentales y discursos sobre el auge de los partidos de extrema derecha, se está ante un fenómeno político y social que no es nuevo y que viene zarandeando Europa y amenazando a la democracia desde hace ya más de una década, con puntales como el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen en Francia o el FPO austríaco del malogrado Jörg Haider. En estos momentos se pueden ver en la plataforma Filmin tres documentales que sirven para ofrecer una singular retrospectiva sobre la situación de la ultraderecha en Europa, con la cámara enfocando los casos concretos de Francia, Hungría y Grecia. El hecho de que ninguno de estos trabajos esté ceñido a la más estricta actualidad no les resta interés, sino que pone de manifiesto las singularidades, semejanzas y evolución de un proceso que no deja de ser, con sus particularidades, un caudal expansivo de odio e irracionalidad y que ya está abriéndose paso, por ceñirnos a la cercanía, en España, con sus propios rasgos identitarios heredados y actuales, con la irrupción de Vox.


1. ‘EL EJÉRCITO DE MARINE LE PEN’
(Fréderic Biamonti. Francia, 2015): 

Trabajo que explora el denominado proceso de ‘desdiabolización’ del entonces FN (Frente Nacional), hoy RN (Agrupación Nacional), un término usado por sociólogos y que hace referencia a ese lavado de imagen impuesto por la formación de extrema derecha francesa con el objetivo de llegar a un mayor número de votantes. De la agresividad, la incontinencia verbal y el machismo rancio de Jean-Marie Le Pen a la sofisticación y calculada frialdad de su hija Marine. El documental dirigido por Frédéric Biamonti se centra en las elecciones municipales de 2014 y en el devenir de los candidatos del FN en cuatro localidades del norte y sur del país, mostrando el diferente perfil de votante en ambas latitudes. Resulta paradigmático como la extrema derecha ha conseguido arraigar entre las clases trabajadoras en la cuenca minera del norte, olvidadas tantos años por los diferentes gobiernos. El sur presenta otras características, y es donde mejor cala el discurso xenófobo que ve a la inmigración como el principal problema. 

‘El ejército de Marine Le Pen’ empieza de forma inquietante en su búsqueda de refrendar la presunta normalidad de los idearios de las diferentes personalidades del FN que salen en pantalla. Esa especie de blanqueamiento inicial se va apagando y transformando en un ejercicio de revelación de lo que hay detrás de esa táctica de la ‘desdiabolización’. Es a través de escenas tan cotidianas como el paseo de un candidato en un mercadillo popular o la búsqueda del voto entre la población más desfavorecida, cuando se alumbra esa otra cara de postulados extremos y de confrontación directa del FN. 

Hay dos instantes a recuperar y que estremecen por la incomodidad que producen. El primero es el encuentro de Florian Phillippot, entonces político emergente del FN, hoy un disidente con formación propia, con un líder vecinal del colectivo gitano del municipio de Forbach que le planta cara en las formas y el fondo, obteniendo como respuesta gestos de prepotencia y una llamada a la gendarmería. El otro es ese intento de las bases del partido de captar votantes entre la misma ciudadanía a la que denigran en sus discursos, en un absoluto desprecio a la coherencia y a la ética. 

El documental finaliza con los resultados electorales en los municipios en los que se ha grabado, con un balance agridulce para el FN. Seis años después, el RN ha reforzado el liderazgo de Marine Le Pen, arrinconado al padre, y sobre una potente base de once millones de votantes apunta al alza en medio de una Francia agitada entre las movilizaciones incansables de los chalecos amarillos, las continuas huelgas de transporte y los efectos todavía no calculables de la pandemia. 


2. ‘HUNGRÍA 2018’ (Eszter Hadjú. Hungría, 2018)

Ver ‘Hungría 2018’ tiene el efecto de estar ante una proyección del subgénero de sectas, tal y como muestran esos auditorios sumisos ante la escucha una y otra vez de un mismo discurso, una especie de letanía adormecedora que habla de un enemigo invisible, con continuas proclamas históricas, sin ningún tipo de conexión con la realidad del día a día y con un líder mesiánico al frente, el ínclito Viktor Orban.

Eszter Hadjú contrapone en ‘Hungría 2018’ los mítines que diferentes miembros del partido en el poder, Fidesz, realizan en la campaña de las elecciones de 2018 con la pelea quijotesca del candidato del DK (Coalición Democrática), Ferenc Gyurcsány, un hombre íntegro y que aceptó ser filmado tanto en su quehacer político como en la intimidad. Es revelador para entender la complejidad del reto al que se enfrenta este político ese pequeño discurso que da ante los medios de comunicación en una plaza de Budapest y que se ve interrumpido por las amenazas de un neonazi que irrumpe entre el gentío. En un documental frío y aséptico que ni siquiera recurre a una voz narrativa, parte del equipo de filmación prefirió que su nombre no apareciera en los títulos de crédito por temor a represalias. La violencia soterrada, el temor que se siembra entre los que plantan cara, es otro de los elementos básicos en este tipo de formaciones políticas de ultraderecha y que se desliza en cada escena de ‘Hungría 2018’. 

Si lo que se puede escuchar en esos abarrotados salones de actos municipales de pequeñas ciudades de provincia es aterrador (se habla de temor a violaciones colectivas por parte de refugiados o de la homosexualidad como enfermedad), lo peor llega en el desenlace, con los resultados electorales. Hasta el último momento Gyurcsány confía en la posibilidad de un cambio, en esa Hungría abierta que defiende y que apuesta por los derechos humanos. Su optimismo se apoya en datos, el mayor índice de participación en unas elecciones desde la caída del comunismo. El varapalo posterior borrará cualquier atisbo de esperanza. Fidesz arrasó (133 escaños por los 9 de CD) y no solo eso, el segundo partido más votado fue Jobbik, todavía, si es posible, más escorado a la derecha. Más del 70 por ciento de votos para la extrema derecha que dan poco margen para creer en esa Hungría beligerante con los postulados extremistas. Todo lo contrario, evidencian un grueso del electorado que apuesta por un discurso belicoso y de enfrentamiento, de rechazo a la inmigración (“¡si no han visto nunca a ningún refugiado!”, clama Gyurcsány en referencia a los habitantes de un pequeño pueblo) y obsesionado con la figura del magnate George Soros, mientras su país exhibe unos niveles de pobreza muy superiores a la media europea o uno de los peores sistemas sanitarios del continente, sin que esto parezca preocuparles.


3. ‘LAS CHICAS DE AMANECER DORADO’. (Havard Bustnes. Noruega, 2017)

Fue en Grecia donde comenzó a tomar una repercusión mediática inusitada el tema del auge de las formaciones políticas de extrema derecha. Aunque fue legalizado como partido político en 1993, Amanecer Dorado irrumpió en 2008 como tantas otras harían después, con un discurso anti-establishment, patriótico y de rechazo al inmigrante, adornado en su caso con una estética militar y una indisimulada parafernalia calcada al movimiento nazi alemán, como bien se podía apreciar en su logotipo. Los medios de comunicación empezaron a prestarles atención, se inició un proceso de normalización en su imagen y llegaron resultados electorales que les introdujeron en el parlamento. Expertos señalan que el punto de inflexión lo marcó el asesinato del rapero Pavlos Fyssas en 2013, conocido por su activismo antifascista. Solo a partir de entonces se tomó conciencia de qué tipo de personas y qué ideas habían penetrado en el parlamento y en un porcentaje de la sociedad. Hoy muchos de los miembros de Amanecer Dorado están encarcelados y la justicia acaba de calificarla de organización criminal. 

El director noruego Havard Bustnes consiguió en 2015 lo casi imposible, grabar desde dentro a este partido fascista, cuando sus principales dirigentes esperaban juicio entre rejas. Decidió retratar a las mujeres que se quedaron fuera y que en ese paréntesis tomaron las riendas del partido: la madre de un diputado que lleva tatuado Sieg Heil en su brazo, la esposa de otro parlamentario célebre por sus arrebatos violentos y la hija de Nikolaos Michaloliakos, líder de la formación. De los tres documentales reseñados, este es el único en el que el cineasta adopta un rol protagonista e incide en el discurrir de los acontecimientos. Incomoda a las protagonistas, abre el micrófono mientras ellas piensan que está silenciado e insiste, especialmente con Urania, la hija, en rascar, sin resultado alguno, algo de humanidad. 

Aunque tenga el mejor material entre las manos, ‘Las chicas del Amanecer Dorado’ no logra encajar de forma conveniente los dos hilos argumentales, el convencional, basado en imágenes de archivo y que relata la trayectoria de AD, con el individual de las protagonistas, sin llegar a definir un rumbo preciso. Hay al menos, eso sí, un par de escenas singulares, aparte de las ya icónicas y con cientos de miles de reproducciones en Youtube (agresiones en programas en directo, amenazas a periodistas) entre todas las registradas por Bustnes. Una es el tenso y revelador diálogo mantenido por un taxista de Atenas y Dafni, la madre del diputado encarcelado, capaz de justificar afirmaciones y actos atroces escudándose en vagas conspiraciones, y la otra cuando Urania, joven que apoya las ideas neonazis de su padre y que en 2012 ya estuvo implicada en una agresión racista, enseña su colección de cintas de Disney, ese lado tierno que creía estar publicitando. 

‘Las chicas de Amanecer Dorado’ concluye con el bautismo de los hijos de los diputados encausados, una vez ya en libertad condicional. La prisión ha reafirmado sus ideas, más todavía. Deja un sabor amargo que vean el futuro con optimismo. Hoy ya se sabe que este partido, la organización neonazi más violenta de Europa, ya es pasado. Que la suya sea una lección para aprender y que no vuelva a suceder, ya sea en Francia, Hungría o, sin ir más lejos, en los alrededores.

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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