'RICARDO III'. Ritmo, sudor y talento sin redondear



CRÍTICA DE TEATRO

'Ricardo III'
Autor: William Shakespeare
Versión: Jack Gamble, Jonathan Powell y Greg Hicks
Dirección: Mehmet Ergen
Arcola Theatre London
Teatro Salón Cervantes (Alcalá de Henares), Inauguración Clásicos en Alcalá

La propuesta de este 'Ricardo III' sugiere la suciedad de esa alma corrompida que se ahoga en su propio éxito. Partiendo de una escenografía a base de sillas y espejos, el texto vuelve a dejar patente lo sencillo que resulta situarlo en cualquier lugar y momento. El vestuario refuerza esa atemporalidad planteada. La cadena que une el pie con el brazo de Ricardo, sus ropas, la daga, los libros que leen, todo está encaminado a ese instante sin tiempo. 

El ritmo de toda la primera parte es dinámico y las transiciones son originales, se enuncia la siguiente escena con la aparición al fondo de los actores. Es hábil esa idea porque no resta, pero sí pierde inmediatez. Los actores defienden sus roles con entereza. Greg Hicks, uno de los actores 'shakespearianos' por excelencia, compone un buen Ricardo pero le falta empatía para terminar de conectar. No solo se trata de la propuesta de dirección -muy respetable-, el propio actor -no olvidar jamás su excelso ‘Coroliano’- no termina de sacar el jugo necesario para que esa maldad y ese encanto sepan conjugarse del modo adecuado. Los aparte propuestos son buenos, pero no están llevados a unas últimas consecuencias y las escenas grupales no tienen la misma fuerza. El problema en este caso es la adaptación. La obra tiene tantos matices que hay que saber bien dónde y por qué cortar para tener mayor calado. Se combinan demasiadas escenas largas con otras ágiles, triunfando las ágiles porque las largas no se justifican. El destiempo llega a ser demasiado constate. Esto sucede más en la segunda parte, en la que el ritmo se ralentiza y pierde mucha de la frescura expuesta en todo el primer tramo. Se hace hincapié en el humor que posee la obra y es algo que consigue dinamizar todo ese engranaje de corrupción. La escena de seducción con Lady Anne va en aumento y sí, por fin, resulta verosímil, zalamera y cruenta. No se saca mucho partido al papel de Margarita, una pena, debido a que es el oráculo el que expone la verdad. Sus palabras son esos cuchillos que mutilan cuerpos. El reparto entero es notable. Destacar a uno por encima sería terriblemente injusto. 

El juego de la escenografía casi desnuda es muy acertado. Las transiciones son ágiles y en combinación con la música, consigue que funcione. La iluminación, aunque es correcta, tiene momentos de excesiva luminosidad que no se comprenden bien. La parte final es casi un chiste y pierde mucho de lo ganado hasta el momento. No obstante, se puede aseverar que el dinamismo que ofrecen los grupos ingleses con Shakespeare es algo tan excepcional como brillante. Buen ‘Ricardo III’,  pero no redondo y lejos de estarlo, pero bueno, eso es otra historia. Lo visto es una muestra de calidad y eso siempre se agradece, y más, en un verano de descontento y asfixia.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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