EL NOBEL DE LITERATURA, UN MÉS DESPUÉS. Reflexiones


Ha pasado ya un mes desde que se hiciera oficial  la concesión del Premio Nobel de Literatura a Patrik Modiano. Ha pasado el tiempo recomendado por el médico para poder hablar de esto sin que a nuestro compañero Iván le vuelvan a subir las fiebres y los ataques depresivos por el olvido una vez más de su idolatrado Philip Roth.

Porque si bien el de Modiano no es un premio injusto, desde luego no entraba en las quinielas de favoritos, encabezadas por Murakami, DeLillo, Ngugui wa Thiong'o (reconocemos que aquí no conocemos mucho a este señor) y por su puesto Roth. Pero saltó la sorpresa, o no tanta, y mientras el resto de candidatos pueden seguir probando suerte en sucesivas ediciones, el caso de Roth es más complicado: se supone que está retirado y cada año va a ser más difícil dar un premio literario a un ex escritor (aunque Cela llevaba años sin ser digno de ser llamado así, concedámosle algún mérito, seamos benévolos. De todas formas lo de los premiados españoles es para hacer un texto solo dedicado a ello).

¿Pasará Roth a la lista de insignes olvidados y/o ignorados? La tabla es larga: Borges, Cortázar, Ibsen, Galdós, Durrell, Proust, Pound, Celine, Joyce, Woolf, Plath, Updike, Levi, Kundera, Kafka… (ponga aquí el suyo)

Y vale, no se puede premiar a todos, y la literatura es subjetiva (por ejemplo, yo subjetivamente nunca le daría un premio a Borges) , pero hay que reconocer que sangran los ojos y da vergüenza ajena comparar con algunos premiados: Echegaray (los Nobel españoles) Perse (se dirá lo que se quiera, pero todos hemos estudiado algo de literatura francesa y casi ni se le nombra) Martison y Johnson (suecos al alimón), Mommsen o Ivic entre otros.

Son premios complicados, quizás sólo superados por los de la Paz, con la diferencia de que aquí sólo se galardona a tipos que solo han servido para talar árboles de forma inútil y no asesinar personas. Y está Churchill, que igual podría haber ganado los dos premios injustamente y no solo el de literatura.

Entonces, ¿cuáles son los criterios para conceder el premio Nobel de Literatura? Pues a primera vista: ser un hombre blanco, occidental, de más de 50 años y perteneciente a algún país situado entre los más ricos según los indicadores macroeconómicos, salvo que seas sueco, que no hace falta cumplir esta última premisa, es lo que tiene jugar en casa (que te leen más, es eso, no insinúo nada). Así es, solo han sido galardonadas doce mujeres, y eso que ahora parecen haberse dado prisa premiando a cuatro en los últimos diez años. Solo Suecia acapara más premios que toda Asia, que junto con África y Oceanía reúnen doce premios, mientras que Ámerica, su parte latina y caribeña, apenas reúne ocho. Un dato, los premiados en lengua alemana (catorce) igualan a la suma de los que escribieron en español, chino o portugués juntos. No hace falta que se compare población.

Y es demagogia, soy consciente pero son datos que hablan por si mismos. Cierto que no se puede culpar a la Academia de no ser más avanzados que su sociedad respecto al tratamiento de los derechos de la mujer ni en el campo de los estudios coloniales y poscoloniales (y podemos excusarnos en que antes no había) pero no justifican muchas ausencias. Además de estos datos, existen también, lo que podríamos llamar los aspectos no literarios, muy relacionados con el sentido de la oportunidad y de las manías de los miembros del jurado.

Así por ejemplo, en los primeros años el premio se concedía en base a que la obra del autor fuera en la “dirección ideal”, lo que venía a decir clásica, más bien conservadora (y no es que ahora sea la Academia un festival del riesgo y la innovación) lo que quiere decir que al bueno de Ibsen, a Zola, Tolstoi, Kafaka o Strindberg les ignoraran. Alguno podría mencionar que para la Academia la época de las vanguardias literarias jamás existió.

Las fobias personales, como considerar a Tolkien como prosa de segunda división frente al poeta Ivic, que en aquel año también se impuso a Moravia (monótono, y aquí no estoy del todo en desacuerdo) y a Durrell (monomaníaco sexual, asó como lo oyen). Los telegramas que en su día mando el Secretario Permanente Erik Axel para invalidar a Galdós como candidato, o la caída de la carrera de Auden por hablar, a destiempo, sobre homosexualidad y  armarios suecos.

Ivic se encuadraría en los disparates, junto a Echegaray, Benavente o Johnson. Incluso Cela. Ya he comentado aquí que lo de los premios españoles es para hacérselo mirar. Nadie de la Generación del 27, dramaturgos, dejémoslo en curiosos, frente a Valle-Inclán. Y no seguiremos.

Luego está la política. No es que los suecos se la cojan con papel de fumar con este tema, más bien se rigen por un exquisito sentido de la oportunidad. Así no les importó premiar a gente tan próxima a la derecha o al fascismo como Knut Hamsun en 1920, ya había dado bastantes señales de simpatías reaccionarias, a Cela o a Pirandello, que en 1924 defendió el asesinato de Matteotti apoyando a Mussolini. Por ese mismo hecho, la defensa y apoyo del Duce, Ezra Pound nunca tuvo posibilidades de obtener el Nobel. Y a Celine, por pensar más o menos igual que Hamsun, fue olvidado (claro, que también quién iba a premiar a un tipo que estaba reclamado en su país como colaboracionista de los nazis).

Igual pasa en el otro lado, si bien, no hubo ningún problema en conceder el Nobel a Neruda o García Márquez, el primero con algún poema sonrojante de apoyo al padrecito Stalin, mientras que el colombiano nunca ocultó su simpatía por la revolución cubana. A Malraux, que fue combatiente en dos guerras, se le consideró demasiado rojo, irónico para alguien que terminó siendo uno de los más fieles apoyos de De Gaulle y despreció el Mayo del 68.

Y podría seguir este post con especulaciones (¿y si Pizarnik y Plath no se hubieran suicidado? Pues probablemente no) y con anécdotas como la del poeta Graves que no ganó por eso, porque no tocaba poesía. Podríamos seguir, de verdad, pero eso no cambiaría las cosas. Y es que probablemente no premiarán a Roth y nuestro compañero se volverá a sumir en sus soliloquios y en la actitud sombría. Por favor que alguien ponga en marcha un change.org.

BENJAMÍN JIMÉNEZ

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