'ENSAYO'. Rambert da vida a los Kamikazes

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CRÍTICA DE TEATRO

'Ensayo' 
Autor y director: Pascal Rambert.
Teatro Kamikaze (Madrid).

Tras una primera temporada con más sombras creativas que luces, comienza una segunda con un sugerente texto del francés Pascal Rambert. Si ya provenía de un éxito considerable con su sobrevalorada ‘La clausura del amor’, este texto supone un paso más en su creación dramática. 

‘Ensayo’ se divide en cuatro falsos monólogos -falsos en cuanto a que existen en algunos momentos pequeñas intervenciones a lo largo de los mismos- La decepción es la primera piedra en el engranaje creativo que propone el autor/ director. Sobre el mismo todo se articula. Quien da el pistoletazo de salida es Fernanda -Orazi-. Su interpretación siempre es buena. Algo desmesurada en momentos concretos, pero es debido al texto que no le acompaña en su buen hacer. El abuso de las metáforas no ayuda a que el mismo -el más largo de los cuatro- tenga el empaque que la actriz y sus emociones parecen buscar. Todo viene de una infidelidad a partir de ahí, todo es posible.

 El desencadenante sentimental es el que hace temblar una estructura exitosa. Los cimientos de la amistad, el amor y una misma filosofía parecen derrumbarse. El Pascal autor se adentra con inteligencia en la semiótica teatral sin resultar cargante. Eso ya es todo un logro. La segunda en tomar la palabra es María -Morales-. Su interpretación también es sobresaliente. Consigue transitar por todos los espacios de la emoción que posee su personaje. Esto se acompaña con un texto más directo que el introductorio. María siente y es valiente. No tiene miedo a mostrarse cómo es. Todas las cartas están sobre la mesa de trabajo. Ya nada hay escondido. Es un juego muy Strindbergriano. Dos parejas, una infidelidad, el deseo oculto, el amor, la pasión, la creación y la omnipresente decepción. ¿Qué se pretende con la verdad? Nada queda debajo de la alfombra. No hay vuelta atrás. Tal y cómo sucedió tras el primer monólogo, María también termina tumbada en el suelo tras las lágrimas.

La tercera comparecencia es el dramaturgo y el causante de los celos y de la previsible separación. Su intervención es magnífica y conspicua. Jesús -Noguero- no se justifica. Es un artista que lucha por lo que es él y él es su obra. Lo demás está por debajo. Jesús realiza un trabajo impecable. Es capaz de tener intimidad con los tres personajes. Habla desde la furia del creador. Un egoísmo reconocido y que no disimula son los que proporcionan esa fuerza en su discurso. Posee destreza en sus embestidas. Ya no hay miedo. Todos asumen lo que ha sucedido. Son años de trabajo juntos. Años de desarrollar una estructura que se queda sin sujeción. ¿Dónde irá todo?

El cuarto monólogo es el del director. Su muestra de violencia incontrolable inicial es injustificada   inverosímil si se atiende al tono de su discurso. Isra -Elejalde-que destaca en las escuchas y en las acciones comedidas de sus tres compañeros, a la hora de soltar su intervención es el más flojo. Parece no pertenecer a la obra y a la problemática que les enfrenta a los cuatro personajes. Tampoco ayuda que Elejalde no ofrezca ningún arco emocional para su personaje -y tenía muchísimos argumentos para mostrarlos sin caer en la sobreactuación-. Es demasiado lineal y no se aprecia evolución alguna. Su forma de interpretar no ofrece matices diferentes a los que ya se vieron en ‘Hamlet’ o en cualquiera de sus trabajos anteriores.

La apuesta textual es notable, pero termina asfixiándose en un discurso que no tiene fuerza alguna. ¿A qué viene ese reclamo a los jóvenes? No posee empaque esa apuesta por desviar la atención de la problemática inicial. No existe consistencia. La ruptura con la cuarta pared que propone es interesante y tiene su explicación en ese experimento metateatral que ofrece. Los cuatro protagonistas son miembros de una misma compañía con un proyecto en ciernes. Se habla del texto en el que trabajan -siempre presente- y todo el proceso de investigación que les ha llevado al instante de la función. Hay partes de ese texto y sus personajes hablan y se preguntan. Los elementos políticos con ecos del pasado no terminan de concretarse, de ahí que no tengan el empaque necesario para ser parte presente en la función. También sus reflexiones como actores pueden ser sugerentes a la hora de analizar esas opiniones sobre lo que puede suponer formar parte del teatro.

La iluminación y la escenografía son muy funcionales. No se necesita más. Quizá hay bastante escenografía que no se usa, pero lo que se busca es reflejar un lugar de trabajo de cuatro personas que formaban un todo y que ya van a dejar de ser lo que fueron No hay vuelta atrás. Un momento muy destacado es el número musical en el que Isra y Fernanda bailan y cantan ‘De amor ya no se muere’ de Gianni Bella. Es el interludio musical que Rambert, como ya hiciese con la ‘Clausura del amor’ en forma de coro, introduce en la mitad del espectáculo.

‘Ensayo’ es una propuesta buena, pero se pierde en instantes textuales que restan fuerza al conjunto, pero es digna de mención por su combinación de filosofía, teatro, fracaso y creación.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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