CRÍTICA DE TEATRO
‘LOS DOS HIDALGOS DE VERONA’.
Autor: William Shakespeare
Dirección: Declan Donellan.
Teatro: CNTC
Para Marga
El Hamlet con el que visitó en enero Declan Donnellan Madrid ya fue excelso. Hamlet es una obra extraordinaria, con mil aristas emocionales, y bien dirigida es natural que funcione. Gracias al encargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, tras la excelente puesta en escena de La vida es sueño, Declan Donnellan y Nick Ormerod, bajo el amparo de su compañía Cheek by Jowl, han regresado con un Shakespeare que no se monta tantas veces o se hace mal: Los dos hidalgos de Verona. Es una de las primeras obras de Shakespeare, puede que la primera. Hay que ir un poco más allá y asistir al esqueleto formativo de lo que posteriormente sería el Bardo. La obra, la primera que desarrolla en Italia, es una comedieta de enredos en la que el amplio abanico temático que manejó con posterioridad el autor inglés ya está, en gran medida. Esto lo saben muy bien Ormerod y Donnellan, y realizan una puesta en escena estupenda y plagada de matices.
¿Cuáles son los temas que aborda la obra? El amor, la traición, la entrega, el poder, la decepción, la amistad. El amor está planteado de un modo muy sugerente. Los enamoramientos furtivos se transforman en intensos, para pasar al olvido —o no—, para encontrar otros. Uno muy significativo, y que está tratado con mesura y sugerencia, es el de Valentín y Proteo. Amigos que se quieren pero que se encelan por su forma de sentir, pero que se aman, de eso no hay duda. Donnellan no cae en lo tópico, pero lo expone. Sin embargo, la audacia con las palabras de Proteo consigue que se produzcan momentos muy divertidos en la atracción entre hombres. Juegos de dirección, divertimentos ingeniosos que están en el espíritu del texto, pero que hay que saber llevar a escena.
La universalidad de Shakespeare es manejada con destreza, y la obra se sitúa en un antes que es un ahora —por los trajes—, pero las épocas dialogan y no rompen en absoluto con lo escrito. Es la primera comedia de Shakespeare y en ella se aprecian destellos de Romeo y Julieta, Noche de Reyes —Julia es la primera de las muchas mujeres shakesperianas que viste de hombre—, Cómo gustéis… pero también hay atisbos de esa ruptura con la cuarta pared que tan maravillosamente potenció con posterioridad en Ricardo III, Enrique IV, Othello, Hamlet y El sueño de una noche de verano. Proteo confiere al público la traición que va a cometer y la hace. Eso siempre es atrayente, y la dirección lo potencia con elegancia, inteligencia y efectividad.
El elenco es una maravilla —muchos de ellos ya estaban en su montaje de Calderón—, y sus movimientos son naturales: entradas, salidas, gestos. No hay nada en lo que se apoyen más que en el texto, una pequeña pantalla y cambios de vestuario. Ormerod genera un espacio en el que nada molesta y en el que los actores campean con naturalidad. Son brillantes los instantes en los que Julia y Silvia son testigos de esas conversaciones varoniles. Ya se sabe que siempre hay alguien escuchando en palacio. Es muy ingenioso el recurso que emplean para con el perro, Crab, que, por cierto, fue el nombre del cocker spaniel negro de Tomasi di Lampedusa en homenaje al texto — única obra de Shakespeare en la que sale uno; en Cuento de invierno salía un oso—, transformado en un peluche que se mueve. Con él está Lucetta, trasunto de Launce, ese bufón que es lo mejor del texto de Shakespeare y que aquí Ormerod y Donnellan dotan de importancia, transformándolo en varios personajes a los que conceden unos monólogos ingeniosos en los que Goizalde Núñez destaca. Hacia el final, es cierto, se vuelven algo reiterativos, pero consiguen imprimir importancia al bufón. Hay una clara ruptura en el planteamiento y se introducen momentos metaficcionales que se integran bien en la propuesta. Lo que no pertenece a Shakespeare, lo parece.
La música es eficaz y funciona con acierto. Marc Álvarez crea una composición que se integra en la coreografía textual y física de una obra que no se detiene y que avanza. Un montaje inteligente, dinámico y eficaz.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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