JERRY SLOAN. En la despedida de Cicuta Mix


Lo mejor que se puede escribir del Jerry Sloan entrenador es que una vez retirados John Stockton y Karl Malone siguió ganando y compitiendo al máximo nivel. Se ha ligado en exclusiva su figura a aquellos Utah Jazz implacables del pick and roll entre el base de Gonzaga y ‘The Mailman’, como si el legado del Sloan se redujera a eso. Ese equipo de granito estuvo a punto de bajar de la cima a los Chicago Bulls de ‘The last dance’. Se quedaron a milímetros de modificar el final feliz de una de las mayores dinastías del deporte profesional. Para la historia perdurarán como esos tipos duros que plantaron cara hasta el límite. Pero no hay que olvidar que, cuando Stockton y Malone dijeron basta, Sloan se quedó allí y el equipo continúo en la cumbre unos cuantas temporadas más. Sus Jazz obtuvieron un récord victorioso en veintiuna de las veintitrés campañas que dirigió, con el único borrón importante de la 2004/2005. Todavía nadie ha igualado una marca así, conseguida al frente de una franquicia tan diferente al resto ya desde la identidad de su sede, Salt Lake City, epicentro del universo mormón. Hasta hoy en día, aun con el capitalismo y la modernidad haciendo estragos, la capital del estado de Utah tiene su punto de aislamiento singular: por poner un ejemplo, acceder a la web del principal diario de la ciudad está prohibido si se hace desde la Unión Europea, sin que se pueda saber el motivo real. 

Con Sloan al frente, la ciudad y la franquicia rozaron una gloria que les sigue vetada en el deporte profesional. Lo hizo con un colectivo impulsado desde la defensa y que el aficionado recuerda de memoria. Stockton dirigía y endurecía atrás, en el exterior Hornacek apuntaba y Russell era el pegamento idóneo. En la zona Karl Malone martilleaba y el armario de turno, Mark Eaton primero y después Greg Ostertag, hacía el trabajo sucio. El rendimiento del banquillo, una mezcla de jugadores de segunda fila de poco nombre y de veteranos reclutados para sus últimas batallas, brillaba en las profundidades de las tareas de intendencia. 

Andrés Montes puso a Jerry Sloan el apodo de Cicuta Mix y le dio la alcaldía del club de los tacañones, selecta agrupación de protestones. Era difícil verle sentado demasiado tiempo en el banquillo, repartía los 48 minutos entre quejas a los árbitros, arengas a sus jugadores y enfados por cualquier motivo. “Siempre me gritaba y siempre pensaba que era su culpa”, dijo recientemente uno al que tenía siempre en la diana, Greg Ostertag. “Hasta que me di cuenta de que siempre era mi culpa”, zanjaba. Sloan era justo dentro de su férrea disciplina y el respeto a sus jugadores era mutuo. Había sido jugador de larga carrera en los Chicago Bulls y hasta All Star en dos ocasiones y eso en la liga estadounidense impone dentro del vestuario. Llevó como entrenador el estilo guerrero y entregado que decían que le caracterizaba en la cancha (“jugaba duro cada segundo”, decía de él un antiguo compañero de universidad) y se convirtió en un técnico de la vieja escuela que supo amoldarse a esa otra NBA ya del siglo XXI que cercenó las alas a tantos otros colegas de su época. A su lado, y es un ejemplo que evidencia una amplitud de miras poco publicitada, los jugadores europeos crecían y se sentían cómodos. En Utah destacaron el turco Okur, el puertorriqueño Arroyo o el ruso Kirilenko. No hay que olvidar que fue Sloan el que apostó por Raúl López como sucesor de Stockton y solo las lesiones le impidieron coger con firmeza el relevo. 

Lo cierto es que pese a la agrio de sus gestos, en la distancia vía televisión se le cogía cariño fácil a este tipo y a la cuadrilla pendenciera que montó alrededor. El equipo era duro y competitivo, nunca violento, con un estilo muy definido y tan básico como efectivo, atrincherado en una cancha de afición a la europea donde se hacía tarea titánica sacar algo positivo. Sloan y los Jazz formaban un ente único. Se hacía difícil verle en otro banquillo y así fue, tras dejar al equipo en 2011 con un bagaje de 1.221 triunfos no volvió a entrenar. Hubo algún acercamiento que ilusionó, como cuando Michael Jordan, otra vez el 23 cruzándose en su vida, quiso traerle a sus Charlotte Bobcats, en lo que fue una especie de reconocimiento al que fuera uno de sus más grandes rivales y que no llegó a fructificar. 

Con su fallecimiento a los 78 años de edad se marcha un pellizco de aquella NBA noventera con la que maduramos una generación y en la que siempre ocupará un lugar de privilegio ese técnico de feroz competitividad y gesto malencarado que se ganó tantas simpatías como reverso de aquellos Bulls dinásticos.

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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4 Comentarios

  1. Me ha gustado mucho. Aquí otro que también prefería que ganaran los de Salt Lake City en esas finales.

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  2. Un sargento de hierro. Un eterno hombre de club. Bonito homenaje.

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  3. Decían que como jugador era más duro que como entrenador, pero fuea de la cancha debía ser un trocito de pan, su historia con su mujer fue conmovedora. Consiguió que todos fuésemos un poco de los Jazz.

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  4. Muy chulo. A ver si haces más así de baloncesto. Saludo canario!
    Oc.

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