‘LA OMISIÓN DEL SI BEMOL 3’. Amor entre Mozart y una jaula.

 

FOTOGRAFÍA MARCOS GPUNTO

Crítica de teatro.

`La omisión del si bemol 3’.

Teatro Quique San Francisco.

Autoría y dirección: Denise Despeyroux.


Denise Despeyroux ha conseguido con este proyecto un resultado extraordinario. Supone una combinación sobresaliente entre un material reconocible por todos y otro que va secuestrando a ese planteamiento inicial. Uno de los mayores aciertos que posee la puesta en escena es el continuo elemento sorpresa. El mismo jamás agota porque está entregado en pequeñas dosis. El montaje parte de un texto sólido y muy ingenioso en esas vueltas de tuerca que el mismo plantea.

Su inicio forma parte de un lugar común pero la autora enseguida hace una llamada de atención y lo que resulta reconocido pasa a segundo lugar. Ahora la música clásica -que ya estaba en el prólogo a modo del programa del doctor Atila- pasa a adquirir relevancia. La pandemia, la educación y las diferentes arias musicales cobran un divertido protagonismo porque la obra se maneja muy bien entre una parejada de Ingmar Bergman con elementos cómicos de Woody Allen para llegar  al terror en el que  incluso la sombra de un primer Cronenberg parece planear por momentos.

 Hay una apuesta por el ritmo acertada porque jamás el espectador puede relajarse en sus continuos sobresaltos. El texto es atrevido, sugerente y va llevando por esas aristas emocionales que puede conllevar el hecho de estar en una pandemia con un niño de pocos meses. El tiempo se maneja de manera inteligente y el mismo pasa, pero no es un torbellino ni despista, sitúa. Esta agilidad textual cobra fuerza con los dos actores que conforman la pareja protagonista. Maya Reyes y Antonio Romero realizan un trabajo estupendo en esa búsqueda. El arco interpretativo  que construyen es sumamente sugerente porque no se instalan en un único estado. A medida que avanzan los cuadros, ellos van modificando del mismo modo que lo hace el exterior. Todo hacia ese eterno interrogante del desconocimiento. Esas noticias que llegan, el confinamiento y el desconocimiento de lo que sucederá se instala en el devenir de la relación. Esas grietas emocionales que parecen que van resquebrajándose comienzan a adquirir diferentes matices y toda la situación que se planteaba vira sin recurrir a la falsa sorpresa, asunto que se antojaba aparentemente complicado en su exposición.  

La educación de un hijo, algo tan complejo, se expone en un camino que también evoluciona. Desde la distancia hasta la comprensión para llegar a una decisión conjunta. Puede ser por la música -hay que destacar la voz de Maya Reyes cuando entona el canto- ya sea la clásica o ese pop rancio que critican, el parque, los otros niños, los comentarios de los allegados o las costumbres espeluznantes de ciertos hábitos que quieren tomarse como naturales. Todo apunta hacia una dirección de comprensión y unión. El viaje se ofrece completo y el mismo jamás recurre a un artificio grotesco. También merece destacarse el movimiento de los actores, nunca es excesivo y eso se agradece porque remarca el valor textual.

Despeyroux apuesta por lo progresivo. Son muchas situaciones las que se dan y las mismas llevan un camino firme hacia ese miedo que proporciona angustia. Aunque todo pueda recrudecerse no se prescinde del humor que, también, por momentos, puede evocar a un primerizo Peter Jackson. Eso mantiene el montaje muy vivo y se agradece. El amor a un hijo, los celos, los anhelos, las suegras y esas pequeñas cosas que ya no se toleran de la pareja. Todo cobra vida en un espectáculo que emplea una escenografía funcional que acompaña al texto sin cobrar un protagonismo innecesario. El aspecto visual a modo de las intervenciones del misterioso doctor ilustra las transiciones, de este modo se suavizan y tienen una razón de ser.

‘La omisión del si bemol 3’ es un montaje original en el que todo baila a un son en el que el espectador asiste a esa comedia envuelta en terror y en mucho amor.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ



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