'EJECUCIÓN HIPOTECARIA'. Instantes buenos en un conjunto lineal


CRÍTICA DE TEATRO

'Ejecución hipotecaria'
Autor: Miguel Ángel Sánchez
Dirección: Adolfo Fernández
Escenario: Teatro Lara (Madrid)

¿Cuál es el límite que un ser humano puede aguantar antes de asistir al desmoronamiento de su vida? Esa condenada letra pequeña enmaraña los sueños que se tuvieron. Las promesas de que las entidades bancarias van a poner todo de su parte no son más que mentiras. No hay atisbo de humanidad en ninguna acción bancaria, no hay que olvidar que es un negocio.  Desde ‘arriba’ existe un desinterés que lleva al dolor, la ruina y la pérdida de dignidad. Cuando ya no queda nada, la guerra ha empezado, como indica Charly (Juan Codina) y ya no hay ningún resquicio de algo por lo que luchar. La guerra del ladrillo, casas vacías, humillación y desmoronamiento. En este caso, el tiempo favorece a los bancos y sus representantes juegan a las comisiones. Las personas son únicamente números que suman o restan el incentivo soñado.

‘Ejecución hipotecaria’ plantea una situación basada en un acontecimiento real, y esto le otorga verosimilitud. La acción, tremendamente reconocible en ese día a día al que se asiste –desahucios, preferentes, tarjetas negras…- está llegando al límite de la resistencia. La obra de Miguel Ángel Sánchez es en ese aspecto correcta, aunque no deja de tener momentos cogidos por los pelos, fundamentalmente cuando el procedimiento de ejecución se inicia a los tres meses de no pagar. Otros instantes son absolutamente innecesarios, como los flashbacks, que no aportan nada. La crudeza de Charly ya deja entrever ese pasado y lo que ha sucedido. La utilización de este recurso en la obra  resta fuerza.

Sonia Almarcha y Juan Codina están extraordinarios en sus papeles. Son ellos los que llevan el peso de la función. Codina interpreta a las mil maravillas esos personajes a los que ya no le queda nada por perder –cierta similitud con el hijo que interpretaba en la adaptación de ‘Acreedores’, titulada ‘Ahora empiezan las vacaciones´- pero que no quieren ser los únicos que pierden. La fuerza que otorga al personaje, sus gestos, sus acciones y sus diferentes tonos acompañados siempre de naturalidad ayudan a empatizar con ese hombre ya sin nada en los bolsillos, la ilusión rota y el anhelo de venganza o devolver una parte del dolor sufrido. Sonia Almarcha, con la que ya se pudo disfrutar en la película de Jaime Rosales ‘La soledad’, vuelve a dar otra lección de interpretación. La pareja que forman ambos es muy buena y pese a que los flashbacks no dejan de ser algo innecesario en el acontecer del texto, tanto Codina como Almarcha realizan un ejercicio sobresaliente. Ella da vida a la titular del inmueble y a la representante del banco. Cada personaje tiene sus matices y Almarcha consigue que en ningún momento se vean atisbos de uno en el otro. El resto del reparto no está a la misma altura, salvo Ismael Martínez, que es consecuente y defiende su personaje con aplomo, mostrando las debilidades y contradicciones del ser humano.

La dirección de Adolfo Fernández es correcta, no es enrevesada y sabe mostrar a su dúo protagonista. No se ha sabido sacar partido a las acciones grabadas en vídeo y la supuesta fuerza que debían tener se queda en una intentona que resta impacto. Es una pena que desde la dirección no se  hayan limado esas lagunas textuales que habrían podido ayudar a que ‘Ejecución hipotecaria’ no se quedase en lo manido y diese ese paso más con valentía y no de puntillas y rozando el melodrama.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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