'SAM'. Todo empieza en el colegio


CRÍTICA DE SERIE

'Sam' (Claire Lemaréchal, Stéphanie Tchou-Cotta. Francia, 2016. 1ª temporada)

Preguntado sobre de dónde era, Max Aub respondía raudo, sin titubeos. A pesar de contar con cuatro nacionalidades, el escritor tenía claro que uno es de dónde ha hecho el bachillerato. La anécdota, real o no, refleja la importancia de un periodo vital que supone mucho más que el arranque de años de madrugones, asistencia obligatoria, lecciones, exámenes y resultados. Es en el colegio donde empieza a cobrar sentido la amistad. Aparecen los primeros colegas de verdad, y al mismo tiempo los enemigos a los que hay hacer frente ya sin la trinchera familiar Es el despertar de sentimientos que van más allá de lo individual, el desperezar de la personalidad, una etapa de cambios físicos y anímicos profundos. 

Son años sin duda decisivos a los que las series de televisión en las últimas décadas les han dedicado un numeroso grupo de producciones. En Estados Unidos son un género en sí mismo y de ahí se han nutrido la mayoría de trabajos vistos fuera de sus fronteras. En España se ha venido apostando por la vertiente hormonal a la hora de tratar lo que sucede en colegios e institutos. Una apuesta por el pasillo y los exteriores más allá de lo que se cuece en el aula o sala de profesores. Ahí están los ejemplos de sobra conocidos como ‘Al salir de clase’, que con sus bondadosos aciertos era toda una muestra de ingenuidad colectiva, u otros como ‘Compañeros’ o ‘Física y química’. El tema educacional, el que brota del aula y se desparrama por fuera aparecía casi siempre relegado a cuestiones secundarias o tocadas superficialmente, por debajo de tramas de líos amorosos o problemas familiares sin conexión con el centro. Hay que recordar otras como ‘Querido maestro’, bonachón tributo a la figura del profesor rural sin mucho que aportar en cuanto contexto educativo y se hablan maravillas en este sentido de ‘Merlí’, serie producida por TV3, pero el que esto escribe todavía no ha podido verla. 

Tampoco el cine español se ha centrado en exceso en desarrollar el tema, más allá de aportaciones puntuales tocando el bullying (‘Cobardes’, 2008) o la relación profesor-alumno (‘La lengua de las mariposas’, 1999). En Francia, al contrario, abundan producciones que ponen la mirada sobre el sistema educativo. Se pueden encontrar trabajos de algunos de sus directores más célebres (Truffaut, Renoir o Tavernier) instalados en este microsistema, y también se ha ocupado de narrar el día a día del profesorado dentro del aula películas, entre otras, como ‘Entre les murs’ (2008) y dando una visión más sesgada la a priori interesante ‘Les héritiers’ (2014), desde un lado ‘Le nouveau’ (2014) y la mucho más agresiva ‘La journèe de la jupe’ (2009). 

En este contexto se enclava esta nueva aproximación al tema educativo en formato serie titulado ‘Sam’. Producida por TF1, su punto de partida se encuentra en Dinamarca. Allí ‘Rita’ ya lleva tres temporadas con magníficos índices de audiencia e incluso ya ha alumbrado un ‘spin-off’. ‘Sam’ es su versión a la francesa. Solo lleva una temporada y se duda sobre su continudad, ya que su responsable, Claire Lemaréchal, falleció poco después de filmar el último capítulo y su actriz principal ya ha anunciado que en estas circunstancias abandona el proyecto. Será difícil ver esta ‘Sam’ sin el rostro de Mathilde Seigner, perfectamente adaptada al papel de profesora deslenguada y sin corsés sociales o morales y al mismo tiempo adorada por sus alumnos, un cliché en todo caso aunque bien manejado y sin llevarlo al exceso. 

‘Sam’ juega constantemente con esa dicotomía. Los seis capítulos que forman esta tanda dejan al descubierto a un personaje de una complejidad bien trabajada desde el guion. En apariencia fuerte, poco a poco irán apareciendo sus puntos débiles que la alejan de la perfección que exige el sistema. Aunque no cuestiona modelos, ‘Sam’ da todo el peso de la trama al personaje interpretado por Seigner, y son cuando desaparece de la pantalla los instantes en los que se pierde la intensidad y hay un bajón fuerte. Se dosifican bien las tramas, alternando situaciones familiares –es especialmente interesante la relación de esta madre soltera con sus tres hijos, mucho menos con su progenitora y su familia política- con temas propiamente escolares. Ese mismo equilibrio aparece entre la comedia y el drama, aunque cabe decir que el paso de los capítulos va desnivelando la contienda a favor de la sonrisa. 

Lo más interesante es, sin duda, asistir al funcionamiento de un colegio público francés y los problemas que pueden derivarse del día a día. Situaciones como el acoso que puede llegar a sufrir un profesor novato, el bullying, la tensión que produce la llegada del inspector o sobre a quién corresponde la toma de decisiones sobre el futuro de un joven aparecen en pantalla y, aunque se desee mayor profundidad en ocasiones y un tratamiento más dramático, suponen sin duda una aproximación interesante y extrapolable a otros contextos geográficos. ‘Sam’ es una serie madura que trata a los alumnos como lo que realmente son, sin abrirles las puertas a otro tipo de conflictos que llevarían el proyecto por otros derroteros. 

Hay que esperar, eso sí, que si ‘Sam’ continúa en una segunda temporada trate otros temas mucho más gravosos y que realmente afectan a la educación nacional francesa como la integración, el currículo o la violencia en las aulas, porque de momento el tono general es blanquecino sin demasiados grises. ¿Cabría una ‘Sam’ a la española? No hay ninguna duda al respecto ni sobre el interés que despertaría si se tratara con esta mezcla de cariño y autenticidad que se respira en la versión francesa.

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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