CRÍTICA DE CINE
'Sinister 2' (Ciaran Foy. Estados Unidos, 2015. 97 minutos)
Poco, casi nada, aportan las continuaciones de productos que gastaron la munición en la primera entrega. ‘Sinister 2’ es otra muestra de inicio de saga prescindible que emborrona a la original y ni siquiera saca brillo –o grito- a lo más destacable de la historia en la que se sujeta el embrollo. Había aristas interesantes en ‘Sinister’, como el uso del Súper 8 para incomodar, el carisma de un villano de resonante nombre, Rugul, y para coronar un final tan macabro como inesperado. La continuación derrumba esos tres pilares de uno en uno, con precisión industrial: se abusa sin reparo del recurso del Súper 8; Rugul es una sombra de lo que fue, absorbido su protagonismo por una pandilla de mocosos insoportables y, para remate, el final es una suma de despropósitos de chirriante homenaje a ‘Los chicos del maíz’.
Antes de entrar en sala, ‘Sinister 2’ prometía dar más jugo, y lo cierto es que los minutos iniciales ofrecen buenas vibraciones. A los mandos está el irlandés Ciaran Foy, director de la estimable ‘Citadel’. Scott Derrickson, director de la primera, no quiso tampoco mantenerse lejos y coescribió el guión. Entre el reparto, un viejo conocido como John Ransone, más ‘Jimcarriesco’ que nunca, y Shanny Sossamon, haciendo honor a la primera parte de su apellido. Entre ambos logran lo casi imposible, que en una producción de terror y a rebosar de escenas macabras se cuele involuntariamente el humor de ‘slapstick’ y casi de edad de pavo. Su atisbo de historia de amor bañada en un par de whiskies mientras los espíritus pululan por la casa así lo atestigua.
Todo este catálogo de noticias para la segunda parte de lo que se avecina como larga franquicia no logra dar con el punto de la original. Apenas hay terror más allá del que crea la sala de sonidos, y el intento de aliñar la historia con un asunto de malos tratos y custodia por los hijos no es nada convincente. A esto hay que añadir la rapidez con la que se desarrollan los acontecimientos a partir del último tercio de la película. Ahí parece que tiene mucho que decir el tijeretazo impuesto durante la postproducción, porque si no, no se entiende de otra manera el frenético ritmo que se impone en esa parte final y que destruye todo atisbo de credibilidad en lo que, por otra parte, nunca pretende acercarse a la verosimilitud. Así que ‘Sinister 2’ se queda en territorio sin bandera. Defraudará a aquellos a los que agradó su predecesora y dejará fríos, apáticos, a los restantes. Siniestro total.
RAFAEL GONZÁLEZ
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