Crítica Literaria
‘El reino blanco’
Autor: Luis Alberto de Cuenca.
Editorial: Reino de Cordelia.
Páginas: 264.
Año:2024.
(…)
No habrá huellas que valgan en tu búsqueda,
pues la Diosa no deja huellas nunca.
(…)
'Búscala', pese a ser un imperativo con matices exhortativos, puede acabar interpretándose como un deseo vital por parte de la voz poética: «(…) continúa / buscándola, aunque duela, por el aire / emponzoñado, por el fuego insomne, / por el camino hacia ninguna parte, / por el desierto helado del silencio, / por las calles vacías del olvido». Este poema perteneciente al conjunto de composiciones 'Paseo vespertino', junto con el resto de secciones que forman 'El Reino Blanco', quizá sea la manera casi desesperada del poeta de decirse a sí mismo cuán necesaria sigue siendo la búsqueda. Como la voz poética expresa, «¡Lástima grande que el crepúsculo / desaparezca en un instante!»: cuando uno quiere darse cuenta, quizá ya es demasiado tarde para «encontrar».
Pese a someterse a la acción de «buscar», Luis Alberto de Cuenca también le da la mano al erotismo y se desprende, en algunas de las secciones, de la seriedad que conlleva el verbo. 'Puertas y paisajes' deja entrever este tipo de erotización gráfica del lenguaje tan visual: «Dime qué puedo hacer sino adorarte / cuando inundas tu valle con espuma / de afeitar y, empuñando la navaja, / eliminas el bello que te sobra. / Dime qué puedo hacer sino extasiarme / viendo cómo tus labios inferiores / y tu monte de Venus y tus ingles / se liberan del manto innecesario / y emergen tal y como aparecieron / cuando naciste, flor sin equipaje, / Luna sin ramas, Sol claro y desnudo» ('Paisaje con figura rasurada'). Este poema es solo una muestra del poder gráfico que adquieren las palabras del poeta.
Dejando a un lado los matices eróticos, este último poema citado da un salto hacia atrás recordando “Qué es lo que puedo hacer”, perteneciente a 'Hojas de otoño'. Aquí, la voz poética lleva a cabo la búsqueda de la respuesta a una incógnita: deja claro que no queda otro camino que el de vivir y experimentar lo que llega, ya que todo ser humano tiene su propio sufrimiento personal, su propio Calvario («(…) y que no hay más camino / que el que lleva a la cruz, y que no hay más remedio / que aguantar los embates del pavoroso tedio / y sufrir los envites crueles del destino. (…)»). Esta sección de poemas en la que se encuentran estos versos es, quizá, la expresión de la melancolía profunda: 'Lo que somos (II)', «(…) Una esquina doblada en cualquier hoja / de un libro con las páginas en blanco». No obstante, en esa expresión de la melancolía existe una lucha abierta en la que la parte contraria parece ser un atisbo de esperanza disfrazado de una segunda persona del singular: «(…) y te veo venir por el camino / de mi imaginación, / por el camino verde / donde mueren los cisnes». Hay ciertos rasgos modernistas, símbolos, que hacen referencia a esa esperanza, al cese de las preguntas o al encuentro de una respuesta.
«(…) Ven al infierno / por el camino tibio de mis brazos», estos versos fusionan el erotismo y la muerte como si la convergencia de ambas cosas fuera de lo más natural: la voz poética se escandaliza de haber sucumbido a los «monstruos del deseo» exponiendo de manera descriptiva que esta caída en la soledad no es más que la apariencia del miedo, «horror», como dice el poeta.
La sección que responde al nombre de 'Quince haikus asonantados y cinco seguidillas fetichistas' abandona por completo la melancolía mencionada anteriormente y exalta el sentimiento amoroso. Si bien es verdad que el primer haiku puede descolocar por completo al lector, los demás siguen conduciendo a un sabor dulce en las palabras en vez de amargo. Ejemplos de ellos podrían ser 'Oriental' («Dame tu magia, / la alfombra voladora / de tus palabras»), 'Abstinencia' («El dinosaurio /de tus sueños se ha vuelto / vegetariano»), 'Tempus non fugit' («Reloj de arena. / Me subo a tu cintura / y el tiempo cesa»), 'Locus amoenus' («Yo, de mayor, / quiero ser el Calvario / de tu pasión»), 'Ataraxia' («Tumbado al sol, / oyendo cómo late / tu corazón»). Estos ejemplos de la sección de haikus, aparte de seguir una línea erótica ciertamente visible, esparce en sus versos algunas dosis de humor que no deja de ser peculiar. 'Abstinencia' es una muestra perfecta de este humor con el que nos deleita el poeta, quizá para quitar carga emocional. Es curioso que estas emociones de las que se desprende la voz poética vayan adquiriendo, cada vez más, un talante erótico (a la vez que sexual) al tener delante las seguidillas: la voz poética, en este aspecto, se convierte en la voz de la perversión transformando los pies de la amada (o los zapatos) en su objeto de deseo. No obstante, no olvida mantener ese humor antes mencionado y se ve, ciertamente, en 'Cenicienta moderna' («Cenicienta, detesto / tus zapatitos / de cristal. Son muy cursis / y muy antiguos. // Ponte los zuecos, / que son más ecológicos / y más higiénicos»).
«(…) Solo aquellos que comparten / emociones con otros seres vivos / de forma habitual, o que empatizan / con su entorno —sea este “vivo” o “muerto”—, / serán capaces de captar la psique / de los objetos, aparentemente / muertos, que nos rodean a diario. (…)». De todos los 'Homenajes' que encontramos en esta sección, quizá 'El alma de las cosas' sea el que llame más a la emoción: si uno ha sido niño, recordará con cariño la sonada película de Walt Disney ('Toy story') inconscientemente. Así como las cosas también tienen alma, el poeta hace un llamamiento a la humanidad en la lucha contra la soledad en el poema titulado 'Juntos', en el que hay una referencia clara a otra sonada historia que clama a las emociones humanas: «Hombres y mujeres fuertes y tranquilos (…) / con los que cantar por las amarillas / baldosas del mito, camino de Oz; / con los que viajar por la realidad, / mucho más fantástica que la fantasía; (…) / sin mirar atrás, sabiendo que el mundo / gira siempre en vano, sin saber qué hacer / con tanta amargura, tanta soledad». En 'Elogio a la poesía', la voz poética afirma que «La vida es prosa más o menos aburrida»; sin embargo, clama a la poesía épica y grita la importancia de la oralidad y las historias contadas de viva voz, de tú a tú, con modulaciones y matices que, en prosa escrita, quizá, es más difícil diferenciar. Ese «jardín de palabras hermosas» que viajan desde los labios del juglar o del chamán hasta los oídos de quienes quieren escuchar —expresa la voz poética— son un cáncer que destruye «el bosque sin memoria de nuestra soledad», a la vez que contribuye al crecimiento personal de uno mismo.
Abordando la sección de los 'Recuerdos', se cae en la cuenta de que todo este trayecto en la poesía que el poeta deja que descubramos no deja de ser esa búsqueda mencionada al comienzo. 'Carta a los Reyes Magos' anhela una respuesta: «(…) qué pensáis que es lo bueno, y sobre lo que es malo, / y sobre la verdad, y sobre la mentira, / y sobre lo que es bello, y sobre lo que es feo; (…)». En el poema que sigue a este último, recalca que seguirá buscando esas respuestas «hasta el último guiño / de luz, antes de hundirme en la definitiva / noche oscura del alma»: aquí se ve un guiño, como la propia voz poética expresa, a San Juan de la Cruz y su 'Noche oscura del alma', el cual sigue siendo símbolo del «encuentro» y de, por fin, llegar al descubrimiento (aunque, posiblemente, Luis Alberto de Cuenca deje a un lado el misticismo que supone la fusión del alma con Dios). Cuando la voz poética expresa en 'La bruja' que la noche es la «mensajera de la muerte» echa en falta la presencia de la luna y pregunta por ella: «(…) ¿Dónde estará la Luna? El firmamento / es una mancha negra que se extiende / por las ventanas de la biblioteca / hasta cubrirlo todo con su manto, / hasta asfixiarlo todo (…)». El poeta manifiesta que el desconocimiento abarca tanto como la extensión del firmamento y el paso del tiempo acaba siendo un impedimento en esa búsqueda de respuestas, de saber, de luz (la luz de la luna en las noches oscuras). La referencia que hace de Lovecraft y sus relatos (ya en varios poemas del libro) quizá simbolice su propio miedo ante esta búsqueda de respuestas, esta lucha contra la soledad, contra el paso del tiempo, contra la oscuridad. 'Buscando el yo perdido' es un ejemplo aún más claro de todo esto: «(…) no sé dónde / volver mis ojos en la noche oscura / del alma, ni aprobar la asignatura / de autoconocimiento que me queda / pendiente año tras año, (…) / mi autoignorancia me está haciendo / fracasar en amor, salir perdiendo / en todo juego en el que participo (…) / ¿Qué haré? No sé qué pienso ni qué quiero. / ¿Cuándo podré salir de este agujero?». Siendo éste el último de los poemas de la sección de 'Recuerdos', deja una imagen bastante concisa —sin perder el sentido del humor— de la lucha interna de la voz poética.
'Paseo vespertino', la última sección de este compendio de poemas recogidos en 'El Reino Blanco', quizá englobe todo el sentir que el poeta ha ido dejando por el camino, en pequeñas dosis, a lo largo del resto de secciones. Volviendo a recurrir a 'Búscala' (poema ya citado al comiendo del texto), esta «Diosa Blanca» que la voz poética exhorta a buscar, probablemente simbolice el propio autoconocimiento: «(…) búscala en el agua / de esa fuente, en el agua en que los ciervos / sacian su sed cuando declina el día, / en el agua que canta y que libera / de cuanto estorba». Las imágenes del agua, la fuente, los ciervos, la sed, incluso la voz camuflada en el murmullo del agua al fluir y que canta; todas estas imágenes podrían simbolizar el encuentro con la sabiduría. No tiene por qué, pero muchos poemas encierran referencias a términos como «biblioteca», «libros», y también escritores conocidos que el poeta admira; de manera velada, no deja de expresar que le fascina absorber conocimiento y, en definitiva, «saber». Esta Diosa Blanca que busca «por Occidente y por Oriente, por el Sur y por el Norte» no deja de ser una incógnita que el lector tiene que resolver.
En este paseo vespertino, acaecido antes de terminar los días, la voz poética no deja a un lado emoción que se desprende del sentimiento amoroso: el camino hacia el olvido puede ser una forma de «después poderte amar mejor» ('Viajes'). Títulos como 'Suspiro', increíblemente nostálgico y dulce, y 'Paseo vespertino' despiertan en el lector una sensación de desasosiego considerable que empatiza con la voz poética. Ambos poemas se adentran en lo profundo para darse cuenta de que «(…) no se mide / fácilmente la magia del deseo / consultando un reloj (…)» y que «(…) sus corazones (…) cabalgan oscuros por lo oscuro, / como un rey y una reina destronados». El último poema, 'Cadena perpetua', viene a ser el broche perfecto para este poemario: tras toda una lucha por llevar a cabo una búsqueda que propiciase el encuentro deseado, por fin, parece darse. Sin embargo, no deja de transportar en sus versos una imagen de lo efímero, ya que todo acaba desapareciendo al llegar la noche. Esta cadena perpetua bajo la que el poeta titula su último poema dentro de este libro, aunque sea de caricias, no quita que la imagen posterior que llegue tras su lectura sea la de un final: «(…) Y, de repente, el mundo se eclipsó para ellos / durante un breve instante que les pareció eterno».
No hay que dejar atrás que el color blanco está presente en el poemario, tanto en el título como en algunos de lo poemas del interior; por lo tanto, su simbología tampoco debería obviarse: aparte de ser considerado el color de la pureza y de la perfección, desde el punto de vista de la psicología, se abren varias vías a considerar como símbolos para entender la poesía recogida aquí. Este Reino Blanco, que el lector empieza a explorar al abrir el libro, puede ser símbolo de reflexión, de crecimiento, de creatividad; al menos estos tres los tenemos presentes en algunos poemas ya citados. No obstante, el blanco también puede asociarse con el hielo, por lo que se consideraría un color frío; en este caso, es posible que lo encontremos como símbolo del vacío, que en algunas culturas se asocia a la muerte.
Abrir 'El Reino Blanco' es empezar un viaje —una búsqueda— acompañando a la voz poética, que te va describiendo lo que encontrarás por el camino; pasar sus páginas, llenas de palabras con una gran carga de significado, es enfrentar el mundo interior del poeta; leer y releer sus poemas, con un gran peso simbólico, es llegar al descubrimiento —diferente cada vez— de la propia emoción.
ROCÍO GÓMEZ SOLDEVILA
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