Autor: Håkan Nesser
Editorial: Providence ediciones (Argosy Narrativa).
Páginas: 222
Año: 2020
Traducción de Kristina Lindström y Nuria Pérez Matesanz.
Ha tenido que ser la cada vez más notable Providence
ediciones la que haya apostado por la traducción, ¡por fin!, de la espléndida
novela del escritor sueco Håkan
Nesser. El motivo por el que el texto no había llegado antes a España
ya comienza a ser menos misterioso si se atiende a diversas apuestas editoriales
que, sin conocer bien las causas, dejan en el olvido títulos maravillosos como
este que nos ocupa. La narrativa nórdica y, en concreto, su vertiente policiaca
está teniendo una excepcional acogida, de ahí que todo resulte
aún más extraño. Providence ediciones está consolidando un catálogo magnífico y
su clara apuesta por motivos suecos, ya sea en la figura de Widerberg como
demostró en un sugerente volumen que publicasen en 2019 o con títulos futuros
dedicados al maestro Bergman, sitúan a la editorial como un claro referente de
la trasmisión de la cultura sueca. El
trabajo de traducción que han llevado a cabo Kristina
Lindström y Nuria Pérez Matesanz es portentoso si atendemos al estilo de escritura de Nesser. Las palabras se acoplan a las
mil maravillas y no era, en absoluto, tarea sencilla.
Todo el texto tiene aroma cinematográfico. Su propia
estructura puede remitir a la del guion, fundamentalmente si se atiende a las
descripciones de unas acciones que se imaginan perfectamente. Las mismas
podrían formar parte de las acotaciones de cualquier guion o de una escaleta en
busca de producción o subvención. Los referentes que Nasser plantea van desde
la belleza de Kim Novak a elementos puros del género, cierto aroma envuelto en
humo, bebida, colillas y lluvia inoportuna u oportuna, según se mire, reinan en
muchas de sus páginas.
El año original de la publicación fue un lejano 1998.
Es admirable comprobar que este libro ha sido lectura obligatoria en los
institutos de Suecia y su éxito es innegable a día de hoy. Este acontecimiento
resulta muy curioso si se presta atención al nivel de lecturas que se mandan en
secundaria (sin contar los clásicos). ¿Estarían los alumnos preparados para una
lectura así? Cuesta creerlo y más si se analizan algunas de las situaciones que
pueden resultar indecorosas para ciertos sectores. En esta proliferación de
mirar al otro lado y de ocultar diferentes acontecimientos, resulta poco probable que los alumnos en la actualidad pudiesen leer un
texto como el de Nesser. La primera pregunta sería: ¿Quién o qué es Kim Novak?
Kim Novak nunca se bañó en el lago de Genesaret es un texto que pertenece claramente al
Bildungsroman o novela de formación.
El texto dialoga de alguna manera con textos de Yuri Herrera, de Salinger, de
Hesse o de Harper Lee. Un viaje por las entrañas del dolor, del descubrimiento,
de la huida, de lo oculto y del descubrirse a uno mismo y ser consciente de ese
cambio. Gran parte del manuscrito describe el verano de un adolescente que
tiene a su madre enferma terminal y se va con su hermano y su amigo Edmund a su
casa de verano. Alejados del hospital, alejados del olor a medicina y de los
momentos funestos que acompañan a ambos amigos en las figuras de sus madres,
ambas enfermas, de alcoholismo una y cáncer terminal la otra. El lenguaje que
emplea el escritor sueco no pretende ser educado, no se aleja de la escatología
ni renuncia a escribir sobre un alcoholismo aterrador o la ausencia del padre.
Las descripciones que emplea son propias de un realismo que mastica miedo,
ilusión y ganas de huir. Las referencias a la escatología son abundantes pero
los protagonistas de todo el entramado son dos adolescentes en búsqueda de sí
mismos, que comienzan a conocerse y encontrar respuestas a todo aquello que en
el instituto no parece existir. El halo del fervor envuelto en esa atractiva
profesora que parece ser una copia idéntica de la belleza de Kim Novak es un
buen nexo para ir conformando lo que algún día serán.
La historia es narrada por un adolescente, ya en su
madurez, que evoca ese verano epifánico y repleto de desventuras, engaños, anhelos
y putrefacción envuelta en muerte. El personaje madura a ritmos forzosos y
Nesser ahonda en ese conocimiento íntimo en el que los protagonistas de los acontecimientos van adentrándose, en ocasiones
con miedo y en otras con ilusión. Ya nada será igual, todo va a quedar grabado en la memoria porque ellos mismos son los protagonistas de esa película de su vida. Nesser inserta diálogos
ágiles, muy propios de guiones bien escritos. Esto es motivo de alegría y más
cuando se observa el modo tan absolutamente alejado de la verosimilitud que
poseen muchos novelistas cuando dan voz a sus protagonistas.
Los personajes que componen la trama están
perfectamente definidos y, en ocasiones, la conjunción del estilo directo e
indirecto potencia que las acciones posean un mayor empaque. El personaje del
hermano del protagonista, Henry, es sumamente interesante. Es unos ocho años
mayor, periodista freelance que ha
decidido no trabajar para dedicarse a escribir una novela. Un texto que avanza,
pero que para el protagonista resulta misterioso porque no consigue saber cuál
es la trama. Lo único que le han dejado claro es que hasta que no cumpla los 20
años no podrá leerlo. El teclear en una máquina de escribir, los discos que
suenan y la página que deja olvidada el escritor suman interrogantes a ese
extraño, cruento y apasionante verano.
Existen peleas, baños y una sorprendente visita, la
de la profesora sustituta que evocaba a la sin par Kim Novak y que ahora es
abrazada, curiosamente, por Henry, el escritor. Esos momentos que comparten en
el embarcadero y en los que ella no se baña en el lago de Genesaret, pese al
calor, transforman el dolor por su madre en una experiencia más llevadera. El
tiempo estival se consume, pero en determinadas edades ese tiempo pasa
cauteloso. No muy lejos, la vida de la madre comienza a apagarse, pero existe
cierto recelo para viajar a ese hospital que le recuerda que lo inevitable no
está demasiado lejos. El protagonista prefiere quedarse, leer, imaginar, comer
lo que sea, pero, ante todo, prefiere a Novak, su sonrisa, su olor y lo que
imagina: “Solo faltaban dos semanas para lo Aterrador, mi madre se estaba
muriendo de cáncer, yo me había roto un dedo, pero, no cabía duda, era un
verano de miedo. En líneas generales. Hasta el momento”.
Los descubrimientos no cesan y más aquellos que
tienen que ver con los actos amatorios de Henry y de Ewa Kaludis —Novak—.
Sucede una escena prodigiosa en la que ambos amigos actúan como voyeurs y observan desde fuera como
ambos amantes practican sexo. El impacto en ambos jóvenes de 14 años es
contundente. La descripción y el manejo del lenguaje que Nesser ofrece en esa
parte es envolvente. Sus palabras funcionan como un cinematógrafo con moviola a
cámara lenta en la que se funden la excitación el deseo y el dolor de una
erección incontrolada.
Hay instantes en los que puede existir un
paralelismo notable con el excelente testamento fílmico de Widerberg, ‘La
belleza de las cosas’ (1995), en la que aquel chaval descubría su despertar
sexual con esa profesora. Ambos textos interdialogan en el fervor de lo
desconocido, aunque el resultado en los adolescentes no sea el mismo. La llama
de algo desconocido se ha instalado en un protagonista que goza de los
encuentros que mantiene a modo de conversaciones con la amante prófuga. La
novela tiene instantes amargos. Kaludis tiene un novio peligroso, un novio con
la mano demasiado larga. Esas secuelas de los golpes dan lugar a una escena
emotiva entre ella y el adolescente protagonista, que continúa alabando su
belleza pese a que Kim Novak no desea ser mirada.
Todo se enturbia por un crimen y las referencias que
hace Nesser a las lecturas de los libros de Agatha Christie que realizan los
adolescentes parecen cobrar vida. Hay elementos que pueden llevar claramente a
algunos de los planteamientos de la escritora británica, pero el autor sueco no
se instala en ellos para continuar con personalidad un relato que comienza a
asfixiar por sus posibles consecuencias.
En la segunda parte todo cobra una celeridad mayor.
Los diálogos son más ágiles y los interrogatorios, la desconfianza y la
incógnita de quién será el asesino se van intercalando entre suspiros, viajes,
visitas ingratas y el dolor de la cada vez más próxima muerte de una madre a la
que contempla en sus últimos instantes. Los protagonistas se ven envueltos en
la investigación, pero el tiempo —que no deja de ser un protagonista más en
todo— avanza sin cautela. La elipsis en la segunda parte cobra más protagonismo
pero está ingeniosamente resuelta con una entrega de amor delicada. Amor y
muerte se van enlazando. Muerte, incógnita, cambios físicos, aparentes olvidos
y el reencuentro con un deseo.
‘Kim Novak nunca se bañó en el lago de Genesaret’ es
un texto que respira cine, literatura, entrega, muerte y anhelos satisfechos. Håkan Nesser construyó un texto repleto de
todos aquellos elementos que posteriormente desarrollaría en su excelente
carrera. Si los alumnos de secundaria leyesen textos así podrían ir enterándose
de ciertos elementos que, de un modo u otro, van a estar presentes en sus
vidas.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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