ENTRE CUATRO, UNO. EL RESTO DESVARÍO CREATIVO.

 


MISCELÁNEA.


Está costando regresar a una normalidad cultural pero el asunto es complejo cuando se acude a algún evento que como resultado muestran productos pretenciosos, carentes de intencionalidad y sin mucha articulación creativa. Se siguen apostando por los mismos nombres, conocidos, eso sí, pero con pocas ideas, mientras que se continúa silenciando obras de creadores aún sin nombre. Por el momento en cine aportan oxígeno las películas La peor persona del mundo y Compartimento nº 6, de ellas nos ocuparemos en otro artículo. De momento exponemos una selección de lo visto o leído hasta el momento.

 Cine:

‘Madres paralelas’ (Pedro Almodóvar. España, 2021. 123 minutos)

Almodóvar vuelve a naufragar en una historia fragmentada que une dos noticias aparecidas en prensa y que intenta moldear a su antojo sin fuerza alguna. Recurrir a la memoria histórica de un modo tan impostado es muy poco serio. Tampoco la historia de intercambio de bebés va más allá de una anécdota mal resuelta. Las interpretaciones son impostadas y retratan personajes superficiales sin calado ni objetivo a excepción de una excelente Milena Smit, que aguanta el tipo a la perfección entre tanto estereotipo. La dirección no posee ningún elemento reseñable y se extravía en un guion compuesto a base de retazos que jamás interdialogan. La partitura de Alberto Iglesias es una continuación de piezas anteriores que va al margen de la película.  Es factible que la nueva cinta del director, basada en el excelente libro de Lucía Berlín con Cate Blanchet a la cabeza reflote la figura creativa de Almodóvar

‘Introduction’ (Hong Sang-soo, Corea del Sur. 2021. 66 minutos)

El maravilloso poder de creación del director coreano le lleva en ocasiones a realizar obras fallidas como es ‘Introduction’. La misma no posee coherencia alguna y se pierde en planos largos y en situaciones de guion convulsas por la nada que expresan. Personajes que son esbozos perdidos con retazos de intencionalidades no desarrolladas. Obra menor de una filmografía que continúa creciendo sin freno.



Teatro:

Anatomía de un instante’ (dirección: Álex Rigola)

Siguiendo el patrón de obras anteriores como Un enemigo del pueblo o La gaviota, Rigola regresa a ese teatro narrativo en el que los actores simplemente cuentan hechos, pero no llegan a nada más que no sean chascarrillos personales. En esta ocasión en el texto de Cercas el que narran con acompañamiento de fotografías. Ese acompañamiento dinamiza un tanto, pero aporta poco más que poner rostros. Tampoco ese vestuario con disfraces dice mucho. Una gran pantalla, coca colas, fantas y recitar parte de lo escrito por Cercas. El montaje dura escasamente una hora, de las cuales los 10 últimos minutos son recuerdos de cada uno de los intérpretes -o que les hayan contado sus padres- sobre lo que estaban haciendo en el 23F. Teatro didáctico que en un instituto puede dulcificar el aprendizaje del comienzo de la transición y del golpe de estado. Poco más y es una pena porque el esfuerzo de los actores se agradece.



Libro:

‘La casa eterna’ (Yuri Slezkine. Páginas: 1632. Editorial: Acantilado. Año: 2021).  

Ante un proyecto tan extenso cabe preguntarse en primer lugar ¿A qué género pertenece el mismo? No hay duda de que todos los historiadores crean siempre -o una altísima mayoría de las veces- narrativas. Yuri Slezkine acierta al calificar su libro como una saga casi épica y estructura el mismo en consonancia.

La casa eterna es un manual certero y brillantemente concebido que disecciona la Revolución Rusa y la Unión Soviética a la hora de adentrarse en el ascenso y caída de  la primera generación de líderes bolcheviques.

En el prefacio, Slezkine propone trabajar en tres direcciones: saga familiar, análisis y literatura. Su narración siempre ofrece soltura. Nada es ligero, pero convienen insistir en ese estilo con el que ha abordado las más de 1600 páginas consigue que su lectura no resulte jamás farragosa. Ese tratamiento delicado de las vidas se inserta en lo que puede ser la idea más predominante del volumen que no es otra que la de que el bolchevismo estaba destinado a continuar el ciclo de la vida de todas las sectas milenarias, entendiendo milenarismo como la expectativa de una destrucción inminente y violenta del orden existente de las

La tensión entre el análisis y la literatura aporta vitalidad al conjunto.  Se profundiza en los revolucionarios, pero se hace de un modo original y para ello se disecciona el malestar juvenil y lo que supuso poner en práctica las predicciones de la revolución de 1917.                Todo ello se torna en desilusión y ciertamente catástrofe. Hay mucho en todo lo expuesto que casa con el proyecto ‘DAU’. La literatura es un aspecto formidable y el autor desgrana las novelas que leen los bolcheviques.  Llega a afirmarse que el socialismo no llegó a lo esperado porque la élite gobernante del primer estado obrero permitió que sus hijos leyeran a Tolstoi e impregnaran su humanismo en vez de incluirles todos los principios revolucionarios. Insiste indicando que una de las razones de la fragilidad del marxismo ruso fue que la doctrina del Partido no era lo bastante rusa. La otra que, el país que conquistó era en el fondo demasiado ruso. Termina señalando que la era soviética no duró más de lo que dura una vida humana.

El bolchevismo, escribe, "fue la Reforma de Rusia". Pero no logró convertirse en el movimiento popular que generó lo que se ha llamado la "revolución disciplinaria" en Occidente. Irónicamente, las supuestas insuficiencias de la ortodoxia ahora explican no el éxito del totalitarismo sino su fracaso en Rusia.

Mención especial merece el epílogo dedicado a la obra maestra de Yuri Trífonov, La casa del malecón.

 IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

 

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