'HARRAGAS'. Morir o poder morir



CRÍTICA DE CINE

'Harragas' (Merzak Allouche. Argelia, 2009. 110 minutos)

‘Harragas’ es el mismo reverso solo que en otro tipo de moneda que ‘La Pirogue’, reseñada hace un par de semanas en esta misma página. Si aquella se ocupaba de la inmigración vía marítima que conecta Senegal con el archipiélago canario, ahora el retrato es el del periplo que lleva de costas argelinas a alguna zona del sur peninsular. Se cambia el cayuco de madera, la travesía de días y el océano inabarcable por la patera o lancha motora de reducidas dimensiones, el viaje fugaz y el miedo continuo a ser descubierto. Es una ruta sin duda de más impacto mediático, fundamentalmente por las cifras registradas. Al igual que sucedía con ‘La Pirogue’, ‘Harragas’ multiplica su valor al ofrecer un punto de vista inédito, el que procede del mismo país del que salen estas pequeñas embarcaciones llenas de gente que huyen de la muerte en vida. “Si yo parto sé que puedo morir. Si yo me quedo me muero”. Alrededor de ese razonamiento gira esta producción argelina, ya con casi diez años de antigüedad. Otra, como ‘La Pirogue’, flagrantemente olvidada por los distribuidores cinematográficos en España y que apenas se pudo ver en algún festival. 

Merzak Allouache radiografía con contundencia qué lleva a un grupo de jóvenes a tomar una decisión en la que el desenlace siempre es incierto. Va a un paso más allá del viaje y se toma su tiempo en mostrar el contexto, circunstancias y breves y certeros brochazos de los tres personajes principales. ‘Harragas’ habla de desheredados en mayúsculas, de personas que separadas apenas por unas millas de la costa española eligen poner en riesgo lo único que les queda, su futuro. Lo prefieren a seguir condenados a la nada, a la suma de un día gris más otro a la vuelta de la esquina. Es suficiente un par de conversaciones familiares y un excelente trabajo de fotografía en los barrios desfavorecidos de Mostaganem para describir ese profundo hastío y desánimo. Anida en esta película un pesimismo y una tristeza que no la hará digerible a muchos espectadores, porque ni siquiera aun cuando se ponen en la mejor de las opciones los tripulantes de la embarcación se atreven a abrir resquicios a la esperanza. 

Una introducción larga y necesaria para contextualizar situación y también la negociación de un viaje de estas características deja paso a la parte más cinematográfica y al mismo tiempo de la que menos se sabe, el trayecto. Existe una especie de pacto no tácito entre los que lo han vivido de evitar el tema en las conversaciones. Allouache impone ritmo a estas secuencias, trata de desarrollar algunos personajes secundarios (no sale del todo bien parado) y, en la decisión más criticable, introduce un gancho para añadir el tema de la corrupción enquistada en la sociedad de su país. Quizá no fuera necesario tanto énfasis en la falta de humanidad de uno de los personajes, aunque sí es cierto que estas escenas elevan una tensión ya en niveles casi máximos. 

‘Harragas’ no podía acabar de una forma diferente a la que lo hace. Allouache pone así otra muesca en una filmografía poco conocida en España y que se hace tan necesaria en estos tiempos de zozobra y discursos preconcebidos, puesto que su cine, como muestra ‘Harragas’, ejerce de frío análisis de las realidades que más preocupan en la actualidad en su país y que se pueden extrapolar a tantos otros contextos. 

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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