'MaPa'. La vida y sus reveses

CRÍTICA DE SERIE

'MaPa' (Jano Ben Chaabane. Alemania, 2020. 6 episodios de 30 minutos)

Protagonista treintañero que a los seis meses de tener una hija ve como su pareja muere repentinamente. Como punto de partida para una miniserie no apunta a trago apetecible, y peor aún con la carga emocional que se acumula últimamente con pandemias, confinamientos y demás pululando alrededor. Tampoco alivia esa promesa leída en la sinopsis de balancear drama y comedia, ya que se parte desde una premisa descarnada que puede desequilibrar todo intento de combinar géneros. Aun así, ‘MaPa’ se las ingenia para superar esa idea de inicio y, desde un lugar que no deja de ser incómodo y mediante un tono general de extrañeza y melancolía bruta, cautivar con un resultado de hiriente madurez y sensibilidad. 

Metin y Emma son una pareja como tantas, algo alérgica al compromiso, con sus proyectos por delante y todavía tratando de contener el terremoto que se ha incrustado en sus rutinas tras el nacimiento de un bebé. El primer capítulo arranca con Metin (excelente Max Mauff) en pleno proceso de duelo y será a través de flashback ocasionales cómo se irán revelando las aristas y planicies de la que era su relación de pareja. Ya desde esa toma de contacto se contempla la compleja relación con su madre y la variopinta y algo estrafalaria galería de amistades que hacen lo que pueden para acompañarle y pocas veces aciertan con lo adecuado. Personaje estático y contemplativo en esos compases, empezará a moverse cuando lo insólito de lo cotidiano haga presencia y aprenda a digerir un dolor que le pertenece, aunque aprenderá que no solo es suyo. La asimilación de la pérdida, la necesidad de seguir adelante personificada en la pequeña Lene y la progresiva adaptación a un nuevo estatus, el de aprendiz de padre en soledad, serán los siguientes pasos a cumplir, con sus previsibles tropezones, pausas y pesares. 

‘MaPa’ elude con prestancia lo lacrimógeno, como ya hiciera un largometraje también alemán, ‘Stopped on track’ (Andreas Driesen, 2011), con el que comparte tonalidad en el trato de trances relacionados con el dolor de la pérdida. Sabe mantener esa distancia con el agujero de la tristeza y la compasión por la que caen tantas producciones similares, también con la comedia extravagante que busca suavizar entre tamaña tragedia. En la incredulidad de Metin, su a veces exasperante mutismo, sus silencios y su progresiva aceptación de una gran derrota, pero no definitiva, reside buena parte del potencial de ‘MaPa’, una propuesta sutil, contenida y que apenas se desboca, un sorprendente ejercicio de madurez dada la juventud de los que figuran al mando, especialmente de Alexander Lindh, creador y uno de los guionistas. Demuestra paciencia a la hora de moldear personajes y argumentos, puesto que, tras un arranque lento y centrado en la relación maternofilial, no es hasta el tercer capítulo cuando ‘MaPa’ comienza a adquirir personalidad propia y relevancia, con ese certero y conmovedor epílogo en el que la figura de la pareja fallecida adquiere visibilidad y su más preciado legado une a dos personas que sufren por motivos diferentes. 

Otro descubrimiento es ese cuarto capítulo en el que Metin cree haber encontrado en Harry, propietario de una tienda de reparación de bicicletas, una referencia al coincidir en la pérdida temprana de sus parejas al poco de tener descendencia. Es un episodio espejo, en el que el protagonista advierte un amigo y termina descubriendo un futuro posible que todavía está a tiempo de corregir, un modelo de escritura en cuanto a la sutilidad con la que se puede erosionar el discurrir de un personaje. Todo sucede mientras Metin aprende a convivir en solitario con un bebé: el biberón a la temperatura adecuada, la boca cerrada ante la comida preparada con el mayor de los cariños, los lloros interminables y el primer día de guardería. Escenas que son como un decorado de fondo que impregna poco a poco de ingenua humanidad a lo que pasa. 

‘MaPa’ no obvia el tan de moda ejercicio de la metaficción en su quinto episodio, cuando Metin, de profesión guionista, descubre tras volver de su baja que sus compañeros de habitáculo han creado un drama con los mimbres de su propia historia. Recuerda en esos pasajes a la serie española ‘Mira lo que has hecho’, tanto en la forma en la que los protagonistas entran y salen de ese juego, como en ese leve matiz cómico que hace que una fórmula ya demasiado gastada no incomode. Es precisamente ese capítulo el que escribe sin querer una de las más hermosas declaraciones de amor que no llegaron a hacerse, la de ese cuadro con el que culmina la subtrama del móvil de Emma, interpretada con acierto por Lia von Blarer. 

El capítulo final es un largo flashback que lleva a los últimos momentos antes del fallecimiento de Emma. Funciona como cierre de un círculo, una vez ya se había dejado a Metin anteriormente en el inicio de la ruta correcta. Deja un regusto algo amargo, deseosos como se estaba de seguir acompañando a ese personaje de poso bartlebyano que ya se había hecho un hueco especial entre tanta desventura. Amplio puzle de lento encaje, ‘MaPa’ habla desde el cariño de temas potentes tantas veces dejados de lado e incluso, y hay que subrayarlo, se adentra en lo sociológico con intención crítica con algunos de los trallazos más directos que se han visto en pantalla sobre la xenofobia y el racismo latente en la sociedad alemana, hasta en aquel buenrollista que presume de tener serigrafiado un ‘Welcome Refugees’ en su mochila, ejemplo válido para retratar a aquellas personas que presumen de empatía y compromiso en su esfera pública y después ejercen lo contrario o lo ignoran buscando solo un beneficio propio sin que sepan que a larga no será tal. 

Valiente y hermosa ‘MaPa’, que pese a su brevedad y su aparente ausencia de pretensiones, puede llegar a calar muy hondo. 

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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