CRÍTICA DE CINE
'Don Jon' (Joseph Gordon-Levitt. Estados Unidos, 2013. 88 minutos)
La cuidada y exitosa carrera del actor Joseph Gordon-Levitt no tiene techo. Sus muestras de talento son continuas, cada trabajo suyo es un registro nuevo y sus matices son cada vez más enriquecedores. A este crecer continuo se le une ahora una nueva labor de guionista y director con su interesante debut ‘Don Jon’. No es fácil asumir ese doble reto de protagonista y director, pero Gordon-Levitt tiene muy claros todos los claroscuros de su personaje y consigue salir triunfador, aunque hubiese estado bien algo de mesura en muchos de sus exagerados gestos.
‘Don Jon’ es una curiosa revisión del mito de Don Juan. En este caso, no es solo el deseo de la conquista lo que prima en las chanzas de este conquistador y crápula nocturno. Hay algo que está por encima del contacto físico y eso no es otra cosa que el porno. En los cinco primeros minutos la radiografía del personaje está expuesta con claridad y precisión. La comedia es una aliada para mostrar las obsesiones enfermizas de unos personajes que solo tienen en la cabeza la numeración que han de otorgar al contoneo de unas caderas o a unos turgentes pechos.
El problema se centra al encontrar a una belleza como Barbara Sugarman –Scarlett Johansson- que pone patas arribas ciertas aficiones del protagonista. La comedia en este momento pega un pequeño giro. La película sigue siendo cómica, pero ya se introducen mayores matices. Toda esta vida nocturna que compagina con su rutina de los domingos en la iglesia junto a sus padres, sus confesiones al cura –grandes momentos en las penitencias- , sus charlas en la comida familiar –maravilloso haber cogido una familia de ascendencia italiana, quizá un homenaje a ciertas películas de Scorsese- y su adicción a la masturbación con exigentes videos pornográficos, encuentran en la figura de Barbara un antagonista poco manejable en sus intereses. Johansson compone un personaje con fuerza, moldea un carácter que se refugia en un hipnótico cuerpo que llega a desquiciar a un Don Juan que hace grandísimos esfuerzos para conseguir su premio más preciado. Las convicciones formales de ella son un buen contraste con las suyas. La intransigencia de aquel que se cree en la razón “porque debe ser así” está muy bien matizada y expuesta.
La irrupción en sus costumbres da pie a un mundo de mentiras y engaños para conseguir que la otra persona sea feliz. Se habla de un sacrificio que es vilipendiado al menor descuido. El deseo y la satisfacción son los mayores motores que mueven la vida de Jon, no hay demasiada profundidad en él, pero tampoco lo busca. Es más, no es la noche lo que le vence, ni siquiera son otras mujeres, es el porno es todas sus cualidades. Resulta gracioso la clandestinidad con la que ha de recurrir a él para no entorpecer la vida de su clásica compañera. La unidad familiar entra en liza y los intereses personales quedan secuestrados por esa necesidad de esconder debajo de la alfombra, y eso, solo puede traer dolor y angustia.
La aparición de la siempre magnífica Julianne Moore aporta a la película una dosis muy importante de madurez. Gordon–Levitt sabe lo que se hace y es capaz de aguantar la comedia con una dirección basada en una personalidad notable –no duda en repetir planos en diferentes acciones- y consigue sacar puntos muy interesantes mediante un montaje a modo de flashes que potencia aún más la comicidad de ciertos momentos –geniales sus discusiones y diversas camaraderías con su padre -.
Hacia la parte final, y contrastando un poco con su figura de referencia (Don Juan), hay una cierta moralidad espiritual en cuanto a la entrega física y a lo que supone hacer el amor con otra persona. El tono de la película cambia con esa irrupción de la morbosa compañera de clase –Moore-, que llega a conseguir, sin charlas moralizantes –aunque la película peque de eso- que se replantee ese sistema de vida como algo peligroso para la entrega “carnal”. No hay gritos ni discusiones innecesarias en los conflictos, se agradece. Los prototipos encontrados son acertados. Saber conjugar el deseo con lo prohibido, lo establecido, lo “normal” está muy bien filmado. Romper con ciertas rutinas para intentar crecer es uno de los objetivos que pretende el director-guionista-actor.
‘Don Jon’ es una película ingeniosa y divertida. Es posible que la tilden de eminentemente masculina, aunque esa sería una valoración un tanto pobre. Son discutibles determinados movimientos de cámara que distraen más que aportan –algún descuido en ciertos enfoques- pero Gordon-Levitt ha estado a la altura al desarrollar ese mundo claro al que referencia con un look tan hortera como efectivo. El porno y su relación con la supuesta vida ordenada que se ha de llevar congenian aquí de un modo inteligente y notable. Notable debut.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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