'BENEATH'. Yo soy minero



CRÍTICA DE CINE

'Beneath' (Ben Ketai. Estados Unidos, 2014. 89 minutos)

Pocas profesiones tan duras como la de minero. Mirando la parte menos agradable, trabajan a cientos de metros bajo tierra, la atmósfera es capaz de perforar el más granítico de los pulmones, la luz natural ni se menta, los percances acechan y el salario se queda también en las profundidades. Si a todos estos factores se añade el extraer carbón de una mina en la que desaparecieron recientemente y de forma misteriosa 19 colegas y que a la hija del jefe le da un día el capricho de darse un garbeo por el lugar de trabajo de papá y deja caer por allí unas cuantas hormonas la conclusión es que el guionista tiene cuentas pendientes con este gremio. Con estos mimbres trabaja Ben Ketai, habitual de la serie B u otra letra más abajo del alfabeto. Aunque no tenga una trayectoria contrastada, sí demuestra en ‘Beneath’ oficio, conocimiento del campo en el que se mueve y buen hacer con la cámara.

Si algo hay que alabar a este producto bajo tierra es que de forma sobria cumple con lo que se le puede pedir. Son noventa minutos de tensión sostenida, oscuridad y claustrofobia. Se le nota la estrechez de presupuesto (esa cámara de aislamiento que parece una furgoneta reconvertida en centrifugadora), sin que suponga graves perjuicios. Para compensar se ha sido sutil en aspectos básicos como la iluminación. Incluso el guion, salvo un tramo final que parece dedicado a los aficionados al túnel del terror de cualquier parque de atracciones, tiene puntos interesantes. La historia mantiene un equilibrio entre lo real y lo imaginado, bascula entre esos dos mundos confundiendo en ocasiones al espectador, aunque la interpretación sobreexcitada de la fémina protagonista no ayude en ese sentido y tampoco el maquillaje ochentero.

‘Beneath’ es familia de sangre de dos producciones recientes. En el caso de ‘The Descent’ es evidente la influencia, aunque el alcance y la maestría de la pieza de Neil Marshall es mucho más notable. Con la hispana ‘La cueva’ mantiene más un diálogo de tú a tú. Le supera la norteamericana en verosimilitud, en puesta en escena y hasta el criticable final al menos no deja la huella de querer resarcirse de una oscuridad en esta ocasión más necesaria que nunca y que alcanza a esa reivindicación, secundaria en todo caso y bañada en sangre, de una profesión como la de minero.

RAFAEL GONZÁLEZ 

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