'LOOPER'. Futuro, yo frente a yo, niños y telequinesis



CRÍTICA DE CINE

'Looper' (Rian Johnson. Estados Unidos, 2012. 118 minutos)
 
Sugerente, previsible a la vez que ingeniosa, algo larga, potente aunque no lo suficiente, en definitiva, recomendable. ´Looper´ juega en diferentes divisiones a la vez y resulta complicado encasillarla dentro de un género sin excluir a otros; aunque es la ciencia ficción la que se lleva la palma. La nueva aventura ideada por Rian Johnson no pretende “reinventar” el género pero si se atreve a sustanciarla con diferentes aditivos basados en un amplio arco referencial.

Si con ´Brick´(2005) consiguió “reanimar” el imaginario de Chandler en un instituto con una brillantez notable, con ´Looper´ su amalgama de influencias ha tenido un calado algo menor.  Cierto es que la historia posee atributos con peso en la figura de esos asesinos del pasado que matan a gente del futuro en el tiempo pasado, sin que esto resulte en absoluto lioso para el espectador –buena decisión optar por la sencillez-. El asunto se complica con la necesidad de asesinarse a sí mismo y cobrar una recompensa notoria por ello. Una especie de sustancioso plan de pensiones que marca el inicio de la cuenta atrás, aunque no siempre resulte sencillo aniquilarse a uno mismo.

A partir de ese instante, la trama da continuos giros –unos más acertados que otros- y pretende reinventarse cada ciertos minutos, aunque en numerosas ocasiones esos giros son esperados, más que por la historia, por sus referentes, como puede ser el de ´Terminator´ y su espectro que colea por diferentes secuencias dejando su impronta.

El dueto protagonista es llevado a cabo por Bruce Willis y el polifacético – actor fetiche y productor de Rian Johnson- Josep Gordon- Levitt en un duelo de alta carga borgiana en ese yo frente al yo que sólo tendrá perdedores. ¿Por qué uno de los objetivos de su director es que Gordon-Levitt se intente parecer físicamente a Willis? Este es el aspecto más negativo de la película y tiene un claro derrotado, que es el gran actor Gordon–Levitt que por momentos parece más preocupado porque sus gestos, su sonrisa y  su “falsa alopecia”, se parezcan a los de Willis que por desarrollar ese mundo interior y atormentado de su personaje –esto no ocurre la mayor parte del filme, pero sí lo suficiente-. Su rostro posee un aspecto más cercano a un muñeco de cera que a un humano. No era necesario, no aporta nada a la historia, la emborrona y el trabajo interpretativo se ve dañado.

Los saltos temporales los maneja con notoria efectividad el guionista y director y, las partes de la historia que podrían resultar más farragosas se las salta a su antojo sin llegar a confundir al espectador. Consigue ahorrar suposiciones absurdas. Lo realiza con elegancia y pulcredad: al ser ciencia ficción casi todo se tolera sin problemas. El género noir es otra constante que es resultona –aunque previsible-, no se queda en terreno de nadie y lo mezcla con escenas de acción que nunca son excesivas. La entrada en liza de la telequinesis es un elemento interesante que ya desde el comienzo marca un futuro que en la película es ya casi pasado. Su empleo no tiene desmesura, por lo que sin suda, lo transforma en un aporte consistente.

El engranaje romántico de la película –lástima que Johnson no haya optado por la femme fatal- juega a tener una importancia capital en el yo encarnado por Willis, pero su inclusión o las motivaciones del personaje se ven diluidas al ser descuidas por otros factores que enturbian la narración. Emily Blunt mantiene un personaje interesante  que lucha contra ese pasado que le condenó a vagar de fiesta en fiesta hasta que consiguió madurar a fuerza del golpe de la responsabilidad envuelta en figura de madre. Las escenas que mantiene con Gordon-Levitt aunque son interesantes –fundamentalmente cuando aparece el hijo de ella que es tan enigmático e interesante como buen actor- no poseen la fuerza necesaria para crear esa aparente tensión sexual y vital que hubiesen tirado por tierra los planteamientos de venganza del Joe venidero –Willis-.

Rian Johnson realiza una película sobre un futuro demasiado reconocible en el que el dinero –con un atisbo de bondad- vuelve a ser el que marca la condición humana. Lástima que el metraje sea algo largo y que algunas buenas ideas se difuminen. No obstante, la obra de Rian Johnson jamás podrá pasar desapercibida.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ  

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