'VICTORIA'. No solo de propuestas se subsiste



CRÍTICA DE CINE

'Victoria' (Sebastian Schipper. Alemania, 2015. 140 minutos)

El aspecto formal de una película como ‘Victoria’ es sobresaliente. Planear una película en un solo plano es ya una osadía que merece ser vista. Otras películas juegan a disimular el plano secuencia –‘Birdman’, ‘La soga’- pero atreverse a un desafío tan grande no está a la altura de cualquiera. El problema viene al analizar el contenido de la película. 

‘Victoria’ tiene unas coincidencias que, bajo ningún concepto, pueden ser gratuitas con ‘Deprisa, deprisa’ de Carlos Saura, que condenan a que su desarrollo sea tan previsible como eterno. La vida en el momento culmen de tomar una decisión. ¿Qué hacer si se presenta una oportunidad por truculenta que sea la misma? La catalana Laia Costa interpreta notabilísimamente  a una española en Berlín en busca de ganar tiempo a su proyecto vital. Aparentemente está sola con cicatrices sin cerrar. La educación es algo que evidentemente dejó una huella negativa, jugando con su autoestima. Esa escena en la que abre su frustración académica en el conservatorio junto a su recién conocido amigo podía enunciar algo, pero se queda en un compás un tanto ilógico teniendo en consideración la propuesta de dirección. 

Nada cuadra demasiado en los motivos que dan pie a la historia. Ni siquiera el aparente nivel de borrachera de la protagonista invita a creer que se introdujese en la aventura de la compañía ajena. Toda la historia gira para adentrarse en un thriller de antiguas promesas carcelarias y anhelos económicos. El guion repleto de fisuras no es contundente en ningún aspecto. La propuesta en un plano secuencia es curiosa pero a su vez tramposa, todas las distancias son demasiado cortas. Plantea que la intensidad vital de la historia suceda exclusivamente en el barrio de Kreuzberg en Berlín. Esto no es algo malo en principio, pero el propio devenir de los acontecimientos demuestran que es una necesidad que está por encima del fondo. Algo que resta potencial a la propuesta es un metraje demasiado extendido e innecesario. La búsqueda de la supervivencia no tiene eco alguno en la trama. Hay ciertos caprichos en las motivaciones de los personajes para que todo cuadre y que la película parezca rozar varios géneros, evidentemente todos desnutridos. 

No hay tensión por su resolución ni hay suficiente empatía como para pensar que algo de lo que sucede tiene demasiado calado. Las referencias a ‘¡Jo, qué noche!’ (1985) son anecdóticas en cuanto a planteamiento se refiere y no llega a formar su conjunto una pieza que esté dotada de una unidad regular. 

‘Victoria’ propone algo sugerente desde la dirección de Sebastian Schipper, pero las propuestas deben tener algo de contenido.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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