'ROAD TO ISTANBUL'. Rigor, testimonio y dolor



CRÍTICA DE CINE

'Road to Istanbul' (Rachid Bouchareb. Francia, 2016 .97 minutos)

El bisturí de Rachid Bouchareb está afilado y en buena forma. Lleva el director francoargelino la garantía de tratar temas controvertidos con rigor y sin apenas concesiones. Es el suyo un cine testimonial limítrofe con el documento histórico, como lo evidenciaron los testimonios fílmicos que rodó sobre Argelia, ‘Indígenas’ y la monumental ‘Fuera de ley’. Ambas forman un díptico sobre momentos cumbre de la historia del siglo XX de su país de origen, rodadas con precisión y evitando adecuarse a un discurso correcto. ‘Road to Istanbul’ fija metas más íntimas sin dejar de explorar problemas de envergadura (el proceso de manipulación y posterior captación de grupos terroristas entre los más jóvenes). Se le puede atribuir demasiada frialdad al conjunto, que apenas roce ese dolor de una madre que asiste a uno de los peores males, ver cómo su hija se desvanece de sus manos. ¿Qué he hecho mal? Es la pregunta clave y se escucha en diferentes momentos de ‘Road to Istanbul’. En esa ausencia de respuesta y en el vacío abismal que hace sentir este largometraje se fundamenta una propuesta que apenas contiene diálogos, una ‘road movie’ hinchada de dolor e incomprensión. 

La tranquila vida burguesa en Bélgica de una madre y su hija se ve alterada ante la repentina marcha de la segunda. Detrás hay una historia de mentiras, secretos y tristeza reprimida. Bouchareb rebaja drama filtrando la mayoría de información y ocultando contexto, en una decisión que se revela acertada. El guion deja abiertas las interpretaciones sobre posibles traumas del pasado. Desde ese momento la cámara toma el punto de vista de la madre y el espectador se agarra a su sufrir por el camino tortuoso que emprende. De la hija apenas habrá más rastro que el que dejen las redes sociales, que conforman el tercer eje del filme. Skype, Whatsapp y el correo electrónico sustituyen al cara a cara entre los protagonistas, una clara metáfora de los tiempos actuales, en el que los emoticones se comen a las palabras. No suele ser habitual hacer encajar con naturalidad el uso de las nuevas tecnologías en historias que operan desde lo sentimental.

Hay eficacia igualmente en la resolución del conjunto, fiel al tono expuesto. Deja además un brillante plano final, demoledor y que expresa más que cualquier diálogo que se hubiera podido añadir. ‘Road to Istanbul’ es un ejemplar de cine actual seco y rotundo que tras su estreno internacional todavía no ha encontrado espacio en la cartelera nacional, otro puntapié al panorama de la distribución y exhibición en el país. Quizá si Bouchareb hubiera apostado por un rostro conocido en el papel principal no hubiera sucedido esto, sin importar que la interpretación de Astrid Whettnall sea irreprochable. 

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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