CRÍTICA DE TEATRO
'El burlador de Sevilla'
Autor: Tirso de Molina
Dirección y adaptación: Darío Facal
Producción: Teatro Español
Se acerca el 1 de noviembre y como todos los años comienzan a aparecer las distintas aproximaciones que, desde el teatro, se acercan a la figura del Don Juan. El Teatro Español se adelanta casi un mes y ha encargado a Darío Facal, uno de los representantes de la nueva hornada de creadores escénicos, que ponga en pie el mito en su escenario.
Darío Facal ha optado por 'El burlador de Sevilla' de Tirso de Molina, por el Don Juan canalla, cruel, sin romanticismos ni moralinas. Lo ha hecho respetando en todo lo posible el texto original y apostando la revisitación por el lado escénico, formal.
Es una propuesta en principio arriesgada, con micrófonos, una banda de música en directo, profusión de audiovisuales, un acercamiento al verso de una forma que se podría calificar de postdramática y desnudos, muchos desnudos.
Es aparentemente arriesgado,pero nunca termina de lanzarse, de hacer el salto sin red. Juega a mostrar una cierta audacia, a dar pinceladas de un teatro más atrevido pero sin abandonar, ni de lejos, la posibilidad de llenar un teatro público de esas dimensiones, opción que esas pinceladas de riesgo que muestra podrían anular. Es como permitirse ciertos comentarios atrevidos en una fiesta de etiqueta que hagan reír pícaramente a los invitados pero sin escandalizarles.
Facal comenta en una entrevista que no hace trabajo de mesa, que dejan que sean los ensayos los que vayan decidiendo cada escena. Es un método muy válido pero que conlleva su riesgo. Un riesgo que consiste en que el director no sea capaz de dotar una dirección única, una unidad.
Así, se ven varias propuestas distintas a lo largo de las sucesivas escenas, esbozos que no llegan a consolidarse. Así se pasa de la apuesta de un espacio vacío a bajar del techo una casa enorme con el único fin de mostrar una escena grabada en vídeo en su interior. Se transita de los diálogos cortantes y rápidos a una especie de ruptura del diálogo y del texto sin ninguna justificación aparente más que la estética. Una pena porque hay varios momentos que apuntan a algo realmente importante, que tienen una fuerza escénica potente y logran conmover y transmitir la crudeza del texto.
Da la sensación de que en todo el montaje flota el aroma de lo postdramático, una opción a la que se apunta pero no se termina por apostar o, más bien, se hace una apuesta poco arriesgada, puesto que que no se renuncia, al contrario, a los elementos de lo “dramático” y de lo espectacular.
De esta forma la obra se diluye y pierde toda la fuerza que tiene el texto. Hay una especie de híperutilización, de vigorexia, de los recursos que una producción de este tamaño pone a disposición del montaje, como si el director se viera en la obligación de justificar un presupuesto y ahogara así lo que ocurre en escena.
Mención aparte merecen los audiovisuales. Juegan totalmente a la contra, casi al sabotaje, es difícil encontrar explicación a semejantes imágenes que ni narrativa, ni poética ni estéticamente aportan nada. Al contrario ocurre con con la música en directo. La banda, muy bien integrada escénicamente, aporta fuerza y realza la figura canallesca y juerguista de Don Juan.
Hay que destacar el gran trabajo de los dos actores protagonistas, Alex García como Don Juan y Agus Ruiz como su ayudante Catalinón., bien dirigidos por Facal. Logran darle al verso una viveza y actualidad que se agradece, aportan un gran ritmo en sus actuaciones y hacen creíbles a estos dos pendencieros en los diferentes estados de ánimos por los que transitan y exhibiendo una gran complicidad. Logran zafarse del peso de Don Juan pero sin abandonarlo. El resto del reparto es más que notable aunque desigual.
Este gran trabajo de los actores no logra levantar un montaje que se ve relegado a un segundo plano por los recursos técnicos y cierta espectacularidad, que se diluye al no apostar por un camino claro y navegar por distintas propuestas intentando no negarse ninguna audiencia posible, desaprovechando los apuntes y la potencialidad de algunas escenas que se ahogan en un montaje general que no cumple las expectativas.
BENJAMÍN JIMÉNEZ
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