'MACARRAS INTERSECULARES'. Madriz: golpes, carreras, intensidad


CRÍTICA LITERARIA

'Macarras interseculares'
Autor: Iñaki Domínguez
Editorial: Melusina
Páginas: 400
Año: 2020


Hoy Madrid pasa por ser una de las ciudades más seguras de la Unión Europea, con un índice de criminalidad por habitante realmente bajo y donde los turistas pueden andar con grandes dosis de tranquilidad.

Pero hubo una época en Madrid donde los homicidios estaban a la orden del día, las navajas y los robos con violencia eran cotidianos y las peleas nocturnas eran, si no la norma, parte del paisaje. Barrios céntricos degradados y periferias sin los mínimos equipamientos, algo que, combinado con la existencia de los mayores supermercados de la droga Europa, convertían algunas calles en verdaderos no-go zones (y no en esos delirios actuales de la ultraderecha) en los que ser repartidor de comida era una profesión de riesgo. También era una época sin la presencia continua de videovigilancia ni tanta política securitaria y disciplinadora, para lo bueno y para lo malo, lo que dejaba numerosos huecos para la autonomía, rebeldía y organización al margen de lo oficial, en un Madrid en el que lo viejo aún no terminaba de morir y lo nuevo entraba como un torrente a ráfagas y la vida podía ser muy dura y muy excitante para un joven.

Iñaki Domínguez trata de hacer una especie de relato de aquellos años en orden cronológico, desde la década de los 60 hasta principios del nuevo siglo. No se trata de un ensayo sociológico al uso, sino que el autor deja hablar a sus protagonistas para que el lector pueda hacer una cartografía física y temporal de ese Madrid macarra, material para quien quiera realizar un estudio más académico sobre la antropología urbana.

El relato es ágil y ameno, cada entrevista es contextualizada o confrontada con la opinión de otro de los personajes que el autor haya conocido, no como un macarra más, pero sí como testigo privilegiado de la última etapa de la que da parte el libro. Cabe preguntarse si alguien de fuera de Madrid o menor de treinta años puede sentir tan próximo el libro.

Que el hilo conductor principal del libro sean las entrevistas no quita que su autor trate de encontrar una descripción de lo que fue el macarra madrileño. Este es descrito como un chico de clase trabajadora del extrarradio, allí donde ciudad y campo se juntan y donde se crearon esos barrios de aluvión para que absorbieran rápidamente toda la población llegada del éxodo rural. Lo que viene a ser un chico de barrio integrado en una pandilla y más echado para adelante que el resto, al que no le asusta para nada la violencia ni las consecuencias en su afán de buscarse la vida. Es verdad que también se dan casos de chicos de clase alta y acomodada, como la insigne Banda del Moco, y que el centro de la ciudad, degradado por entonces, contara con una gran variedad de macarras propios.

Lo que sí son todos, son chicos y jóvenes, no aparecen apenas mujeres en el libro más allá de amigas del propio autor o acompañantes de, novias de, o meras coincidentes. El universo macarra, como no podía ser de otra forma, es eminentemente masculino y machista. También joven, todos los protagonistas fueron macarras cuando eran jóvenes, el macarrismo es algo que va despareciendo con la edad, bien porque uno se ablanda, porque la juventud es una época donde se es más apasionado y menos empático, porque se van adquiriendo compromisos y obligaciones o porque se pasa de macarra  a delincuente con las consecuencias que conlleva.

Domínguez hace una cronología histórica desde los años 60, con la llegada de los estadounidenses de las bases militares y las barras americanas, hasta finales de los 90 y principios del nuevo siglo, con los grafiteros y la irrupción del rap. Se disecciona la evolución de la sociedad española a la par que la del macarra: el tardofranquismo, los rockers y los mods, la llegada de la modernidad y la cultura juvenil y del ocio, con la primera inmigración y la droga al alcance de todos, la resaca de esta época, la llegada de la cultura skin, los 90 con el nacimiento del rap, su muerte y su resurrección y la música electrónica, de los chavales del extrarradio a los chavales de instituto y parque. Es verdad que a veces se separa de la figura central para mirar alrededor y fijarse en los yonkis y nómadas o se detiene más en describir los ambientes musicales y de la noche, sus locales y salas y, sobre todo, sus porteros. 

Este recorrido está limitado temporalmente y geográficamente por la posibilidad de poder contar o no con testigos presenciales de la época. Así es verdad que un lector cercano a los hechos puede echar de menos ciertos lugares o a ciertas personas que merecerían estar por derecho propio. Esto es más evidente en la ausencia de la mayoría de las ciudades del área metropolitana de Madrid, sobre todo de lo que fue el cinturón rojo.

'Macarras interseculares' es un libro urbano, frenético, callejero, a veces puede pecar de tratar de dejar claro que es sobre la calle, pero tal falta no supone un problema en su desarrollo. Pide ser leído en unas pocas sentadas, con todo lo bueno y lo malo que implica, lo que gana en intensidad se pierde en profundidad analítica, no es lo que busca el autor  aunque no falte cierta pretensión analítica, sea esta a ras de asfalto, de guerrilla. 

BENJAMÍN JIMÉNEZ DE LA HOZ

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