'LA MORT DE GUILLEM'. El múltiple asesinato de un antifascista


CRÍTICA DE CINE

'La mort de Guillem' (Carlos Marqués-Marçet. España, 2020. 95 minutos)

¿Cómo digerir, de puertas para adentro, una tragedia tan sobrevenida y disruptiva como puede ser el asesinato de un hijo, de un hermano? ¿Cómo gestionar las repercusiones públicas de tal suceso sin que te siga devastando por dentro? ¿Cómo sumar, en todo este proceso, el enfrentamiento frontal a unas estructuras judiciales, políticas y mediáticas que no están dispuestas a darte ni un respiro, ni una sola oportunidad a que se te escuche, a exigir justicia y reparación sin que se te ponga en duda, sin que se te busque tu parte de responsabilidad, cuando no de culpa, en lo ocurrido?

Todas estas cuestiones son, entre otras, las que se plantea el director barcelonés Carlos Marqués-Marçet (‘10.000 kilómetros’, ‘Los días que vendrán’) en ‘La mort de Guillem’ la primera película basada, veintisiete años después, en el asesinato de Guillem Agulló, militante antifascista, a manos de un reconocido grupo de extrema derecha y en el proceso judicial que le siguió.

Para ello, y siguiendo la tónica y el registro seguidos en su cinematografía anterior, Marqués-Marçet nos ‘invita’, con una crudeza y desnudez narrativas exentas de todo adorno y todo aditivo no prescindibles, a entrar en la casa familiar de los Agulló, a conocer y a profundizar en la fractura que suponen, no sólo una pérdida tan trágica en sí, sino también el silencio, cuando no el señalamiento que vienen a posteriori. Los lazos que se establecen entre los distintos miembros de la familia, sin olvidar la presencia y el apoyo de su reducido soporte jurídico y del círculo de amistades del propio Guillem, se dibujan, pese a sus crisis y momentos de debilidad y torsión máximas, en el principal factor que contribuye a que no salte todo por los aires, a que los personajes no se resquebrajen definitivamente cual cristal que se estalla contra el suelo.

Durante una hora y media nos encontramos a un retrato extremadamente fiel a la realidad que aborda, no ahorrándose un buen puñado de escenas (tanto en el ámbito doméstico como en otros escenarios como es la sala en la que se celebra el juicio) ante las que resulta prácticamente imposible no retorcerse de rabia e impotencia. No maldecir, en definitiva, tanta injusticia naturalizada como un elemento más de nuestra vida. Al formidable resultado del conjunto contribuye, así mismo, la labor realizada por un reparto compuesto, casi en su totalidad, por actores y actrices desconocidos hasta la fecha, cuando no debutantes, a la que muy difícilmente se le puede objetar una sola falla.

Nos encontramos, en definitiva, con una cinta tan desgarradora y ‘palpable’, como imprescindible y que, a poca justicia que hubiera, debería entrar de cabeza en los anales de nuestro cine más comprometido con la realidad que nos rodea y que nos marca.

GERARDO GARCÍA RODRÍGUEZ

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