'UN PAÍS SIN DESCUBRIR DE CUYOS CONFINES NO REGRESA NINGÚN VIAJERO'. Enorme Alba Pujol


CRÍTICA DE TEATRO

'Un país sin descubrir de cuyos confines no regresa ningún viajero'
De Alba Pujol y Josep Pujol
Selección de textos: Àlex Rigola
Dirección: Àlex Rigola

La nueva aventura escénica de Àlex Rigola podría enmarcarse dentro de teatro documento, o no, también puede ser un ejercicio o no, pero no importa, el resultado es extraordinario. El proceso de muerte del catedrático Josep Pujol es el tema y eso ya es mucho. Sobre el escenario, Alba Pujol, su hija, vestida con un disfraz de un esqueleto ¿un homenaje a Bergman y ‘El séptimo sello’ con mezclas a ‘Karate Kid’?, y Pep Cruz dando vida a su padre.  Se indica al espectador que las conversaciones que van a tener lugar a continuación fueron entre ella y su padre en un periodo final en el que el cáncer no otorgaba más prórrogas. Como testigo de esas charlas y siendo el instigador de los encuentros por medio de preguntas el dramaturgo Rigola. De hecho, los actores indican que la pantalla en la que se reflejan las preguntas será el trasunto propio director. 

En el momento en el que las introducciones y las diferentes contextualizaciones pasan, todo se transforma en una obra repleta de fuerza. Que la propia Alba Pujol se interprete así misma y repita una y otra vez lo que fueron las conversaciones con su padre ya ausente es de una osadía extraordinaria. En ningún instante se cae en el victimismo, al contrario, y el resultado emociona porque hay verdad y búsqueda en las palabras. Un acierto es que Rigola haya permanecido un tanto al margen y no haya recurrido a esos artificios innecesarios que en muchas ocasiones posee el teatro. Entrega el mando a los actores en un dispositivo escénico práctico y sumamente efectivo. Hay algo en toda la propuesta que puede evocar al fabuloso texto póstumo de Christopher Hitchens, ‘Mortalidad’ (2012). Ese adiós consciente y en nada alterado, esa coherencia ante el último instante, ese saber estar sin ese exceso de aferrarse a la imposibilidad. 

Existencialismo, muerte, Sartre envuelto en su vanidad, anhelos, tristezas, mentiras, misivas y mucho amor se dan cita en esos diálogos que están interpretados maravillosamente bien por Alba Pujol y por Pep Cruz. La intervención del doctor Enric Benito, experto en cuidados paliativos es profundamente alentadora y conforta en la amargura del momento de la despedida. La muerte reina, pero no el desasosiego. Hay una actitud sublime en una obra que cala. “¿Qué ropa quieres llevar en tu funeral, papá? Un traje. ¿Qué sirvo de comer a los que asistan? Macarrones, hija”.  Hay humor y era muy complicado conseguirlo, pero es así. Alba Pujol se faja y saca a relucir su vis cómica con mucha integridad, también llegan las lágrimas, pero no impostadas. Un suspiro y hasta mañana, papá. 

El título que proviene de una frase de Hamlet es el montaje que ha permitido que Rigola vuelva a estar a la altura realizando su pieza más sobresaliente desde ‘2666’. Este Rigola sí tiene cosas qué decir. Ojalá no vuelva a perderse por el desagüe. 

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ


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