'LA VIDA DE ADÈLE'. El azul quedó para mejor ocasión


CRÍTICA DE CINE

'La vida de Adèle' (Abdellatif Kechiche. Francia, 2013. 180 minutos)

El fenómeno que causó en 2011  la novela gráfica de Julie Maroh, 'El azul es un color cálido', resultó bastante extraño. La historia en sí no aportaba ningún elemento novedoso en lo que se refiere al despertar sexual entre mujeres. Quizá tuviese algún interés para su autora o personas un tanto alejadas en la temática. De ahí que llame aún más la atención el revuelo que se ha generado –fundamentalmente por los premios y críticas recibidas- con la película del exitoso y excesivo Abdellatif Kechiche. Toma algunos aspectos de la novela gráfica y los adapta a su antojo. En ningún caso es una adaptación de la obra de Julie Maroh.

Su excesivo metraje no llega a ser tedioso, pero no es ninguna desfachatez escribir que a la película le sobran noventa minutos. Hay demasiados tiempos muertos que no ofrecen más que instantáneas del dolor de la separación o del amor incondicional y pasional. Ni siquiera las escenas de sexo resultan atractivas. No están filmadas con entereza, suenan más a imágenes impostadas que a un sentir progresivo. Es cierto que Croneberg –fundamentalmente con ‘Crash’- y Patrice Chereau –con ‘Intimidad’- son los que mejor han filmado el sexo, con todas sus necesidades y todas sus entregas sin buscar una llamada de atención gratuita. El despertar sexual de esa chica perdida en un instituto queda en segundo plano. La adaptación hace que la película tenga un ritmo discontinuo. Algunos elementos positivos de la obra gráfica –como los diarios de la joven- se enuncian para transformarse en nada. Supuestamente opta el director porque transcurran muchos años, algo que resulta inverosímil, dado que los personajes no cambian. Podría haber sido una buena idea la del paso del tiempo, pero no consigue que el espectador sea consciente de esos cambios. El artificio lo transforma todo en caprichoso.

Kechiche filma bien, pero… ¿qué filma? Desvía la atención hacia lugares asépticos y un tanto vacíos. Es posible que haya pretendido contar lo que no se ve y filmar los instantes menos interesantes. Es meritorio no aburrir a lo largo de tres horas. Lo malo es que no ofrece ese plus en el que se consiga entender cuál es el objetivo de la película.

El hecho de alejarse del final de la historia original es llamativo. Hay demasiados desajustes sentimentales para buscar que todo cuadre. Había elementos para que todo pudiese funcionar pero se queda en el estereotipo de tiempos que maneja a su antojo y que no llegan a transmitir apenas nada. En todo caso, no aburre y se disfrutan momentos con esa excelente actriz que es Adèle Exarchopoulos.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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