'ANTES DEL ANOCHECER'. Creo que ya no te quiero



CRÍTICA DE CINE

'Antes del anochecer' (Richard Linklater. Estados Unidos, 2013. 108 minutos)
                                                                                                        A Marcita que siempre estuvo

El que será presumiblemente el cierre de la franquicia que inaugurase Richard Linklater con la exitosa ‘Antes de que amanezca’ parece encerrar unos puntos suspensivos antes de los créditos finales. La frescura de sus predecesoras –fundamentalmente de la primera entrega- se ve condenada a ciertos tempos fílmicos y diversos devaneos que no ayudan a lo que era la esencia de las películas previas. El paso del tiempo es el 'leiv motiv' de esta nueva aventura. La pasión ha permutado a cotidianidad. Poco tienen que ver lo que sienten estos personajes con lo que fueron. Por otra parte es lógico, el fervor inicial nunca es eterno aunque se intente disimular. Tanto Linklater como sus coguionistas,  Julie Delpy y Ethan Hawke –en el rol añadido de protagonistas-, juegan con la llegada de una rutina contra la que cada vez es más difícil combatir. 

Los primeros setenta minutos se centran en su vida, un tanto idílica tras más de un mes de vacaciones en Grecia. Ese día despiden al hijo de él, que regresa junto a su combativa madre, y comienzan a tener diferencias, motivadas en parte por el niño recién dejado. Sus gemelas –ya creciditas- no aportan mucho a la historia más que para constatar que se tomaron en serio y que crearon una familia. Hablan del éxito de él con sus libros y las posibilidades laborales de ella, los sacrificios, las entregas mezcladas con los esfuerzos por mantener la esencia de la relación, pero ya el sobreesfuerzo comienza a pesar demasiado. Esto se aprecia en varias secuencias con amigos con los que comparten ligeras pullas y ensaladas griegas, muy parecido a lo que ocurre en algunas películas de Allen o Bergman. Todo demasiado genérico hasta llegar a los últimos cuarenta minutos en los que las heridas de la convivencia, los errores y el amor incondicional saltan a la palestra. La discusión/conversación, que tiene lugar en la habitación de hotel abre la caja de pandora. El discurso de Lutero en el que expresa que a la palabra que ha echado a volar no se le puede coger el ala alcanza su máxima expresividad en esta larga pero necesaria escena. Ambos protagonistas asisten a un desfile de reproches que no pueden retirarse jamás, ni que tampoco podrán perdonarse. Aún así, sigue permaneciendo cierto lirismo y los juegos equivalentes a sus 'yoes' pasados tienen su relevancia para no olvidar quiénes son y qué desearon.

Pero la verdad es que poco queda de la frescura y de los planes de amor eterno que se prometían en las anteriores partes. El amor está llegando a una especie de fin del que ninguno quiere ser consciente. La dirección se basa en planos largos y en contraplanos que no entorpecen los eternos parlamentos de los protagonistas en sus paseos. La fotografía capta sin empalagar esa luz preciosa que tiene Grecia en verano.

Aunque sea menos ágil que las anteriores entregas, ‘Antes del anochecer’ se ve bien y respeta la inmensa mayoría de los puntos que la hicieron conocida. No faltan frases redundantes que llevan a la primera entrega y reproches basados en el paso del tiempo y lo efímero de determinadas pasiones. Nada regresará a lo que fue, todo ha pasado, pero quizá, Linklater y su equipo, tengan arrojo suficiente para hacer la cuarta parte ¿Se atreverán? Dinero no les faltará.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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