Crítica literaria.
‘La verdad sobre el caso Vivès’
Autor: Bastien Vivès.
Editorial: Diábolo ediciones.
Páginas: 158
Año:2025.
Bastien Vivès es un autor con mayúscula. Durante más de una década, su trazo ágil y su mirada melancólica sobre el cuerpo, la adolescencia y el deseo lo convirtieron en una de las voces más prometedoras del cómic europeo. Obras como El gusto del cloro, Una hermana o Polina mostraban una sensibilidad poco común, una delicadeza casi cinematográfica. Pero esa misma mano capaz de dibujar la fragilidad del primer amor, o el deseo incluían en muchas de sus propuestas, un corte erótico que, lejos de pasar desapercibido, terminó desatando un escándalo que hoy ha superado con creces lo artístico.
En 2022, el Festival de Angoulême —el más importante del cómic francófono— le dedicó una exposición retrospectiva. Fue entonces cuando estalló la polémica: algunos de sus cómics anteriores, como Petit Paul o Los melones de la ira, fueron rescatados de la oscuridad para convertirse en prueba acusatoria. En ellos, Vivès retrata escenas sexuales con menores, mezclando humor, sátira, provocación e incomodidad. El revuelo fue inmediato. Peticiones de cancelación, amenazas, acusaciones de promover la pedofilia. El festival, acorralado por la presión mediática, canceló la muestra. Y Vivès se convirtió en símbolo de todo lo que incomoda al presente: un creador que juega con el límite, pero cuyo juego ya no se considera admisible.
Frente a este linchamiento simbólico, Bastien Vivès respondió como sabe: dibujando. Así nació La verdad sobre el caso Vivès, un tebeo-cómic, novela gráfica- cuya existencia es en sí una provocación. No es una defensa jurídica, ni una disculpa. Es una sátira desquiciada, una autoficción distorsionada donde el autor convierte su propia cancelación en relato. El protagonista —un trasunto suyo— atraviesa juicios grotescos, persecuciones mediáticas, entrevistas delirantes, todo contado con un trazo más rápido, menos limpio, casi rabioso. Si El gusto del cloro era la contemplación del deseo, aquí todo es ruido: viñetas saturadas, gestos extremos, caricaturas sin piedad. No se salva nadie.
El cómic interpela al lector desde el primer momento: ¿cómo se defiende un autor cuando se le acusa no de algo que ha hecho, sino de lo que ha dibujado? ¿Dónde termina la ficción y comienza la responsabilidad? ¿Qué papel tiene el lector en esta mecánica? En La verdad sobre el caso Vivès, el autor se muestra harto de la confusión entre personaje y creador, entre lo representado y lo practicado. Pero no se justifica. Solo expone la mecánica del escándalo: la captura de una imagen, su difusión, el juicio público, la retirada institucional.
Sin embargo, este cómic no es solo una defensa del arte libre. Es también una obra contradictoria, incómoda, en la que se raliza una crítica feroz a la “cultura de la cancelación”, pero apenas un atisbo de autocrítica porque cuál sería la misma: ¿escribir de acuerdo al código ético del momento para que se acepte la creación? ¿Se lo planteó Nabokov con su Lolita? La verdad sobre el caso Vivès es un testimonio amargo: el de un artista herido que no pued comprender por el que sus propuestas -provocaciones para un sector- han dejado de ser toleradas.
En tiempos donde la libertad de creación choca con la sensibilidad social, el caso Vivès plantea una pregunta fundamental: ¿puede la ficción tocarlo todo? ¿Debe poder hacerlo? ¿Y qué ocurre cuando una comunidad cultural —la del cómic, en este caso— decide que ciertos límites, aunque legales, ya no son éticos?
Vivès ha elegido contestar dibujando. Y ha materiaalizado un cómic -tebeo, novela gráfica- que no pide perdón ni ofrece soluciones. Solo pone el dedo en la llaga, y con ello revela algo que trasciende su figura: la tensión entre arte, moral y sociedad en tiempos de vigilancia extrema. El resultado no es cómodo. Pero nadie dijo que el arte tuviera que serlo. Mientras tanto, Diábolo ediciones continúa con talento publicando la obra del autor en unas ediciones magníficas.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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