CRÍTICA DE SERIE
'Antidisturbios' (Rodrigo Sorogoyen. España, 2020. Movistar Plus)
2020 ha supuesto, entre otras cosas, el año de la eclosión de las series españolas con un nivel espectacular de producción. Si atendemos a los titulares, este año compiten 'Veneno' en Atresplayer, 'Patria' en HBO y 'La línea invisible' y 'Antidisturbios', ambas en Movistar. Todas las mencionadas han contado, en mayor o menor medida, con su polémica previa a modo de calentamiento de motores del producto.
'Antidisturbios' contó con la inestimable campaña publicitaria del sindicato policial SUP y de los radicales de JUPOL acerca de la imagen negativa que daba la serie de esta unidad, a tal punto llegó el desencuentro que el primer sindicato ha sido retirado de la lista de agradecimientos a petición propia. A partir de ahí un debate en redes sobre si daba peor o mejor imagen sobre la actuación de estos policías.
Lo interesante de esta polémica es que en realidad es estéril, ya que hay que tener en cuenta es Sorogoyen no ha producido una serie sobre lo que anuncia, ha realizado un más que notable thriller sobre corrupción política y la correspondiente investigación policial y judicial a partir de un incidente en el lanzamiento de un desahucio que termina en una muerte y las posteriores pesquisas sobre la mala praxis de la unidad policial encargada.
A partir de esta muerte, que ocurre en un primer capítulo dedicado íntegramente al desahucio, un muy buen episodio lleno de pulso, tensión y ritmo, la serie deriva, primero, en el trabajo de asuntos internos para, posteriormente, continuar en una investigación sobre una trama de corrupción urbanística con referencias a las contemporáneas cloacas del Estado y su máximo representante Villarejo (en la ficción Revilla), donde los antidisturbios pasan a ser los personajes de reparto necesarios para que la historia avance o para dotar, a modo de fuga, de tensión y acción con dos escenas de cargas, a destacar la persecución de los ultras del Olympique de Marsella por los alrededores del Santiago Bernabéu con esa cámara que mete al espectador dentro de la acción y las carreras.
La trama y el argumento, una vez superado el macguffin de los antidisturbios, no dejan de ser convencionales (más allá de la eficacia de las investigaciones internas) pero la serie cuenta a su favor con un notable guion, una buena dirección y un excelente reparto coral. El guion, escrito por Sorogoyen, Isabel Peña y Eduardo Villanueva, es capaz de desarrollar la trama sin necesidad de giros, sorpresas o casualidades tan propias del género para desatascar la trama. Cierto es que sobran algunas escenas metidas con calzador que no aportan nada al desarrollo de la serie y se mantiene la necesidad de explicar y justificar a sus protagonistas.
La dirección es eficaz, mantiene el ritmo y la tensión, logra que toda la violencia de los personajes se manifieste sin caer en una oda al músculo y la acción más facilona y gritona. Dejan para el archivo varias escenas para guardar en la memoria, a destacar esa cena en un restaurante prácticamente vacío donde la violencia asociada a cierta masculinidad testosterónica está siempre a punto de desencadenarse.
A esta dirección eficaz ayuda ante todo un buen casting donde destacan Vicky Luengo como una investigadora capaz de sacrificar cualquier cosa con tal de ganar, Raúl Arévalo como ese policía cansado de estar lejos de su familia, Hovik Keuchkerian interpretando a un jefe de equipo que intenta sobrevivir y proteger a los suyos o Tomas del Estal en ese funcionario aparentemente gris. Por otro lado, Roberto Álamo, a pesar de su buen hacer, vuelve a hacer un personaje que ya ha interpretado mil veces.
Es una pena que a este buen trabajo actoral no le corresponda un buen desarrollo de los personajes, demasiado esquemáticos casi todo el tiempo, circunstancia derivada de una serie de apenas seis capítulos con un enfoque tan coral.
'Antidisturbios' es una serie que está por encima de la media de los productos nacionales tanto artística como técnicamente, con un buen trabajo de producción, pero no está a la altura de la campaña publicitaria desmedida en todos los medios. Es una serie que se disfruta, que se deja ver del tirón pero que no deja poso más allá de algunas escenas, buenas actuaciones y polémicas varias.
PD: Acerca de la polémica sobre la representación de la actuación de los antidisturbios. La mayoría de las opiniones que dicen que no es nada complaciente con el Cuerpo ponen como argumento el enfado de muchas asociaciones policiales, pero es bien conocida la piel fina y la autopercepción idílica de este colectivo. Sí, se les ve siendo violentos, incluso consumiendo cocaína en su tiempo de ocio, pero Sorogoyen se cuida mucho de contextualizarlos. Ya no solo es que finalmente los presente como víctimas de los intereses de los de arriba, es que toda su violencia se presenta como un error de actuación fruto de la tensión, la provocación o el deseo de devolver los golpes recibidos, policías que no cumplen bien su trabajo y cometen errores. Quien haya estado delante de los antidisturbios sabe que la violencia y la intimidación no son necesariamente errores, sino una manera de actuar planificada de antemano.
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