'HOST'. ¿Nos hacemos un Zoom?


CRÍTICA DE CINE

'Host' (Rob Savage. Reino Unido, 2020. 57 minutos)

Rescatado de las cenagosas profundidades de las redes sociales y avalado por festivales del ramo, emergió con fuerza hace poco un cortometraje titulado ‘Salt’, que en dos minutos destilaba con originalidad pequeñas dosis de terror genuino. Lo firmaba Rob Savage, un británico que ya anteriormente con otros trabajos breves como ‘Absence’ llamaba la atención de los aficionados más exigentes al género. ‘Host’ supone ahora su confirmación definitiva, estreno en formato largo que ya casi antes de ser lanzado portaba la etiqueta de ‘hype’, con reclamos exagerados como la película definitiva del confinamiento, frase publicitaria que se le adjudicó aquellas semanas en las que la forma de controlar la pandemia suponía encerrarse en casa. Lo cierto es que ‘Host’ satisface las apetencias del espectador apegado al miedo en pantalla con su propuesta directa y eficaz. Incluso, y puede que sin pretenderlo por su autorreivindicada ligereza y oquedad, ha dado un paso más al lanzar un dardo envenenado hacia uno de esos puntales de lo que se ha denominado ‘nueva normalidad’, las reuniones virtuales. 

La pandemia ha servido para revitalizar las conversaciones online. Zoom pasó de ser una aplicación casi anónima a uno de los primeros recursos para el teletrabajo y principal punto de encuentro familiar y entre amistades. Hasta espectáculos como el teatro se han servido de este medio o similares para plantear puestas en escena con espectadores al otro lado del ordenador. Bendito invento, proclamaron tantos, para aliviar la soledad a la que abocaba el confinamiento. Su uso se popularizó y extendió tanto que incluso sigue presente cuando ya no se advierte tan necesario. Lo virtual que encarna este tipo de conversaciones ha ido sustituyendo paulatinamente a lo presencial, aunque con sus medidas de seguridad ya sea en algunos casos posible. 

‘Host’ acude así al rescate de los que ya se sienten hastiados ante tanta reunión, cita y encuentro por uno de estos medios a distancia. Se erige desde sus sesenta minutos de duración en los que no sobra ni un click como la más ácida crítica a la sobreexplotación de este recurso. No más reuniones ni quedadas por Zoom, por favor. Y si es para emborracharse y hacer una ouija, menos aún. 

Savage construye una gamberra historia de espíritu maligno y chavalada inconsciente con muchos puntos en común con aquella primigenia ‘Paranormal Activity’ y con la ya más lejana ‘Don’t panic’. Emplea adecuadamente y sin forzar recursos tanto del subgénero espíritus (sillas que pasean por las estancias y ruidos de procedencia inexplicable) como de la plataforma por la que se comunican las intérpretes, al igual que elementos propios del tiempo en el que suceden los acontecimientos. Las mascarillas se cuelan con naturalidad entre los diferentes trucos visuales y las livianas trampas argumentales puestas a lo largo del metraje, diseñadas con un único objetivo, hacer cómplice al espectador del mal trago que pasan las protagonistas. Lo consigue, con momentos de verdadera inquietud, y solo su rush final tan acelerado y ya a cara descubierta le resta puntuación, bastante más de la deseada. Y así, entre tantos gritos, el que resuena con más fuerza es el de aquel que maldice haber recibido un enlace para ser invitado para otra reunión a distancia. Otro Zoom, qué fastidio. 

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL


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