'TRAIN TO BUSAN'. Zombis al tren




CRÍTICA DE CINE

'Train to Busan' (Yeon Sang-ho. Corea del Sur, 2016. 118 minutos)

Ya está tan maleado el aficionado al subgénero ‘zombi’ que hay pocas cosas que le sorprendan, sobrexpuesto a continuos acercamientos y relecturas sobre un fenómeno convenientemente resucitado tras el empujón industrial que supuso ‘The Walking Dead’. Para detectar el punto de partida de ‘Train to Busan’ hay que viajar un poco más atrás en el tiempo. Aquí hay una cara B de aquello que tan bien funcionara hace ya una década, el ‘28 días después’ de Danny Boyle. Podría verse la película dirigida por Yeon Sang-ho como una prolongación de aquella epidemia, ahora en continente asiático, con muertos en vida al sprint y tremendamente agresivos. Funciona el film como un excelente divertimento, con poca o nada de profundidad, pero con un director que maneja perfectamente la diversidad de géneros a los que se aproxima, incluyendo comedia, tensión y drama familiar con aspiraciones sociales. Ese cóctel temático que tan bien funciona en su sencillez se une al verdadero aspecto que otorga singularidad al filme, su doble ubicación. En primer lugar la externa, ese exotismo que para el espectador occidental desprende el ubicarla en esa Corea del Sur de apariencia casi impoluta, un país en el que parece que todo funciona a la perfección. Ya a un nivel más cercano, todo transcurre entre raíles y estaciones de servicio, otro escenario seminédito al que se acercó recientemente la recuperable ‘Howl’ y que encierra un buen número de posibilidades argumentales.

A ‘Train to Busan’ le pierde cierta ingenuidad y un agudo tono sensiblero, fundado en esos personajes tan estereotipados y sin apenas relieve, a través de los cuales no duda en ir dejando  a lo largo de la ruta simplísimas moralejas de autoayuda. No es un gran defecto si se toma este producto como lo que es, entretenimiento palomitero de primer nivel y con buen gusto tras la cámara, como demuestran imágenes que dejan huella, como ese suicidio fuera de plano o el epílogo tan emotivo. Se busca tocar fibra sensible y se consigue, aunque a veces se tenga la sensación de estar ante un cómic en movimiento al que solo le falta poner bocadillos a los diálogos de servilleta de los protagonistas. Larga vida, en definitiva, a productos de esta raigambre que, salvando sus defectos, saben ajustarse a lo que busca el afín a este tipo de productos. 

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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