‘El buen
patrón’ (Fernando
León de Aranoa. España, 2021. 120
minutos)
Película de personaje en la
que Javier Bardem se mueve a las mil maravillas para representar a un pícaro
eficiente, un negociador, un sanguinario, un mercenario que solo tiene un
objetivo: la balanza equilibrada, a su manera, pero equilibrada. Fernando León
de Aranoa, tras su periplo internacional con dos títulos flojísimos como son ‘Un
día perfecto’ (2015) y ‘Loving Pablo’ (2017) ha regresado, de la mano, eso sí,
de Javier Bardem, a España y lo ha hecho con una película eficiente pero
tramposa en muchos aspectos.
Toda la primera parte posee
fuerza, destreza e interés, fundamentalmente por el personaje interpretado por
Bardem. Julio Blanco, es dueño de una empresa que se dedica a fabricar básculas
industriales e intenta hacer creer a sus empleados que son su familia. Todo
verosímil, todo encaja y tras esa sonrisa y esas buenas intenciones hay algo
más. En Blanco se dan todos los tópicos, pero están muy bien trabajados para
que los mismos posean atracción. Las mismas fisuras quedan al descubierto en la
portentosa escena del despacho al despedirse de las becarias.
La película está dividida en
días de la semana, de ese modo se puede apreciar la rutina de la empresa y cómo
Blanco lo maneja todo de su particular manera. El principio en sí mismo es una
trampa que le ayuda a justificar una acción. En su experiencia de guionista ha
querido dejar claro León de Aranoa su especial predilección por atar cabos. Lo
consigue en algún tramo, en otros deja a los personajes demasiado a la deriva.
Uno de los aspectos más llamativos que posee la cinta es el observar la “falsa”
proximidad que tiene Blanco para con sus empleados. Esto y la división en días
es algo engañoso porque las reacciones que se van sucediendo parecerían abarcar
periodos de más de un día, pero bueno, hay que aceptar que es una ficción,
aunque se luche desde todos sus departamentos por aportar verosimilitud.
Blanco es ese jefe que
observa, manipula, escucha, seduce y todo con el único fin del reconocimiento
para la mercantil, o lo que es lo mismo, para él. Su relación con su amigo de
infancia, con su mujer, con los becarios, amigos, prensa, alcalde o el que se
ponga por delante porque nadie vale nada, todos le pertenecen.
Para mostrar a este
personaje sin escrúpulo alguno, León de Aranoa ha recurrido a un humor de
sonrisa que no de carcajada y eso consigue que la película posea una fluidez admirable. Su peso
dramático, que no es otro que el del reconocimiento por parte de una comisión
designada para premiar la excelencia empresarial, comienza a decaer hacia el
último tramo. El principal problema es la celeridad que adquieren determinadas
acciones porque en el afán narrativo de recorrer casi todos los aspectos
vitales de Blanco, muchos de ellos quedan descompensados. El ritmo propuesto se
corrompe en busca de una duración no demasiado alargada y en ese aspecto es
cuando comienza a ser más endeble su estructura. Hay demasiados giros de guion
que buscan ensamblar la historia y que no se pregunte demasiado sobre la misma.
Se recurre a una sencillez resolutiva no exenta de un exceso un tanto
innecesario que casa poco con la propuesta inicial, para ello estaba aquel
mencionado principio.
En el aspecto visual ‘El
buen patrón’ posee una dirección correcta, más hábil y sugerente en los
primeros compases con una secuencia admirable en el monólogo de Bardem para
después refugiarse en el plano contra-plano. Su fotografía peca de no viajar
por los matices que poseen los personajes en todos sus claroscuros. El reparto
actoral es estupendo. Comandados por un impecable Bardem que llega a ser tan
sibilino y cobarde como podría haberlo sido Ricardo III, consiguen una
verosimilitud repleta de destreza. El elenco entero posee fuerza y los trucos
interpretativos, que los hay, están bien trabajados.
‘El buen patrón’ es una
película que se ve bien, su dinamismo a lo largo de dos horas es una de sus
principales virtudes. Ahora inicia su andadura para los Oscar, pues que tenga
suerte.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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