Lo
que en un principio era una noticia que enamoraba, el regreso de la Feria del
libro de Madrid, se ha convertido en una pesadilla tan pesada y mal organizada
que no ha permitido disimular su obsesión mercantilista. ¿Debemos creer que hay
personas que han pesado en su no organización o que ha sido justo esa la
propuesta? Es bochornoso lo que ha sucedido la última edición de una Feria en
la que han reinado la falta del decoro y de respeto.
Ya
el cartel, tan parecido a una publicación de los 90 de los Testigos de Jehová,
nos debería haber puesto sobre aviso. Las
interminables colas, en las que no existía ningún control ni protocolo apenas
avanzaban y resultaban ridículas, o más bien, parecían haber sido
confeccionadas para la foto del éxito de la convocatoria. Los encargados de
seguridad mostraban una agresividad verbal desmedida y más teniendo en cuenta
que no se apreciaban intenciones sospechosas en los usuarios más allá del ir a
ver libros, o incluso, comprarlos. No había
mucho espacio para ver libros y menos cuando se organizaba una firma de un
youtuber o un escritor de best seller
en donde se agolpaban sus fans a ritmo de marabunta impidiendo que las casetas
contiguas pudiesen ser visitadas.
Estamos
en la ciudad del botellón y el bar quita espacio al libro. No debe olvidarse
que una vez dentro del recinto medidas de seguridad no existían tampoco. Es un
simple juego el del aforo que no se cumplió bajo ningún concepto, pues a esa
pésima organización, se le añadía la terracita. Quizá los organizadores tampoco
conocían el hecho de que el Parque del Retiro está repleto de terrazas con
precios considerables en sus consumiciones, por lo que la creación de un
espacio así era absurdo si se atendía a las supuestas “circunstancias
especiales” que vociferaban los organizadores.
Los
libreros pidieron una feria del libro sin firmas, pero los grandes grupos se negaron
con virulencia. Ganaron los poderosos, una vez más. La feria del 2021 es la
feria de los escritores famosos y del tomarse algo en el interior con la fotito
de rigor. No hay apuestas reales por nada que no vaya más allá del best seller. Los pequeños sellos al
igual que los autores no agraciados con grandes campañas de publicidad han sido
ninguneados. Ni siquiera ha habido intención de disimularlo -¡para qué!.
Humillación para el sello pequeño, humillación para el autor, humillación para
el lector. El canibalismo mercantilista ha sido la tónica que ha reinado. ¿Será
siempre así? Los resultados tampoco han sido para tirar cohetes, llegando a
venderse menos libros que en la última edición, la del 2019, no es para menos. Triste
feria de la decepción en donde se vuelve a poner de manifiesto lo poco que
importa la cultura.
IVÁN
CERDÁN BERMÚDEZ
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