‘OTRA RONDA’. El frasco: con él y en él.




Crítica de cine.

‘OTRA RONDA.  (Thomas Vinterberg. Dinamarca. 116 minutos. 2020.)


Charles Bukowski escribió lo siguiente: “Si estás feliz, bebes para celebrarlo. Si estás triste, bebes para olvidar. Si no pasa nada, bebes para ver si pasa algo”.  Esta es una premisa que podría aplicarse en diferentes instantes en la notable película del casi siempre controvertido Thomas Vinterberg. 


‘Otra ronda’ supone frescura en un género muy tratado en el cine. Curiosamente es tratado en relación a la educación y el modo en el que los docentes imparten las clases, la reacción de los alumnos y los padres como popes que quieren seguir controlando absolutamente todo en los hijos. Esta parte es muy correcta y, aunque la educación danesa pueda distar de la española en muchos aspectos, tal y como la plantea la cinta, el asunto es altamente reconocible. 


Vinterberg explora un apartado distinto que lleva —o puede hacerlo— a lo incontrolable. Toda la historia parte de una premisa real del psiquiatra noruego Finn Skarderud en la que mantiene que el cuerpo humano tiene un déficit de alcohol del 0,05%. A partir de ahí, este grupo de profesores, cuya vida atraviesa un momento en el que deben aceptar que el paso del tiempo es algo real, deciden dar un impulso a sus carreras y, por supuesto, a sus vidas para probar lo que significa impartir clases con el 0,05% de alcohol en sangre. Lo que en un principio es un éxito se va enturbiando por ese deseo de experimentar con algo que puede transformarse en una trampa. El tema está tratado con seriedad, pero no se prescinde de elementos cómicos. 


Desde el guión existe un equilibrio muy bien representado por unos actores -sublimes- que se manejan con acierto en todas las situaciones sin caer en el exceso gestual. El alcohol se trata como un fenómeno inspirador en una determinada graduación que, si se lleva al límite, puede ocasionar problemas severos en las vidas. No se esconde a las víctimas, en esta ocasión los familiares, que padecen estos cambios. Del mismo modo que el que no tiene familia se hunde en el reverso del experimento. Esto sirve para que otros problemas estallen y lleguen funestas consecuencias o cambios que viran las relaciones. El camino que recorre la trama podría antojarse en algún instante demasiado veloz, fundamentalmente cuando se pierde el control. Es un tramo en el que los acontecimientos cobran demasiada celeridad, pero no por ello la película varía su ritmo interno. 

El personaje al que da vida Mikkelsen tiene más peso que el resto. En él, se aprecia a ese hombre que parece ahogarse en sus rutinas y es el más reticente a entrar en el experimento, pero, una vez dentro, lo disfruta y recibe con agrado ese cambio en su vida marital y laboral. Sus clases sufren una transformación en la que la creatividad es llevada al aula y comienza a plantear cuestiones muy interesantes de personajes relevantes en la historia y su relación con el alcohol. Los alumnos se entregan con fervor a este cambio de modelo de enseñanza. También los diálogos conyugales son más interesantes y el regreso de la risa se instala en la convivencia. Mikkelsen regala un baile final que no puede catalogarse de efectista y que casa muy bien con el momento en el que sucede. 


Vinterberg maneja la cámara con inteligencia y emplea movimientos precisos. Hay fragmentos en los que la dirección parece evocar ciertos fundamentos del movimiento Dogma, pero en sus manos parece que ha evolucionado. Todo instante está captado con veracidad y los momentos más espinosos son expuestos con delicadeza fílmica. ‘Otra ronda’ es una buena película en la que el experimento, la verdad, la amistad, la tragedia y el afán por aportar dulzura a la monotonía son unas premisas que conforman un caballo vencedor. 


IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ 


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