CRÍTICA DE CINE
'Nadie quiere la noche' (Isabel Coixet. España, 2015, 118 minutos)
Juliette Binoche es una actriz admirable en todos los aspectos. Su entrega es capaz de proporcionar ese enigma introspectivo que consigue enganchar al espectador, para así guiarle por todas las emociones por las que su personaje transita. Todo en ella es verdad y evidentemente cualquier proyecto gana en intensidad y verosimilitud.
‘Nadie quiere la noche’ comienza con ritmo, pulsión, emoción, talento y misterio. Los primeros veinte minutos son extraordinarios. El planteamiento está dotado de fuerza y las interpretaciones lo secundan con acierto. La extraña manía inservible de Coixet por mover la cámara solo consigue distraer y toda esa amalgama sentimental que atraviesa la protagonista queda un tanto desvalida.
La historia comienza a perder fuelle. La aparición del melodrama y los momentos empalagosos musicales anulan ese misterio que la primera parte había enunciado. Esa búsqueda un tanto caprichosa del marido explorador, Robert Peary, se va tornando en un viaje de caprichos, secretos, pijeríos y demás situaciones rocambolescas y poco firmes. Es triste que un trabajo tan completo de ambas actrices, Binoche y Rinko Kikuchi, tenga una recompensa tan poco gratificante por el rumbo de la historia. La gran labor de la dirección artística, vestuario, maquillaje ayuda aresistir una dirección que busca estar por encima de lo narrado.
Isabel Coixet hace mejores películas cuando no escribe el guión, como puede ser el caso de ‘Aprendiendo a conducir’ (2014) , el problema es cuando salen a relucir sus propuestas artísticas, ya sean de movimientos de cámara inexplicables o el empleo de una música que consigue tirar por tierra el trabajo de dos grandes actrices.
¿Por qué una película tan bien enunciada se transforma en un canto despiadado al melodrama injustificado? Posiblemente sea el estilo de Coixet. Suma y sigue. Otra película impersonal más de la directora catalana.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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