CRÍTICA DE CINE
'El tiempo de los amantes' (Jérôme Bonnell. Francia, 2013. 105 minutos)
La asfixia emocional y sentimental tiene muchas salidas fílmicas. Los encuentros cargados de pasión en habitaciones sin lugar y las planificaciones sobre vidas comunes que nunca llegarán siempre tienen cabida en el mundo del arte. Esas pulsiones arrojadizas y apasionadas que comienzan con una mirada son una buena base para trabajar en una historia. El problema viene en cómo construir una trama sólida en la que encaje toda la pasión sin que suene impostada.
Jérôme Bonnell se ha quedado en el intento. Todo puede intuirse desde ese primer plano secuencia en el que se dan demasiadas explicaciones para conformar lo que es el carácter de la protagonista, la sensual y resolutiva Emmanuelle Devos, capaz de imprimir entereza a todas esas dudas y caprichos por las que el personaje cabalga a lo largo de su delirio emocional.
La propuesta está desacompasada en cuanto a estructura se refiere. El guionista y director tiene muy claro el instante que quiere mostrar, pero se pierde en el artificio de unas tramas secundarias que restan prestancia a esa convulsión de sentimientos que nacen en un tren. Contar con un actor como Gabriel Byrne ya aporta algo de entereza a la propuesta, porque el tándem que conforma con Devos es efectivo. Sus miradas ya significan, sus parlamentos, sus propuestas, sus impulsos… pero hay muy poco más y la película dura 105 minutos. ¿Por qué descentralizar la acción principal?
Bonnell arroja tierra sobre su idea y queda diluida en grumos sin sabor que se pierden en añoranzas, miedos y deseos vacuos. Toda la condensación temporal es bastante falsa o son amantes rápidos. Bonnell no emplea el tiempo con la verosimilitud que pretende, este es utilizado de modo caprichoso y por eso resulta tramposo.
‘El tiempo de los amantes’ es un argumento interesante que no llega a más. El potencial de sus personajes, ella actriz, él profesor de literatura, el por qué se encuentran en ese tren, el funeral, la búsqueda, las entelequias y las derrotas son solo esbozos de un trabajo que no parece haberse encontrado. La dirección tampoco aporta nada a esa intimidad y los momentos musicales –pese a tener una música notable- están muy mal insertados. Una lástima que Jérôme Bonnell no haya sido consciente de la buena película que ha podido tener entre manos.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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