Crítica de cine.
‘Sin tiempo
para morir’ (Cary
Joji Fukunaga. Reino Unido, 2021. 163
minutos).
Tan larga como insustancial.
Tan pretenciosa como aburrida. Es una lástima que el adiós de Daniel Craig al
personaje de Bond haya tenido una despedida tan vacía. El arco que han
conformado los cinco títulos protagonizados por el actor británico ha ido en descenso
hasta llegar al tedio. Su comienzo con ‘Casino Royale’ (2006) fue un pelotazo
de creatividad. Nada más sugerente que para reflotar la saga que regresar a los
inicios textuales de Fleming con una novela directa que servía de fogonazo de
salida -de nuevo-. Era complicado dar con la tecla adecuada tras esas películas
protagonizadas por un Pierce Brosnan en misiones ridículas. Mereció mejores
guiones y su porte no fue a ningún lugar como ya sucediese con Timothy Dalton.
Algo muy bueno que ha tenido la saga es aportar actores serios y magníficos
profesionales para conformar una mayor verosimilitud a todos los entramados.
Con la mencionada ‘Casino Royale’ y su incontestable éxito creyeron encontrar
la clave del nuevo universo Bond. De acuerdo, el mismo se sostuvo en la menos notable
‘Quantum of Solace’ (2008), pero ya después comenzó el desvarío.
La elección de Sam Mendes
como director pudo ilusionar en los créditos iniciales pero sus dos
aportaciones están plagadas de clichés y ridiculeces varias que se alejaban de
nuevo del universo Bond, para regresar a experiencias tormentosas pasadas. De
hecho, la elección de Villanos, si se exceptúa, a Le Chiffre, brillantemente
interpretado por Mads Mikkelsen, han sido una sucesión de chiflados sin calado
alguno y anclados en la sobreactuación más innecesaria -sí, Bardem incluido-.
‘Sin tiempo para morir’
alarga el chicle del amor pasado y los ecos al primer título de la saga son
casi burlas que ridiculizan al personaje transformándolo en un ente perdido e
insulso. No hay nada en este último Bond que evoque al ideado por Flemming. Hay
un vacío que solo se sostiene por la calidad interpretativa de Daniel Craig. Esta
última entrega arrastra el pasado, pero lo hace de un modo un tanto
inverosímil. Pasa inadvertido y a nadie parece importarle demasiado. El sentir
de Bond ha mutado hacia el amor eterno, el amor fantasioso, el amor de la
telenovela, el amor de los cuentos amables y claro, el personaje gira sobre
ello sin importar nada. Todo ese pasado que podría llevarle a algo más
sugerente se ve lastrado por unas intencionalidades ridículas que parten de un
guion que no tiene sentido encuadrar en un universo tan trabajado. Flemming
dejó atadas unas bases sólidas que podían ser reinventadas, en eso jamás ha
habido problema alguno, las complicaciones han llegado cuando los nuevos
creadores se han sentido más responsables y listos que el creador original.
Esto con Shakespeare es una constante, con Bond igual. El resultado es
estremecedor en el peor de los sentidos. Nada huele a Bond. Es factible que
todo sea por ciertas imposiciones sociales, pero Barbara Broccolli ha estado
muy poco brillante en permitir un alejamiento tan osado y vacuo de la línea
marcada.
En esta última ocasión se
trata de un Bond en el retiro. De hecho 007 ya no es Bond y solo por un giro
forzadísimo de guion lo vuelve a ser casi al final del metraje. Se dedica a
pescar y a disfrutar de su mansión en Jamaica hasta que su “hermano” Felix
Later acude en su búsqueda. A partir de aquí el desvarío es máximo con la
excepción de las escenas en Cuba, única parte de la película en la que hay
humor con una repentina Ana de Armas que hubiese merecido un desarrollo mayor, fundamentalmente
en un humor que brilla por su ausencia. En los créditos aparece Phoebe
Waller-Bridge pero lo que en apariencia pueda ser su fuerte, ese humor con socarronería,
no está en ningún lado. ¿Por qué hacer un Bond prescindiendo de elementos
potenciales?
La amante pasada, la
presumible traición, el reencuentro, el malo de ayer, el pasado, el pasado y
más pasado y cómo no podía ser de otra manera, las madres. La obsesión que ha
existido en toda la saga desde el tercer título, "Skyfall" (2012), con este
aspecto es alarmante. El resultado de la agonía progenitora llega a su más alto
nivel en esta última aventura. Ya no solo la de Bond, también la de su amante, su “amor inmortal”. Toda la
misión es una caricatura que juega a homenajear. Hay un anhelo de recordar al
espectador que ya existió un Bond enamorado -y eso que este lo fue también- y
al que no le fueron bien las cosas, como fue el interpretado por George
Lazenby, actor que mereció también mejor suerte, en ‘Al servicio secreto de su
majestad’ (1969). Hay un paralelismo en cierta agresividad entre ambos actores
que conforman los Bond que golpean más duro. La música de Louis Armstrong evoca
al título pasado y no es por casualidad. Los chistes que hay son homenajes sin
estilo. ¿A qué viene esa advertencia continua de lo que puede suceder? Cierto
es que el tema de Armstrong es una virguería, pero algo rezuma falta de
creatividad en una reincidencia tan poco sugerente. Una vez que los errores del pasado han sido
olvidados es el turno del regreso al MI6, de las frases majestuosas de amor y
de la aparición del personaje más esperado, en esta ocasión, envuelto en forma
de niña.
Cuando todo va bien el
pasado regresa con furia para transformar la película en otro disparate plagado
de homenajes. En esta ocasión es ‘Agente 007 contra el Dr No’ la que reina. Esa
isla repleta de veneno, muerte y putrefacción no deja de ser un grito a la
falta de originalidad. Cuesta mucho creer que las personas responsables del
guion conociesen las novelas de Fleming. Craig comenzó siendo Bond para
terminar siendo lo más alejado de Bond. Cary Joji Fukunaga dirige de un modo
tan impersonal que parece que aquella primera temporada de ‘True detective’
(2014) fue un golpe de suerte. Bond ha quedado a la deriva y mientras no se
pongan serios con las historias nada podrá avanzar. Las novelas de Fleming se
terminaron, pero hubo continuadores excelentes que pudieron hasta superar el
original o cuando menos no quedar alejados del mismo como es el caso de
Kingsley Amis con aquella novela brillante protagonizada por Bond y que tituló ‘Coronel
Sun’. ¿Acaso no sería una buena solución? Mientras tanto, ‘Sin tiempo para
morir’, que a veces entretiene en la primera mitad pero que se pierde en una
zozobra de calamidades y finales sin fuerza. Triste final para Craig, muy
triste, porque su composición como doble cero fue magnífica.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ.
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