Crítica de cine.
‘An ordinary
country’ (Thomas
Wolski. Polonia, 2020. 53 minutos).
El cine polaco, ya sea a modo ficción o documental
está resultando extraordinario. Junto con Rusia de la mano de directores como
Alexander Zolotukhin o Kantemir Balagov, Polonia está generando
proyectos de altísima calidad como los dirigidos por Jan Komasa o Malgorzata
Imielska -por citar solo a dos de sus representantes- que están aportando
frescura al campo cinematográfico. No conviene dejar de lado a Eslovaquia o más
países que están consiguiendo que el cine europeo no se estanque en una
putrefacción creativa que por momentos parece querer condenarse a la nada.
Thomas Wolski ha
confeccionado un documental que por momentos parece emparejarse con numerosos
aspectos del prodigioso y demoledor proyecto ‘DAU’ (2019) de Ilya Khrzhanovsky
a la hora de desenmascarar torturas y persecuciones demoledoras que llevó el
partido comunista tanto en Rusia como en Polonia. Wolski, mediante imágenes de
archivo que el Instituto de Memoria Nacional dejó libres para su consulta -gran
parte del material fue eliminado- consigue dotar de sentido a toda una serie de
torturas y seguimientos asfixiantes del Servicio Secreto a la población. Su
metraje de 53 minutos es más que suficiente para conseguir retratar la presión
y el terror que podía existir en Polonia. No hay una voz narrativa que explique
nada. Todo está construido con imágenes de archivo y un audio correspondiente
que acompaña a las acciones. El trabajo ha sido el conseguir centrarse en cómo
contar una historia prescindiendo de cualquier artificio y dotar de ritmo al
montaje que en ningún instante despista. El resultado es sobresaliente.
Hay muchísimas situaciones
que se muestran con detalle como puede ser una entrevista a una ama de casa que
parece rozar el absurdo por el tipo de interrogatorio que se lleva a cabo -se
le pregunta por el tipo de carne que compra como algo significativo-.
Seguimientos curiosos a personas con paquetes que salen de librerías por poner
otro ejemplo. Puede que fuese el sombrero, el abrigo o ese paquete. ¿Qué les
lleva a considerar a alguien sospechoso? En su hábil selección de imágenes,
Wolski, indaga en muchísimos aspectos cuidando la narrativa visual y esos
audios que no necesariamente pertenecen al instante que el espectador ve, pero
que jamás resultan ajenos a la situación. Las rutinas de cualquiera están
puestas en entredicho por un Servicio Secreto que rastrea todo aquello que a
sus ojos se sale de la norma. Edificios sospechosos, demasiadas personas en un
lugar, cualquier acción era reveladora para la implicación de personas que son
consideradas sospechosas. El control de todos y cada uno en todo momento. El
mero hecho de solicitar un producto económico para las hemorroides es un acto ya
lo suficientemente significativo para que el Servicio Secreto pusiese en
observación al implicado. Llamadas denunciando la práctica religiosa, aunque no
esté prohibida. Se matiza en la misma que solo puede realizarse en el interior
de la iglesia porque las calles están repletas y no duda en comparar la
denunciante a esas personas con los árabes que van a la Meca. Se ponen imágenes
del culto religioso e incluso se recoge alguna trifulca. Las críticas a la
policía se recogen también, pero las mismas no tienen efecto. Un paseo por el
río puede ser peligroso y un motivo más para otro interrogatorio abusivo.
No quedan excluidas las persecuciones
por poseer material erótico como revistas pornográficas o un poster con
fotografías a contraluz que parecen influenciadas por el Kama Sutra que el
funcionario en cuestión da buena cuenta de ello. No puede faltar el
hostigamiento a personas homosexuales, este acontecimiento sigue presente en la
actualidad, no hay que olvidar las políticas discriminatorias en Polonia hacia
la comunidad LGTBI. Violencia y sangre como motivo de orgullo y defensa a la
“patria”. Todo está recogido en un 4:3 estupendo, en el que el ambiente sonoro
es un acierto.’An ordinary country’ es un magnífico documento muy bien ensamblado
a cargo de un siempre interesante -tal y como ha demostrado en su reciente
‘1970’ - Thomas Wolski
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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