'PARIS STALINGRAD'. Cuando París duele


CRÍTICA DE CINE

'Paris Stalingrad' (Hind Meddeb, Thim Naccache. Francia, 2019. 88 minutos)

Las imágenes recientes de la gendarmería francesa desalojando al casi medio millar de refugiados de la Place de la Republique conmocionaron hasta a los ocupantes del Eliseo. Fue tal la violencia con la que, en pleno confinamiento y en un lugar tan simbólico, se trató tanto a los inmigrantes acampados como a los periodistas que cubrían la noticia, que Macron llamó al orden al ministro de Interior y ordenó una investigación interna. Muchos de estos refugiados venían rebotados de otro campamento desmantelado a la fuerza a pies del Stade de France, en Saint-Denis, donde Francia se proclamó campeona del mundo en 1998. Una imagen icónica, el mito de aquel tan publicitado ‘Black, beur, noir’ otra vez hecho añicos. El documental ‘Paris Stalingrad’ (2019) refleja una realidad similar a estos incidentes que se registró unos años atrás, en 2016, en una palmaria demostración de que la política en derechos de extranjería en Francia no solo no se ha contenido en cuanto a la visibilización de la violencia hacia el colectivo, sino que se ha hecho todavía más ostentosa y cruel, agravada por el contexto de crisis sanitaria. 

La cámara de ‘Paris Stalingrad’ acampa junto a los refugiados que pasaron meses en unas condiciones indignas entre los distritos X y XIX de la capital francesa. Documental comprometido de inicio a fin, no trata de ponerse en la piel de estas personas, las acompaña lo más cerca posible y les deja expresarse. Los cineastas Hind Meddeb y Thim Naccache reflejan la búsqueda de dignidad en un lugar en el que reina el miedo y la incomprensión, que humilla de forma diaria y constante, una jaula en espacio abierto del que tampoco se puede salir. Ya no solo es la amenaza de la violencia policial, explícita en los instantes en los que las tiendas de campaña o instalaciones hechas a base de cartones son derribadas. El temor se extiende al entramado burocrático que obstaculiza todavía más el porvenir de estas personas. Los refugiados, muchos procedentes de países en guerra como Sudán del Sur, Somalia o Afganistán, hacen cola durante semanas delante de la oficina de Terre d’Asile para tramitar su solicitud de asilo entre quejas de vecinos, malas formas de funcionarios y empellones de policías. París les quiere lejos, les rechaza, les habla en una lengua que desconocen y expresa sin decirlo su preferencia por los 34 millones de turistas que recibía anualmente, hoy desaparecidos por la pandemia mientras los vendedores de souvenirs de los alrededores de la Torre Eiffel siguen ofreciendo en soledad sus artículos. Cuando Baudelaire o Hemingway escribieron sobre el lado oscuro de París no podían haber imaginado que la ciudad en la que vertieron tanta tinta podía llegar tan lejos.

Advertía Baumann sobre el error que supone la construcción de muros en lugar de puentes. En el caso de París, se está ante una ciudad que trata de invisibilizar primero y después expulsar lo más lejos posible esta realidad, sin que ya cause sorpresa que un consistorio de izquierdas como el liderado por Anne Hidalgo haya hecho suya una política más propia de la derecha. ‘Paris Stalingrad’ acierta también al acercarse a esa ciudadanía de París que se niega a aceptar lo que pasa por delante suya; colectivos como Utopia56 o Les Midis de Mie, y personas anónimas, como la mujer que en un momento del metraje expresa su más enérgico rechazo a la forma en el que la gendarmería está tratando a una embarazada en medio de un control. El deber ético de oponerse a la vulneración de los principios más básicos de las personas, con el silencio y la pasividad como cómplices. Reveladora es la conversación que se desarrolla con Agathe Medimi una de esas parisinas trabajando lejos de los aplausos y los elogios. Es la fundadora de Les Midis de Mie, una asociación que ayuda a los menores no acompañados. Con su Twingo recorre la ciudad ofreciéndoles alimentos, buscándoles recursos habitacionales o simplemente haciéndoles sentir que no están solos. París también son ellos. 

El riesgo pasa por convertir estas situaciones en un decorado más de la ciudad y a esas personas en unos figurantes sin nombre, pasado, presente y menos futuro. ‘Paris Stalingrad’ articula un discurso contrario  a este planteamiento a través de Souleymane, un joven sudanés de 18 años que deambula por el centro de la ciudad mientras explica sus orígenes, en Darfur y en una familia de clase media, el recorrido que le llevó a París y el derrumbe de sus expectativas una vez llegado a Europa. “Alguien sin problemas no vendría aquí”, explica. De fondo se escuchan versos de poemas escritos por él mismo, dotando al documental de un aliento lírico que se cruza con una realidad difícil de digerir. 

Lejos quedan los principios republicanos de libertad, fraternidad e igualdad, ideales una vez más en entredicho. Tan destrozados como los sueños de Souleymane y de tantos otros por construir la vida digna que con tanto empeño quieren impedir las políticas diseñadas en materia de asilo y protección internacional y los discursos de odio y xenofobia, cada vez más latentes a nivel social.

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL 

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