CRÓNICAS (I) LA VELVET Y DOS FLOJAS PUBLICACIONES.

ARTÍCULO DE OPINIÓN.

Un vecino no quiere volver al cine y tampoco quiere ir a librerías. Dice que todo se contagia más rápido en recintos cerrados. Al repartidor, le hace dejar las cosas en la puerta y sigue aplaudiendo a las 20 horas: “¿Acaso no nos atienden bien los sanitarios? Les rindo homenaje cada día”.  Sobre la pared de un edificio desconchado se han realizado proyecciones de películas que han tenido empaque en un año extraño. El vecino paga a los chavales para que ellos le tiren las palomitas que compran en una tienda de alimentación que casi funciona como aquellos bares de los remotos y casi inencontrables cines de verano. Todos en la terraza, alejados y ningún vecino protestando por el volumen. Algunos mencionan que esto aporta dignidad y distinción al barrio. También, en ese silencio y a modo de falsa tertulia se eligen libros de reciente publicación. El vecino los compra y luego los devuelve, eso sí, sin dejar pasar al repartidor. Las películas son más transitadas que las tertulias literarias. Por el momento, tres de las propuestas han sido las siguientes:

CINE: (Documental en esta ocasión)

‘The velvet underground’ (Todd Haynes. País: Estados Unidos. Duración: 110 minutos. Año: 2021).


Todd Haynes ha conseguido un acercamiento brillante, aunque discontinuo a una de las bandas más peculiares que ha existido en el mundo de la música, The Velvet Underground. El grupo liderado por el siempre controvertido Lou Reed significó un soplo de aire fresco en la música. Como es natural, no fueron entendidos por todos, pero su irrupción supuso algo tan original y relevante que significó un cambio total en el paradigma musical. La primera hora del documental es excepcional en su empleo del lenguaje visual. Haynes adopta una postura que aleja la propuesta de otras aproximaciones canónicas al género y decide aventurarse, con sentido, por un viaje mucho más sugerente que es el de emular la intencionalidad visual rompedora que tuvo el primer álbum. Para radiografiar el momento concreto de la aparición de la banda, desarrolla una introducción portentosa que clarifica lo que fueron los 50 y el principio de los 60. Las intervenciones de Jonas Mekas resultan muy significativas y no duda en exponer que “no éramos parte de una subcultura o de la cultura. ¡Éramos la cultura!”. Las apariciones de La Monte Young, o del propio Mekas, sirven para comprender cuál es el contexto en el que se origina el grupo, aquel en el que cada uno tenía una formación diferente pero una intencionalidad compartida. 

El trabajo de documentación es lo determinante de la pieza.  La tesis del proyecto no acude a una actualidad nostálgica ni disfraza las desventuras para transformarlas en algo similar a una hagiografía. Naturalmente hay admiración, pero la misma no es idolatrada. El montaje es una delicia creativa. Se trata de una de las claves del estupendo resultado final. Es capaz de aportar dinamismo y, en ocasiones, la pantalla se divide en múltiples subdivisiones en donde se mezclan instantes o se enfrenta un antes con un ahora —casi un homenaje a Borges— o simplemente se expone el movimiento social correspondiente a los acontecimientos que se van narrando.

Existe un elemento curioso en cuanto a la autoría del libreto del documental. Se podrían señalar libros destacados que han analizado la carrera del grupo o biografías notables de Lou Reed pero, entre todos, hay un título que es el más canónico —o uno de los destacados— de todos para comprender lo que fue y supuso un grupo como The Velvet Underground: el ideado por Victor Bockris y Gerard Malanga titulado ‘up-Tight. La historia de The Velvet Underground’, que fue publicado en 1983 y que en España salió en el año 92, en un precioso volumen de la editorial La Máscara. Ese libro parece haber sido la guía de la propuesta de Haynes. Lamentablemente, no se cita —o al menos de un modo claro— a lo largo del documental ni aparece en créditos. Las declaraciones y el orden correlativo que aparece en el libro son las que fundamentalmente se han seguido en la cinta —incluida parte de las conversaciones—. El material fotográfico del libro es espléndido y la película también se hace eco de este porque en los archivos que han rebuscado han debido ser los mismos. 

Trabajar y aclarar las inseguridades de ese líder ególatra y brillante que fue Lou Reed es un trabajo admirable porque no solo se ha centrado en él como líder, el resto de miembros, fundamentalmente John Cale, ocupan el centro gravitatorio de todo lo que va aconteciendo. Si se atiende a la infancia de Cale, narrada con una proximidad que evoca una historia de terror, pueden comprenderse las inquietudes de este músico hilarante en su creatividad, que a través de su viola logró que nada fuese igual en el rock. La personalidad de Sterling Morrison —lo gracioso de cuando se le recluta descalzo— o la siempre enigmática Maureen Tucker son retratadas con acierto. Hay elegancia y algo de rabia e incomprensión en las declaraciones de la baterista en la actualidad, pero es muy honesta y sentida. No hay razón para disimulos. John Cale es un caballero en toda regla y zanja con mucha diplomacia y saber estar la polémica de su expulsión del grupo.  

El primer álbum está tratado de un modo sublime, pero, a partir de la primera gira importante y del nacimiento del segundo disco, todo adquiere una celeridad que no es necesaria. Quizá hubiese sido más acertado centrarse en ese primer disco de estudio porque todo estaba en él. A partir de ahí se producen discusiones, expulsiones, más discusiones, más celos y más regreso a un rock reconocible y menos particular. Haynes podría haber luchado por una duración mayor o haber prescindido de la rapidez expositiva. No se presta atención al regreso de la banda tantos años después —tocaron en Glastonbury en el 93— ni al motivo de la unión de Cale y Reed para conformar aquella preciosidad que fue ‘Songs for Drella’, en conmemoración de Andy Warhol, tras su fallecimiento. La mujer de Sterling Morrison rebosa sabiduría y es factible que hubiese podido aportar un anecdotario más escalofriante. 

Pese a estos pequeños debes, ‘The Velvet Underground’ es un extraordinario documental que ayuda a adentrarse y comprender un momento único. Un trabajo que rebosa originalidad, buen hacer y un manejo prodigioso del montaje.

LIBROS:

La premisa solo era una: que fuesen publicados en el 2022. En una primera reunión salieron muchos nombres y como no hubo quorum, salió una segunda lista de nombres. De los seleccionados, estos son los dos primeros:

‘Lo que pasa de noche’ (Peter Cameron. Libros del Asteroide 280 páginas. Año 2022).


Tras la publicación de la excelsa ‘Un fin de semana’ (2018, pero publicada originalmente en 1994), ha llegado ‘Lo que pasa de noche’ y nada ha recordado a su autor salvo en la habilidad de redacción. La trama comienza con fuerza para terminar en un alarde de estilo un tanto vacuo de contenido. Esa pareja en crisis que adopta en un país en el que nada es lo que debe ser y todo lo que conlleva ese acontecimiento. El autor se hace fuerte en su oficio, pero descuida por completo la trama. La falta de documentación no ha de ser un problema porque una ficción puede componerse de otros elementos, pero en esta ocasión parece querer esbozar una radiografía ridícula de ciertos acontecimientos, más basados en leyendas urbanas que en realidades. Por lo demás, tras unas 80 primeras páginas algo prometedoras, se cae en un precipicio sin retorno posible. La inclusión de algo parecido al realismo mágico tampoco se instala de forma natural. No hay duda del talento de Cameron, pero en esta novela el músculo y la habilidad no tienen consonancia alguna con un desarrollo caprichoso y poco eficaz. 

‘El río de cenizas’ (Rafael Reig. Tusquets.  256 páginas. Año 2022).


Reig es un autor que tiene solvencia con la pluma, pero sus novelas más recientes carecen de cierto empaque. En esta ocasión la tercera edad y el foco de algo parecido a la pandemia pasada se centran para desarrollar diferentes ejes familiares. Poco ofrece el texto, en sus principios enuncia situaciones amparadas en cierto humor que agiliza la narración. Los recovecos emocionales del hijo y las diferentes rutinas y afinidades con los integrantes de la residencia de mayores ofrecen pequeños hallazgos, pero no para componer ese número de páginas. La parte final tampoco es necesaria. ‘El río de las cenizas’ es una novela con una enunciación curiosa que se pierde en un aluvión de sucesos bien redactados, pero con poco más. 

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ


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