CRÍTICA DE CINE
'Ida' (Pawel Pawlikowski. Polonia, 2013. 80 minutos)
Algo se mueve, puede definirse como inquietud, en la renovada cosecha del cine polaco. Ya hay directores, por ejemplo, que profundizan sin dobles lecturas en un tema intocable demasiado tiempo. Ya lo hizo hace un año Wladyslaw Pasikowski con ‘Poklosie’, estimable largometraje que destapó vergüenzas internas y reabrió heridas todavía, casi un siglo después, no cicatrizadas del todo a tenor de la respuesta mediática obtenida. En lo que ha supuesto el regreso a sus orígenes, Pawel Pawlikowski, cineasta de prestigio en Reino Unido, retoma el tema y lo contrae al mismo tiempo hacia adentro. ‘Ida’ es así una doble película. Por fuera se ven esas profundas grietas morales que dejó la Segunda Guerra Mundial a su paso por Polonia, centrándose en esa parte de la población local que mortificaba desde el silencio y se aprovechó del exterminio judío. Y a un nivel interno se asiste a través de la protagonista a ese brutal choque entre fe y realidad, entre lo físico y lo espiritual y entre esa generación tocada por el conflicto bélico y esa otra que intenta salir del lodazal.
Es complicado encontrarle fisuras a ‘Ida’. Hay delicadeza, una fotografía primorosa, una pelea plano a plano a la búsqueda de la perfección formal, interpretaciones sólidas y un guion mínimo que se va expandiendo hasta lograr cruzar pasado y presente en la Polonia de 1960. ‘Ida’ es al mismo tiempo una singular ‘road movie’ por paisajes casi lunares, una incursión en las profundidades de pueblos tomados por el silencio, el mismo que se impone la protagonista, una novicia a punto de tomar sus votos. Agata Trzebuchowska hace suyo ese personaje que suple su falta de discurso verbal por los sentimientos que transmite su mirada, un abanico que va desde lo infantil hasta esa madurez que llega demasiado rápido. El polo opuesto en ese singular trayecto de redescubrimiento personal lo conforma su tía, interpretada por Agata Kulesza, la otra cara, una roca con demasiadas erosiones y cuya profesión simboliza el nuevo estatus opresor de un país todavía saliendo de la pesadilla.
Historia de madurez, tiene el mérito de mirar adentro y hacia fuera sin posicionamientos que condicionen al espectador. ‘Ida’ es una película adulta, que casi obliga a un segundo visionado. Hasta su duración está medida, aunque quizá se quede algo cojo ese ‘tour de force’ emocional y redentor que afronta el personaje de la tía de la protagonista. También puede parecer algo obvio que lo que haga explotar pulsiones físicas soterradas sea un músico. Detalles al margen, ‘Ida’ se define como una perfecta muestra de cine universal y que salta fronteras pese a su definida localización geográfica y social. Pawlikowski trabaja desde el detalle y deja que los silencios muevan la historia, tomando como referencia, palabras suyas, ese cine checo setentero del que tan poco se conoce en España y tanto se venera en gran parte de Europa. ‘Ida’, por otra parte, exige en el espectador la misma paciencia con la que trabaja en su puesta en escena, otro apunte que no hay que olvidar. El resultado de ese minucioso trabajo delante y en la pantalla dejará huella, pocas veces la memoria histórica, y da igual el país, ha quedado reflejada con tanta sutileza como crudeza como sucede aquí.
Es complicado encontrarle fisuras a ‘Ida’. Hay delicadeza, una fotografía primorosa, una pelea plano a plano a la búsqueda de la perfección formal, interpretaciones sólidas y un guion mínimo que se va expandiendo hasta lograr cruzar pasado y presente en la Polonia de 1960. ‘Ida’ es al mismo tiempo una singular ‘road movie’ por paisajes casi lunares, una incursión en las profundidades de pueblos tomados por el silencio, el mismo que se impone la protagonista, una novicia a punto de tomar sus votos. Agata Trzebuchowska hace suyo ese personaje que suple su falta de discurso verbal por los sentimientos que transmite su mirada, un abanico que va desde lo infantil hasta esa madurez que llega demasiado rápido. El polo opuesto en ese singular trayecto de redescubrimiento personal lo conforma su tía, interpretada por Agata Kulesza, la otra cara, una roca con demasiadas erosiones y cuya profesión simboliza el nuevo estatus opresor de un país todavía saliendo de la pesadilla.
Historia de madurez, tiene el mérito de mirar adentro y hacia fuera sin posicionamientos que condicionen al espectador. ‘Ida’ es una película adulta, que casi obliga a un segundo visionado. Hasta su duración está medida, aunque quizá se quede algo cojo ese ‘tour de force’ emocional y redentor que afronta el personaje de la tía de la protagonista. También puede parecer algo obvio que lo que haga explotar pulsiones físicas soterradas sea un músico. Detalles al margen, ‘Ida’ se define como una perfecta muestra de cine universal y que salta fronteras pese a su definida localización geográfica y social. Pawlikowski trabaja desde el detalle y deja que los silencios muevan la historia, tomando como referencia, palabras suyas, ese cine checo setentero del que tan poco se conoce en España y tanto se venera en gran parte de Europa. ‘Ida’, por otra parte, exige en el espectador la misma paciencia con la que trabaja en su puesta en escena, otro apunte que no hay que olvidar. El resultado de ese minucioso trabajo delante y en la pantalla dejará huella, pocas veces la memoria histórica, y da igual el país, ha quedado reflejada con tanta sutileza como crudeza como sucede aquí.
RAFAEL GONZÁLEZ
2 Comentarios
Magnífica crítica. completamente de acuerdo con lo de la tía y el músico, por cierto cómo se entera del fallecimiento para presentarse allí? brutales interpretaciones y gran dirección con mucho aire encima sin tener miedo en.mostrar silencios. lastima q mueva la cámara en los dos planos finales.
ResponderEliminarChema Pozuelo
No se podía definir mejor:fotografía primorosa!....se muestra la belleza de lugares totalmente desolados y en los que aun perdura el dolor de una guerra.
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