CRÍTICA TEATRAL
'Arizona'
Centro cultural Santa Petronila
Todo se inicia con una aventura de picnic de una pareja, Margaret y George. Ellos se miran, sonríen y preparan su espacio. La tarta, qué rica pero qué calor. George coge sus prismáticos y su escopeta que limpia con brío. Nada se ve, pero Margaret se muestra intranquila. El sol en esa frontera es duro y cada vez afecta más a una dubitativa esposa que siente cómo todo se va desmoronando. La radio sitúa la acción. La pareja protagonista son voluntarios que funcionan como pequeñas patrullas que deben impedir la “invasión” de sus vecinos mexicanos. La propuesta escrita por Juan Carlos Rubios es tan árida como contundente. Su inicio deja claro que son dos personas que en ocasiones simulan actuar como marionetas de ese deber que les ha sido impuesto. Incluso sus tonos de voz juegan a ser excesivos. Esto se va regulando a medida que avanzan los minutos. George vigila y no acepta las dudas que plantea su mujer. Todo debe seguir un orden que han debido memorizar para poder llevar a cabo su misión. No importan las reflexiones del pasado de sus abuelos y de cómo los mismos llegaron a la tierra de las “oportunidades”. Esa era otra realidad que puede tener consecuencias para lo que están realizando. La obra posee un personaje demoledor pero invisible que es el sol y sus efectos. De este modo entronca directamente con la película de Carlos Saura, ‘La caza’ y la cercanía de ambos finales.
Los personajes van evolucionando y el juego de la unión comienza a evaporarse. El dolor y la decepción de cada uno de ellos va en aumento. La obra escrita en 2005 posee elementos de una actualidad que asusta. Los movimientos que van ejecutando por su espacio de picnic son muy medidos. En ellos se aprecian esas diferencias que posee cada uno de ellos. Los temas de conversación se reiteran, pero nunca existe un punto común. Cada acercamiento es un paso más a la distancia. El amor y la posición de poder se van alternando. Cada frase inicia una fase que introduce a los personajes en un ya nada será lo que era.
La escenografía es habilidosa y los colores que exponen contrastan muy acertadamente en ese desierto en el que se encuentran. El reparto es muy bueno y ambos actores (Nieves Hernández y Carlos Rodríguez) se centran en sus papeles con una propuesta arriesgada en la que salen victoriosos. Retratar esos aspectos ridículos y sanguinarios que puede potenciar un gobierno es un tema escalofriante. Merche Lagarejo plantea una obra en la que el dolor, la muerte, la renuncia y la realidad son artífices de una propuesta sobria y coherente en una hora de duración.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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