'BUGARACH'. El pueblo del apocalipsis que no fue


CRÍTICA DE CINE

'Bugarach' (Ventura Durall, Salvador Sunyer, Sergi Cameron. España, 2014. 90 minutos)

21 de Diciembre de 2012. Según intérpretes del calendario maya es el día del fin del mundo. Pero como en las historias de Astérix, hay una aldea gala que resistirá. Se trata de Bugarach, un pequeño pueblo en el sur de Francia. No hay poción, en este caso se trata de su montaña, de su pico, relacionado con cátaros y templarios. Es allí donde se dice que se esconde una base extraterrestre en su interior (se dice que se han avistado numerosos OVNI por los alrededores)  o una entrada al otro mundo.

El periódico británico The Independent da la primera voz de alarma en marzo de 2012. Al menos 100.000 personas podrían acercarse al pueblo francés y su montaña. Las autoridades recuerdan a la Orden del Templo Solar, que en otro inminente fin del mundo, acabó con dieciséis suicidios en 1995 en la frontera franco-suiza.

Se detecta un número más elevado de visitantes que lo habitual. No se trata de senderistsa, mucho de los nuevos visitantes pertenecen a sectas. El alcalde de Bugarach, Jean Pierre Delord, decide tomar cartas en el asunto, convoca una rueda de prensa y pide ayuda. Su aldea y sus habitantes son situados en el mapa mundial.

Y es precisamente esos momentos previos al fin del mundo lo que cuenta este documental. Y el término “contar” aquí es pertinente, porque al salir uno se pregunta si en realidad era un documental o se trataba de una comedia existencial. Tiene uno la duda si no son actores los habitantes del pueblo y los visitantes. La duda es razonable, hay planos muy elaborados, no existe la frontera entre la cámara que graba y el personaje grabado, los diferentes personajes que desfilan actúan con gran naturalidad, mantienen conversaciones íntimas.

Hay que insistir, se podría tratar de un falso documental. Sin embargo, todo se debe a que los tres directores estuvieron un año y medio grabando. Se explica así la complicidad, la sensación de que la cámara no es una extraña que se inmiscuye en la vida del pueblo.

Así, con tal cantidad de material grabado, se ha elaborado un montaje inteligente en el que se hace un retrato de diferentes personajes, su relación con el inminente final del mundo, excepto de Bugarach, a la vez que se hace casi un relato costumbrista (costumbrismo mágico se podría decir) del pueblo, con la furgoneta carnicería como imagen icónica.

Así se puede ver la amistad que surge entre Slide, el joven mago que quiere aprovechar tan importante acontecimiento en su aldea, con Uranie, que vive en la montaña a la espera del acontecimiento, integrado en el pueblo, consejero del muchacho. A Mirko, al que le gustan las armas, dispuesto a defender su pueblo. Al alcalde, irónico, con gran sentido del humor.

A esta especie de costumbrismo mágico de este documental de comedia existencial contribuye con gran efectividad la fotografía de  Castiñeiras y Clément-Delmas, capaz de captar el ambiente “mágico” de la montaña y los bosques que la rodean.

En definitiva, un gran trabajo, al que algunos le podrían reprochar que es demasiado subjetivo, que refleja con exceso la visión de los directores que han apostado por la amabilidad y la proximidad. Sin embargo, esto no resta ni un ápice el valor de esta producción. Después de todo, el mundo no se acabó.

BENJAMÍN JIMÉNEZ

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