Crítica teatral.
`FINLANDIA´
Autor y director: Pascal
Rambert.
Teatro: La Abadía.
Irene Escolar realiza un
trabajo inmenso en un texto y una puesta en escena que navegan entre la
previsibilidad y lo reiterativo. Pascal Rambert repite formula y vuelve a
cometer errores pasados con la excepción de la extraordinaria ‘Ensayo’. En esta
ocasión, la acción se sitúa en una habitación de un hotel en Finlandia. Se le
ha dado una importancia a la localización que es un tanto innecesaria y parece
querer camuflar las carencias del texto para llamar la atención con otros
ingredientes.
La historia nace ahogada. Un
matrimonio en proceso de separación. Ella, actriz exitosa -está allí por una
película china-, él, actor con síndrome de Peter Pan que ha recorrido 4000
kilómetros para intentar salvar la relación. A partir de aquí, lo de siempre:
Monólogos, muchos aburridos, insulsos y sobreactuados, eso, los protagonizados
por Elejalde. Otros, los de Escolar, más dinámicos y sugerentes. La naturalidad
empleada por ella es lo mejor del montaje porque las frases no eran sencillas.
La acción-reacción que plantea Rambert no es dinámica. Tras el vómito de recriminaciones,
llegan las del otro integrante que pretenden ser peores y así hasta el final.
Tampoco ayuda que el
personaje de él esté articulado por tópicos que consiguen que no interese en
absoluto, ni siquiera sus motivaciones se mantienen. Las mismas están sujetas
al artificio de una tensión impostada. La pareja que conforman está integrada
por artistas residentes en Lavapiés, ella proveniente de una familia acomodada
y él con anhelos revolucionarios pero muy orgulloso de sentir Lavapiés. Las
frases de Elejalde y su exceso de lloro llegan a agotar. No consigue salir
airoso de un personaje que es pamplinoso y mentiroso. Ella, Escolar, defiende
sus motivaciones durante gran parte de la obra. Desciende a los infiernos
mientras accede en ocasiones al chantaje moral y se refugia en un deseo que
tuvo.
La parte final no adquiere
consistencia alguna. Parece que el autor-director ha perseguido que ambos
queden como caprichosos y altamente inmaduros. Para ello no duda en transformar
al personaje que parecía tener claro el paso vital siguiente en una persona
ridícula y resignada a esa vida junto a la pareja que ya detesta. No ayuda
tampoco la aparición de la hija del matrimonio. Nada resulta verosímil en toda esa
aparición sin empaque alguno. Y no por la actriz, que consigue mantener el tipo.
Se apuesta por un melodramatismo inconsistente.
La escenografía aporta
elementos que sustentan la apuesta situacional que tan importante parece por
momentos. La iluminación es un tanto desigual. Los momentos más íntimos si
poseen intensidad mientras que el empleo de luz general de la habitación se
pierde en un exceso que solo aporta claridad para contraponer el interior de
los personajes.
Rambert ha escrito y
dirigido una obra en la que las vísceras del sentir poseen tan poca
consistencia como la sangre que hay en escena. En un pasado no muy remoto, el
dramaturgo sí apostaba por la palabra, ahora, con ‘Finlandia’, la necesita
adornar con elementos escénicos, para que la misma no caiga en saco roto.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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