Crítica Literaria.
Autor: Layla Martínez.
Editorial: Episkaia.
Páginas: 216
Año: 2020.
Esta crítica también ha sido publicada en el número 181 de la revista `Viento Sur´
“Agotados de
esperar el fin” es el título de una canción contenida en el LP homónimo del
grupo asturiano Los Ilegales. Esta canción podría ser la banda sonora de la
ficción producida en los últimos años: apocalipsis zombies, virus que vuelven a
los infectados depredadores, meteoritos, cataclismos, leyendas de antiguas
civilizaciones. Cualquier cosa antes que imaginar la superación del
capitalismo.
Saturados y agotados de distopías que inundan
las salas de cine, las plataformas de streaming, los videojuegos y las
estanterías de novelas gráficas que reflejan nuestras ansiedades y la pérdida
de la fe en el progreso y en un futuro mejor. Lo que nació como
advertencia de los desmanes del sistema
ha devenido en mero realismo capitalista que modula nuestro imaginario hacia
soluciones autoritarias e individualistas ante la posibilidad, cada vez más
factible, de un colapso medioambiental y una crisis energética y de recursos
naturales.
En “Utopía no es una isla” Layla Martínez nos
advierte contra este realismo capitalista y cancelación del futuro, relatos con
los que la autora establece una relación con el adagio “no hay alternativa”
acuñado durante la ofensiva neoliberal de Margaret Thatcher; ante un futuro
terrible lo mejor es conservar el presente, defender el capitalismo que nos
lleva al desastre.
El libro reivindica volver a imaginar mundos
mejores y futuros que merezcan la pena ser vividos. Para ello empieza dando una
lista de utopías pasadas, una especie de hilo rojo de Ariadna de la utopía, una
forma de conectar el pasado con el presente. Un hilo que nos lleva de Tomás
Moro a los procesos de descolonización en África y sus sueños panafricanistas,
pasando por la irrupción del socialismo
y la URSS.
Cada utopía es un capítulo breve donde se da una
pincelada de las diversas experiencias. Pincelada que permite conocer las
propuestas y aspiraciones de cada movimiento, así como su contexto. Con un
estilo a camino entre el ensayo divulgativo
y el relato, que puede recordar vagamente a un Éric Vuillard mucho menos
épico pero más ágil, la autora va desgranando qué ocurrió con estos mundos
imaginados, sus límites, sus contradicciones, fracasos, traiciones y
divisiones. Pero también sus aportaciones y las brechas abiertas para imaginar
nuevos mundos que construir (maravillosos los pasajes que nos muestran una
revolución soviética donde caben robots proletarios o el derecho a la
inmortalidad y a extender la revolución por el universo como proclamaba el
cosmismo).
Esta amplia y diversa selección (quizás se eche
en falta alguna de las numerosas experiencias libertarias) es completada con
luchas contemporáneas que, desde la interseccionalidad y la confluencia de
luchas, hacen frente al capitalismo y a su relato hegemónico que pretende copar
todos los aspectos de la vida, luchas que muestran una vez más la posibilidad
de nuevos mundos y que los deseos de emancipación no son departamentos estancos
sino que van de la mano.
Layla Martínez ha creado un pequeño artefacto de
imaginación hacia lo posible y necesario. Un libro para advertirnos del
callejón sin salida que supone el realismo capitalista y sus narraciones
distópicas que fomentan soluciones conservadoras y autoritarias, para
señalarnos que las utopías no son islas aisladas del mundo, sino que son el
futuro a construir e imaginar aquí y ahora mismo.
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