'TÍO VANIA'. Chéjov en esencia



CRÍTICA DE TEATRO

'Tío Vania'
Autor: Antón Chéjov
Dirección: Rodolfo Cortizo
Compañía: La Pajarita de Papel
Teatro: La Puerta Estrecha (Madrid). Hasta el 19 de diciembre

‘Tío Vania’ revela los lados más opacos de la obra de Antón Chéjov. Es de largo su texto más esclarecedor. Alumbra los espacios más grisáceos de su producción, ejerce de engrase para muchas de sus obras posteriores y saca a flote toda esa atmósfera densa y hostil que niebla el interior de los personajes que la protagonizan. Vale, por lo expresado, como una inmejorable presentación del laberíntico universo de Chejov. Y es así como la compañía La Pajarita de Papel acude nuevamente al dramaturgo ruso, como ya hiciera con ‘El canto del cisne’. Demuestra oficio ante todo su puesta en escena de ‘Tío Vania’, exprimiendo el jugo a la esencia del texto y  aliándose, una vez más, con ese espacio escénico tan sugerente del que puede presumir La Puerta Estrecha de Madrid.

Texto de ambiente y revelador, La Pajarita de Papel lo lleva por territorios manejables en lo que se ve como una apuesta clara por hacerlo fluido y poco poroso a la recepción. La puesta en escena se escora hacia un estatismo al que apoya una escenografía detallista y una iluminación cuidada y que da sentido a lo expuesto. Los actores se mueven cómodos en ese plano. Elevan la media al afrontar las escenas más íntimas, creíbles dentro de una intensidad que en alguna escena sobrepasa, que brotan de la historia. Es revelador el dato, puesto que permite detectar cierta falta de cohesión cuando sobre el escenario se juntan más de dos intérpretes, aunque el paso de las funciones parece haber soldado esa grieta. Hay que destacar el trabajo de Rodolfo Cortizo, que sabe medir, aguantar, reservar y dejar salir la amargura que asfixia a su personaje. Pertrecha de razones para el hastío a ese Vania que es la bisagra sobre la que giran el resto de secundarios, actores de garantías, en lo que deviene un constante crecer dramático y de interés por parte del espectador hacia la función.

‘Tío Vania’ se revela así de la mano de La Pajarita de Papel como una más que digna aproximación a la cumbre y al mismo tiempo esencia del teatro de Chéjov. Incluso puede puntuar doble si se trata del debut o de una de las primeras incursiones de un espectador en la tantas veces esquinada e impermeable obra del ruso. La Pajarita de Papel le sabe sacar jugo sin tirar de innovaciones o experimentos artificiosos, mostrando en noventa minutos que tienen la virtud de no hacerse demasiado largos toda la desazón de un texto como ‘Tío Vania’.

RAFAEL GONZÁLEZ

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