'JANE EYRE. UNA AUTOBIOGRAFÍA'. Amargo amor amado


CRÍTICA DE TEATRO

'Jane Eyre. Una autobiografía'
Dirección: Carme Portaceli
Teatro Español (Madrid)

Carme Portaceli por fin realiza un montaje en el que aporta cosas. Desde que se hizo cargo del Teatro Español nada de lo que había dirigido había poseído empaque suficiente. Su Jane Eyre bebe de la adaptación cinematográfica llevada a cabo por Cary Joji Fukunaga en el 2011. En cuanto al dinamismo también casa con la propuesta dirigida por Sally Cookson. 

Partiendo de una ágil adaptación, el montaje fluye desde el comienzo. Anna Alcubierre firma una escenografía altamente efectiva. Esa habitación blanca con espejos a ambos lados sirve para dar cabida a la vida de Jane Eyre y sus diferentes desventuras e ilusiones. Todo tiene un calado mayor con la aportación de la música en directo compuesta para la ocasión por Clara Peya. Cellista y pianista se sumergen en los estados emocionales de un viaje vital con grandes resultados. Si bien es cierto, conviene matizar que en ocasiones la música está muy alta y eso hace que los actores griten en ciertos instantes. En un principio, la composición original parece evocar al Michael Nyman de ‘El piano’. Los flashbacks y las elipsis sobre las que se trabajan nunca llevan al equívoco al espectador.

Hay decisiones más cuestionables. Se ha suavizado al personaje de Rochester. Es una pena porque su arco es menor y aunque Abel Folk está muy bien, se le resta enteros a su composición por una decisión de la dramaturga y la directora. Sus ecos llevan a Pierce Brosnan. Se echa en falta algo de crudeza y tristeza. Trazan un personaje menos atormentado. Todo el tramo final se aleja de lo planteado por Brontë y se da más relevancia al personaje de Antoniette. Esto no suma, resta y lleva a Gabriela Flores a rayar la sobreactuación. Una pena porque en su rol de Helen llega a ser tan delicada que emociona. El reparto está muy bien. Ariadna Gil es un portento escénico. Se acepta sin mayor problema el pacto con la edad de Jane. Consigue hacerse dueña de la escena y sus tonos nunca resultan exagerados. 

‘Jane Eyre. Una autobiografía’ es un gran montaje. La duración de dos horas se hace llevadera, aunque esas aportaciones que ha realizado Anna María Ricart consiguen que el montaje pierda enteros. ¿Por qué alejarse del texto de Brontë sin que este alejamiento aporte? Veremos cuál es el devenir en la dirección de Portaceli. Si este es el camino, bienvenido sea. 

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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