'ÉRAMOS UNOS NIÑOS QUE ESCUCHABAN MÚSICA EN SU CUARTO'. Bucear en el ayer


CRÍTICA DE TEATRO

'Éramos unos niños que escuchaban música en su cuarto'
De: Quemar las naves
DT Espacio Escénico

La nueva propuesta de Quemar las naves es un viaje por la nostalgia en aquellos años en los que la música entraba dentro a la par que la madurez devoraba las dudas de uno mismo frente al espejo. El montaje está guiado por el análisis de un disco y los diferentes tipos de canciones que transitan por un vinilo. Todo comienza con un falso concierto para ir guiando al espectador por aquellos rincones de un cuarto que daba cobijo al cambio personal. Hay añoranza y entrega por esas referencias musicales que ayudan a los dos protagonistas, Itziar Manero y Carlos Pulpón, autores del libreto y de la dirección, a evocar instantes concretos y a las referencias que les han acompañado en su crecimiento. En principio se puede entender que la autoficción salta a la cancha cuando los propios personajes se llaman como ellos mismos. En esta ocasión la propuesta gana en intimidad porque la misma no es llevada al melodrama, es el propio espectador el receptor de ese diario íntimo de cada personaje. Un primer fogonazo acertado es el momento del ‘Candy says’ de Lou Reed acompañado por las palabras de los intérpretes que guían lo que es el instante del suceso en directo y lo que acontece después, París, un cuarto, un video y un recuerdo.

 La escenografía compuesta por una pantalla muy ilustrativa en las que las proyecciones son acertadas y no cobran demasiado protagonismo, un aparato para saltar, un   delfín gigante, dos amplificadores y dos guitarras eléctricas. Hay un juego referencial continuo por diferentes figuras y se juega mucho con la mentira interesante sobre quién aparecerá en una videoconferencia en directo. Este juego de verdades, suicidios, muertes y momentos emblemáticos de la música es acompañado por instantes íntimos en los que los personajes parecen evocar trances de un ayer que está muy presente. Estas situaciones no están exentas de crueldad y de cierta amargura pero también reflejan situaciones epifánicas de ilusión como puede ser una huida a media noche en busca de una rebeldía para  sentirse libres y dueños de una vida. No faltan Kurt Cobain, su compañera, Courtney Love, su nota de suicidio, Patti Smith, los fans y cómo no, no podían permanecer ausentes los infalibles Cancer Moon. 

‘Éramos unos niños que escuchaban música en su cuarto’ es un espectáculo que debe crecer más y está en proceso de hacerlo porque materia prima tienen de sobra. Manero y Pulpón hacen gala de una química excelente entre ambos y son esas pausas en las que dialogan o sueltan sus monólogos los que más garra poseen. La dramaturgia debería trabajarse más porque puede existir un ligero abuso de instantes en los que la  experimentación -siempre hay un tema en un disco- cobra la delantera y consigue que el espectáculo parezca perder su línea ascendente pero posteriormente se reconduce.  El vestuario es adecuado y no podían faltar unos calcetines de Bowie o unos vinilos que suenan para despertar a aquellos fantasmas que nos acompañaron en un cuarto que en ocasiones pudo asfixiar pero que con las voces de Bukowski, Morrison o Smith el trago siempre fue menos amargo.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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