`La omisión del si bemol 3’.
Teatro Quique San Francisco.
Denise Despeyroux ha
conseguido con este proyecto un resultado extraordinario. Supone una
combinación sobresaliente entre un material reconocible por todos y otro que va
secuestrando a ese planteamiento inicial. Uno de los mayores aciertos que posee
la puesta en escena es el continuo elemento sorpresa. El mismo jamás agota
porque está entregado en pequeñas dosis. El montaje parte de un texto sólido y
muy ingenioso en esas vueltas de tuerca que el mismo plantea.
Su inicio forma parte de un
lugar común pero la autora enseguida hace una llamada de atención y lo que
resulta reconocido pasa a segundo lugar. Ahora la música clásica -que ya estaba
en el prólogo a modo del programa del doctor Atila- pasa a adquirir relevancia.
La pandemia, la educación y las diferentes arias musicales cobran un divertido
protagonismo porque la obra se maneja muy bien entre una parejada de Ingmar
Bergman con elementos cómicos de Woody Allen para llegar al terror en el que incluso la sombra de un primer Cronenberg
parece planear por momentos.
Hay una apuesta por el ritmo acertada porque
jamás el espectador puede relajarse en sus continuos sobresaltos. El texto es atrevido,
sugerente y va llevando por esas aristas emocionales que puede conllevar el
hecho de estar en una pandemia con un niño de pocos meses. El tiempo se maneja
de manera inteligente y el mismo pasa, pero no es un torbellino ni despista,
sitúa. Esta agilidad textual cobra fuerza con los dos actores que conforman la
pareja protagonista. Maya Reyes y Antonio Romero realizan un trabajo estupendo
en esa búsqueda. El arco interpretativo que construyen es sumamente sugerente porque
no se instalan en un único estado. A medida que avanzan los cuadros, ellos van
modificando del mismo modo que lo hace el exterior. Todo hacia ese eterno
interrogante del desconocimiento. Esas noticias que llegan, el confinamiento y
el desconocimiento de lo que sucederá se instala en el devenir de la relación.
Esas grietas emocionales que parecen que van resquebrajándose comienzan a
adquirir diferentes matices y toda la situación que se planteaba vira sin
recurrir a la falsa sorpresa, asunto que se antojaba aparentemente complicado
en su exposición.
La educación de un hijo,
algo tan complejo, se expone en un camino que también evoluciona. Desde la
distancia hasta la comprensión para llegar a una decisión conjunta. Puede ser
por la música -hay que destacar la voz de Maya Reyes cuando entona el canto- ya
sea la clásica o ese pop rancio que critican, el parque, los otros niños, los
comentarios de los allegados o las costumbres espeluznantes de ciertos hábitos que
quieren tomarse como naturales. Todo apunta hacia una dirección de comprensión
y unión. El viaje se ofrece completo y el mismo jamás recurre a un artificio
grotesco. También merece destacarse el movimiento de los actores, nunca es
excesivo y eso se agradece porque remarca el valor textual.
Despeyroux apuesta por lo
progresivo. Son muchas situaciones las que se dan y las mismas llevan un camino
firme hacia ese miedo que proporciona angustia. Aunque todo pueda recrudecerse
no se prescinde del humor que, también, por momentos, puede evocar a un
primerizo Peter Jackson. Eso mantiene el montaje muy vivo y se agradece. El
amor a un hijo, los celos, los anhelos, las suegras y esas pequeñas cosas que
ya no se toleran de la pareja. Todo cobra vida en un espectáculo que emplea una
escenografía funcional que acompaña al texto sin cobrar un protagonismo
innecesario. El aspecto visual a modo de las intervenciones del misterioso
doctor ilustra las transiciones, de este modo se suavizan y tienen una razón de
ser.
‘La omisión del si bemol 3’
es un montaje original en el que todo baila a un son en el que el espectador
asiste a esa comedia envuelta en terror y en mucho amor.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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